De manera fabulosa se saldó el festival del día del niño ayer en el rancio coso San Marcos; iniciando por la entrada grande que en sus escaños registró, y que se pudo evaluar de casi lleno; la gente está sumergida en la fiesta brava, es claro.
Ya contagiado el ambiente de un entusiasmo agradable para todos los reunidos en el interior del tauroescenario, el matador de toros en el retiro César Pastor, una vez concluido el despeje de cuadrillas, enseñó el significativo trofeo que sería puesto en manos del máximo triunfador de la función. Y este afortunado fue el chaval Juan Pedro Herrera, por haber toreado en momentos muy bien, al estupendo ejemplar de Medina Ibarra soltado en segundo lugar el cual embistió con clase, descubriendo además fijeza y raza, virtudes que desembocaron en el feliz retorno a sus tierras empastadas, y a las generosas sombras que los cerros de la Sierra Fría ofrecen mágicamente a esta vacada iluminada que día a día escribe en su libro triunfos cabales.
Más y mejor permitía el primer ejemplar de Medina Ibarra que abrió la fiesta; la fijeza, prontitud en su arrancada y el estilo que manifestó lo exigían; Juan Pablo Herrera protagonizó instantes mencionables, sobre todo con la capa y en el primer par de banderillas; sin embargo al armar la muleta ignoró las distancias y el mando y dio una actuación desmadejada; como fallara también con la toledana escuchó un aviso y el silencio de la concurrencia.
A pesar de que se abusó de las telas con el segundo eral, igual, quemado con la figura de Medina Ibarra, éste se reveló de manera formidable, no dejando dudas de su clase, fijeza y nobleza; Juan Pedro Herrera no estuvo nivelado a esa altura, pero dejó constancia de que sí hizo sentir toreros momentos, sobre todo con el engaño grande. También muchos pases, pero no todos buenos. Estudiará este jovencito desde hoy que el toreo es de distancia y mando. Como reconocimiento a las cualidades del ejemplar criado a la sombra de la Sierra Fría, se ordenó el indulto, quizá excesivamente. La vuelta al ruedo de los criadores, Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez, llevando en medio al feliz imberbe, se hizo entre el regocijo general.
Estupendas diligencias resultaron las de Nicolás Gutiérrez “Cubitas”; tiene este joven un iluminado entendimiento de los que es el toreo. Maneja ambos engaños con soltura y excelente trazo; por ello formó varios cuadros como para disfrutarse y dejar ver, por otra parte, la clase del ejemplar de Matancillas al que dio cara. Con el acero estuvo fatal, lamentablemente, y un virtual triunfo sufrió la metamorfosis a dos avisos y el silencio del cotarro.
En tres palabras se sintetiza el perfil de David Adame: carisma, variedad y animosidad por hacer el “Arte de Cúchares”. Pese a llevarse en el “sorteo” un novillos soso de Medina Ibarra, se le observó atinado, solvente y aseado en su trasteo; algo bueno tenía ganado, pero fue advertido con un par de trompetazos por sus errores con el acero, y solamente se le aplaudió al rematar por fin su actuación.
Mucho hizo José María Pastor con el de Matancillas que le soltaron en quinto lugar, ya que apenas aparecido sobre el anillo, en cada lance salía testa arriba y manseando; de cualquier forma el chaval se empecinó en hacerle fiestas, lográndolo en parte, y como matara excelentemente empuñó una auricular.
Y firmaron la tarde triunfando Juan Antonio Camacho “El Callao” y Román Legorreta, levantando una oreja cada uno; este par de soñadores de gloria tienen cualidades explotables, sobresalieron éstas incluso al centro de su cortísima edad taurina, ya que contando del día en que por vez primera tomaron un capote ya de manera totalmente encausada y profesional en aras de aprender el arte de torear, hasta la fecha presente, existen muy poco tiempo.
¡Esperanzas de un futuro taurino despejado y brillante, sí que tiene Aguascalientes! Enhorabuena.