- Entregaron premio Poesía Aguascalientes en su cuadragésima tercera edición
- “El dinero regresará porque los zacatecanos cabales dejan su dinero aquí”
Los nervios, la emoción y la “piel de gallina” de Javier Acosta Escareño se dejaron ver a través de sus palabras como si cada letra pronunciada fuera traslúcida y a través de ella se hubiera visto su corazón ardiente y su alma en regocijo. Era la noche del libro del abandono, ese que don nadie soltó de entre sus dedos para dejarlo vivir por su cuenta y de pronto lo sorprendió con el Premio de Poesía Aguascalientes que como es tradición fue entregado en el Teatro Morelos en su cuadragésima tercera edición.
Fue una triada de “viejos lobos de mar” de la poesía los jurados, Juan Domingo Argüelles, Antonio Cisneros y Tomás Segovia, expertos no sólo por el tiempo dedicado sino sobre todo por la intensidad de sus horas hacia la poesía. Ellos decidieron que era el libro del Abandono, quien luego de hacer una selección inicialmente de seis libros y finalmente de tres que se debatieron la entrega de este premio, fue finalmente la obra del zacatecano Acosta Escareño el que terminó por conquistar a esos tres espíritus aún antes de saber el origen geográfico del autor.
Para Juan Domingo Argüelles el nivel de participación en este certamen de poesía es sólo una muestra de que la poesía no está en crisis, independientemente de la calidad, fueron en total 321 trabajos. La cantidad de participantes refleja además el interés por participar en convocatorias, no sólo por el monto económico que ayuda al poeta a resolver cuestiones menos poéticas pero presentes, es también una competencia de prestigio donde los poetas mexicanos pueden tener un referente de los alcances de su obra y en el caso de resultar ganador le traerá una satisfacción.
El libro del abandono, lo calificaron los jurados como un libro místico curiosamente escéptico; esto último lo dijeron luego de un largo diálogo donde concluyeron que lo que más hay en el libro es una enorme vitalidad, una forma de enfrentar la vida con alegría, con entusiasmo, pero también con cierto escepticismo con la seguridad o inseguridad de todos los días.
El autor aporta la capacidad de verse a sí mismo y ver a los demás como parte de una experiencia cotidiana de aprendizaje, hay elementos religiosos pero no desde un punto de vista dogmático porque hay ciertas cosas que no pueden verse de manera prosaica y lo que eleva por encima de los seres vivientes es la capacidad para tener dudas. Acosta Escareño hace dudar de estas formas de seguridad que las personas alimentan, hay que dudar de las propias certidumbres.
Quien se autonombró como no poeta para ser capaz de escribir poesía fue homenajeado precisamente por esa capacidad, la de lograr elevar a un nivel de lenguaje sensible, hermoso, ligero y pesado como el viento y el acero en el fondo del mar a un tiempo.
En la ceremonia de premiación el propio autor dijo que era un placer que haya sido este libro el ganador. Sus premisas lanzadas al aire como una forma de poner los pies sobre la tierra porque dijo algo “muy fuerte nos hemos tomado que vivimos narcotizados, estamos preocupados por poseer e incluso la vida de las personas se vuelve objeto cuando en realidad lo que hace falta es celebrar al otro”.