- Aprender a hacer libros ilustrados requiere de ser un gran lector
- Las bibliotecas son espacios que tienen que reivindicarse
Hacer libros para niños es una labora complicadísima porque tienen que ser muy seductores para atrapar al niño en la primera ocasión porque si eso no sucede entonces el autor está perdido, los niños lo botan, no perdonan un mal primer capítulo. “Me gusta mucho porque me permite volverme a conectar con el niño que era a los ocho años, eso me produce gran placer, pero son difíciles de escribir, son muy exigentes y además tiene esta cosa que la literatura infantil tiene muchos lectores, está muy bien distribuida, pero es como un gueto, a quienes hacen literatura infantil no los toma en cuenta nadie”, comentó Bernardo Fernández Bef, al presentar su libro Vacaciones en Marte, en la Feria del libro de Aguascalientes.
“A la hora de las becas, de los reconocimientos, se ve como menos y en realidad es bastante complejo, eso no es literatura de segunda, de ninguna manera”.
Para que Bernardo pudiera conectarse con el niño que era a los ocho años, le sirvieron dos libro, uno de ellos de Stephen King con su novela It, que es un autor considerado como poco infantil si no que más bien es odiado; el otro autor fue Neil Gaiman con su libro El día que cambie a mi papá por dos pecesitos dorados.
“Como autor ves los libros como desarmando juguetes y ver como lo hicieron, entonces yo cuando empecé a desarmar este juguete encontré uno mecanismos para mi muy sorprendentes de cómo tratar de conectarte con esa persona que fuiste hace 30 ó 40 años”.
La clave para mantener de manera constante la imaginación en activo es leer. “Creo que cuando haces esto eres en primera instancia un lector que tiene el privilegio de volverse autor, entonces, no se necesita un libro más en este momento, es como devolver un poco”.
Para esa devolución, el escritor uso la imagen de un mar enorme que da todo y de pronto hay alguien afuera que quiere aventarle un puño de sal propio. Además es necesario mantener los ojos y los oídos bien abiertos porque muchas veces donde menos se imaginan hay historias impresionantes, en el metro, conversaciones escuchadas de lejos, un graffiti, en una frase que alguien dice.
En su formación como escritor pero sobre todo ilustrador, lleva siempre consigo una libreta más que para escribir para dibujar ideas que luego le recuerdan lo que miró.
Bernardo aprendió a la par a manejar el lenguaje a través de la palabra y por medio de las imágenes, esto último lo aprendió de los comics. “Tengo mi carrera de dedicarme a hacer comics y los rudimentos del oficio los aprendí leyendo comics, entonces en el comic también muy mal visto, hay una relación muy estrecha entre imagen y palabra, entonces permite contar a partir de su enlace”.
Para ser un buen ilustrador se necesita ser un buen observador, ser muy abierto, muy plural, explotar esa capacidad para distinguir calidades de lo que se mira. Como autor, él ha trabajado ambas por separado y juntas. A los 20 años de ser ilustrador profesional tiene listo ya una novela gráfica sin un solo texto, que será publicado por Alfaguara, se llama Espiral.
Es una secuencia muda que le llevó tres años, a la que tuvo que apelar a la capacidad narrativa de las imágenes, es un experimento estructural, que va de una historia a otra, todas están conectadas y los saltos en el tiempo tienen que estar completamente planeadas para que todo se entienda y no termine por confundir al lector.
Para el autor las bibliotecas son espacios públicos de lectura que deben reivindicarse porque los libros pueden ser efectivamente caros, sin embargo el espacio de una biblioteca es un espacio que desafortunadamente se ha perdido. “Son importantísimas, no me parece que sea coincidencia que los países desarrollados tienen sistemas de bibliotecas muy eficientes, en Estados Unidos, en Suecia, en Japón… ser usuario de una biblioteca me parece importantísimo, porque creo que las desperdiciamos un poco sería lindo que las usáramos un poco más”.