A contracorriente de la moda de hoy; esa que campea a sus anchas en las casas de muchos, en los lugares públicos, en los comercios y con diversa intensidad nos subyuga, el equipo de cultura de la Diócesis de Aguascalientes ha organizado, por segundo año consecutivo, un concurso de nacimientos, uno de los cuales aparece en esta imagen.
Digo a contracorriente porque si en sus orígenes la navidad era, para muchos sigue siendo, la celebración del nacimiento del Niño Jesús; Dios hecho hombre, hoy en día parece más importante consumir, regalarse y regalar, beber, comer, divertirse, cantar, bailar…
De seguro me equivoco, pero entiendo que esta situación tiene una doble causa: por una parte está el abrumador bombardeo a que somos sometidos mañana, tarde, moda y noche, en los medios de comunicación, en las calles, con los familiares y amigos, que nos invita, casi nos obliga, a comprar, consumir; un bombardeo que equipara ser con tener, aparentar mejor que ser, etc., y por la otra, el evidente proceso de secularización que vive la sociedad, este retiro paulatino, a veces sin ton ni son, pero también de manera consciente; reflexionada, de todo lo que se relacione con la religión, por considerarla como algo superfluo, superado por obra y gracia de diversas corrientes de pensamiento que tienen su origen en el humanismo renacentista, la Ilustración, el racionalismo, etc.
Yo no sé… Pero me parece que prácticas como el montaje de un nacimiento como el que muestra la imagen, constituye una causa de alegría familiar; de cohesión, en el que los mayores enseñan a los pequeños una tradición ancestral, fuertemente arraigada en el ser mexicano. Los niños se emocionan con las figuras, las casitas, las luces, y desde luego la historia que evocan, en tanto los grandes se emocionan con los infantes; con ese brillo en los ojos que en ellos hace tiempo desapareció, y entre tanto, en este ir y venir de la colocación de pastores, cuevas, rocas, luces, magos y demonios, se recuerda el misterio que la escena betlemita y se estrechan los lazos familiares, se fortalece la identidad. En fin, que se enriquece la memoria personal, porque para muchas personas el nacimiento se instala en recuerdo de los ancestros, ahora desaparecidos, en una manera inmejorable de convocarlos.
¿Y acaso hoy en día no necesitamos actividades que nos reúnan, que signifiquen abrazarnos unos a otros y nos humanicen?, esto de cara a un mundo cada vez más oscuro, en el que sobreabunda la violencia y el abuso, la soledad de las relaciones disfuncionales, la vida miserable que en ocasiones llevamos…
La imagen muestra un detalle del nacimiento de la familia Limón Castañeda, del barrio del Encino.
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