Aunque sabemos que ninguna campaña es igual, ésta, en particular, parecía ser aburrida pero sobre todo con un final ya determinado con anterioridad. Parecía que las encuestas reiteraban una y otra vez que los candidatos distintos al PRI ni siquiera deberían de hacer campaña porque Peña Nieto tenía ganada la elección desde hace un año.
Pero bastó la presencia de Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana para que el proceso electoral tomara un rumbo totalmente diferente. Peña Nieto sabía que un grupo de estudiantes preparaban una intervención crítica contra él. El equipo de campaña comete el error de empezar a llenar el auditorio con policías del Estado de México y gente que le echara porras para minimizar las protestas de los estudiantes.
Cuando una de las alumnas de la Ibero llega con tiempo anticipado al evento, se percata de que el auditorio está lleno de gente que va a apoyar a Peña Nieto y lo empieza a difundir en las redes sociales, lo que genera un mayor encono e indignación entre la población estudiantil.
Después de haber confrontado a Peña Nieto, el presidente del PRI y del Verde, tratando de minimizar el acto, les llama que son un grupo de infiltrados y porros que agredieron al candidato y que no habría que hacerles caso a esos seudo estudiantes que eran 10 o 15. Los estudiantes dijeron que no eran pocos; que eran 131 y que el movimiento empezó a existir porque se autodenominaron que era el 132.
El resto ya lo sabemos por los medios de comunicación o las redes sociales, que se han convertido, en esta campaña, en un medio de comunicación mucho más confiable que los medios de comunicación tradicional.
Se dice que la población que usa las redes sociales representa el 4% de la población del país. Si utilizamos instrumentos tradicionales para hacer un análisis político-electoral, tendríamos que asumir que, cuantitativamente hablando, es un grupo que estadísticamente no es representativo en relación al universo poblacional ni de electores, ni ciudadanos.
Pero, tal vez, si utilizamos un instrumento y generamos un análisis cuantitativo, nos podemos equivocar al estimar la fuerza y la influencia que puedan tener estos jóvenes en el resto del contexto social y político.
De entrada, tendríamos que detenernos a identificar cuáles son los elementos de crítica que los estudiantes han planteado en las marchas a las que han convocado y que son cada vez más grandes y masivas. En primer lugar contra Peña Nieto y el regreso del PRI a la Presidencia, que significa el regreso a la corrupción, el autoritarismo, la impunidad, lo que significa procesos regresivos de libertades democráticas logradas con mucho esfuerzo y vidas.
En segundo lugar, una crítica contra los medios de comunicación principalmente – Televisa y Televisión Azteca – por la forma cómo manipulan la información a favor de Peña Nieto y que terminan operando como actores políticos a favor de sus propios intereses. Las encuestas que difunden son más herramientas de propaganda a favor del PRI, que estadísticas que den cuenta de la voluntad ciudadana.
En tercer lugar, en contra de una clase política (de todos los partidos) anquilosada y con poca interlocución con la sociedad y en especial con los jóvenes. Las estructuras de los partidos políticos llevan décadas excluyéndolos; por lo tanto, hay varias generaciones aplastadas porque los partidos no cambian ni articulan formas de relacionarse con los jóvenes.
Por lo tanto, estamos frente a un escenario inédito del comportamiento electoral de los jóvenes, ya que el abstencionismo juvenil en México ha sido tradicionalmente alto, llegando incluso al 75% en elecciones intermedias.
Por primera vez en una elección presidencial es posible que el “bono demográfico” exprese el peso de los jóvenes en el padrón electoral. De acuerdo con el listado nominal, 3.4 millones de jóvenes de 18 y 19 años van a votar por primera vez. 10 millones más de 20-23 años votarán por primera vez en elección presidencial. Son casi 14 millones que incidirán en la elección. Hay que anotar que Felipe Calderón se declaró ganador oficial con 15 millones de votos. En total, el sector de jóvenes hasta 29 años representa el 30% del listado nominal.
Estos jóvenes que se han convertido “en los indignados mexicanos” pueden hacer que se le caiga la elección al candidato puntero; así como en España, Zapatero y el PSOE perdieron la elección por la influencia y las protestas de de los jóvenes. Si deciden salir a las urnas a expresar su indignación con la fuerza del sufragio, los escenarios electorales pueden ser muy distintos y más si consideramos que el porcentaje de ciudadanos que se muestran indecisos es un porcentaje muy alto. Mi correo: [email protected]