Los aficionados que ayer realizaron casi media entrada al añoso coso San Marcos de esta ciudad de las aguas tibias, presenciaron gustosos el festival que a beneficio del niño "Gerardito" se organizó y en el que actuaron un jinete y seis espadas de a pie, delante de ganado procedente de otras tantas dehesas; las orejas se dieron en cascada gracias a un juez que esta vez se anotó como desentonado y espléndido, por lo que algunos pasajes el festejo se entintaron de la falta de respeto hacia la fiesta; incluso durante la lidia del que cerró plaza se incorporó de su balcón, lo que a muchos entendidos les pareció inepto. Además para cereza de sus erradas acciones, se inventó un arrastre lento al de Puerta Grande —antes Mariano Ramírez—, que por su puesto no merecía ni en sus sueños.
Ya que se entregaron a los actuantes, acabado el paseíllo, unos reconocimientos por su ayuda desinteresada, iniciaron las acciones en el ruedo
Como crecido el de Chinampas que abrió plaza, luego del primer rejón de castigo, como lucido y variado estuvo el équite de San Luis Potosí, RODRIGO SANTOS quien agregó ya a su experiencia, un mejor sentido de las distancias y comunicación con sus caballos. Sus diligencias con los hierros de inicio, las farpas y las banderillas cortas, llegaron al ánimo de los concurrentes, mismos que le acogieron cuando dio la vuelta al anillo con las orejas del buen bovino, no obstante que lo despeñó de trasero y caído rejonazo.
Y salió en segundo sitio procedente de la dehesa de San Isidro un novillo que de buena fue la evaluación a su comportamiento, en el que se marcó aún más su calidad; MANOLO ARRUZA, sintiendo en partes tales virtudes, entregó al público varios cuadros de muy buena nota, tanto con la tela grande como con la muleta. No obstante con ésta, faltó la absoluta articulación de series. Al no doblar el bovino con una estocada entera, reiteró la suerte dejando una tendida y caída pero de prontas consecuencias, para que al vástago del "Ciclón" se le incentivara con una oreja.
En segundo sitio de la lidia ordinaria se soltó un bovino de Jorge de Haro, y si en el primer tercio fue probón y no se entregaba, lo que imposibilitó que ALEJANDRO SILVETI realizara algo sobresaliente con el percal, ante la muleta embistió reciamente y metiendo bien y con claridad la testa; de cualquier modo dejó siempre la sensación de que no era como para hacerle confianza. El lidiador pudo concretarle muletazos con emoción por ambos pitones, sacando con ellos los oles. Mató de un golletero espadazo y varios descabellos para ser halagado con un apéndice.
De Medina Ibarra fue el soltado en cuarto lugar; varias verónicas sobre el cuerno derecho le ejecutó FERNANDO OCHOA; una vez que fue al caballo con la cara abajo del estribo cumpliendo en una vara, el espada moreliano se dobló con él y acortó un punto sus primeras y emocionantes embestidas; luego el de Medina Ibarra volvió contrarios varias ocasiones y a esto se conjuntó su idea de viajar sobre patas en busca de la querencia, cosas que no fueron obstáculo para que el torero realizara un ciclo de series con extensísima línea, ya que había entendido con torera cabeza las condiciones del bóvido, al que derrumbó con una estocada tendida para ser premiado con dos orejas.
Impetuosas resultaron las primeras embestidas del quinto, claras además y con ellas alguna buena verónica dejó escapar de los encajes de su capa JORGE MORA. Muleta armada, aquel cuadrúpedo se perfiló en tardo, pero cuando iba tras el engaño lo hacía transmitiendo y el diestro, con el fundamento de la obstinación torera, le hizo un trasteo intermitente con el buen estilo que siempre le distinguió. Mató de estocada delantera y tendida y fue honrado con una oreja.
Entre lo mejor que se observó con la capa durante toda la función, salió de JOSE MARIA LUÉVANO; esas sus verónicas, sobre todo por el flanco izquierdo, fueron para degustarse, y el remate a manera de media, lo convirtió en un poema. Después se encontró el diestro con un novillo de Santa Fe del Campo realmente malo, que pegaba arreones igual que pasaba y se clavaba a la mitad del muletazo; solo la enjundia que puso Luévano lo pudo sacar bien librado y mató con habilidosa estocada perpendicular y delantera para ser premiado exageradamente con las dos orejas.
ALEJANDRO AMAYA cerró el festejo, y a todo mundo dejó con las ganas de aplaudir aquel su toreo de exquisito trazo, gracias al buey de yunta con que se encontró en el nimbo procedente de la dehesa de Bernaldo de Quiróz, que como si tuviera sangre de cebú en las venas, trató de huir en todos los terrenos; apenas le dieron materialmente picotazos los varilargueros, y ya en el tercio final el espigado diestro tijuanense hubo de resignarse a torearle por la cara y mandarlo al olvido con una estocada buena antecedida de dos pinchos, uno de ellos, el primero, en los bajos de la inepta res.