¿Cuántos Aguascalientes hay? Aparte, claro, de los que existen en Chiapas, en Sacatepéquez, Guatemala, en Perú, última escala antes de ascender a la zona sagrada de Machu Picchu, y en otros lugares de los que no me he enterado. Tal vez el cuestionamiento le parezca impertinente; inútil, porque la respuesta sería obvia: uno. Pero en verdad os digo que el asunto es más complejo, y que la respuesta puede ser insólita.
Pero hay otra pregunta, emparentada con la anterior: ¿Qué es Aguascalientes?, y quizá en adelanto de una respuesta vengan a su mente algunos iconos que evocan a nuestra ciudad: la plaza con el águila de alas desplegadas, haciendo equilibrios en la esbelta cúspide de la columna para no caerse, mientras se empeña en derrotar a la serpiente, el Palacio de Gobierno y su fachada de piedra colorada y sus murales provocadores, la catedral y a su lado el Teatro Morelos, la estación del ferrocarril y sus alrededores, el jardín de San Marcos, el del Encino…
Sí… Esta es, digamos, la ciudad histórica; tradicional, la de la diversidad arquitectónica, y banquetas más o menos amplias, templos antiguos, etc.; la ciudad poco segregada. Pero si se fija, al oriente de la Avenida Aguascalientes, se extiende lo que bien podríamos considerar como otra ciudad. ¿Y qué me dice de la ciudad del poniente, la de las Huertas, La Barranca?, por no hablar de la ciudad del norte, la que de una manera insufrible llaman algunos zona dorada, o la del sur. En fin, que yo creo que hay varios Aguascalientes.
Pero además hay otra manera de vivir la ciudad, de experimentarla, tan interesante o más que la anterior porque señora, señor: la ciudad, como usted, como yo, tiene distintos humores, distintas maneras de comportarse y ser percibida, todo según los meses, los días, las horas y las zonas. Está, por ejemplo, la ciudad caótica, la ciudad limpia, la sucia, la del amontonadero de personas, la del relajo y la celebración, la horrenda de los infernales ruidos que surgen de los antros, la desordenada, la de la arbitrariedad, pariente de la anterior, la del descanso, la que sufrimos, la que disfrutamos,…
Por mi parte, una de las que más me gusta es esta que muestra la imagen, la ciudad en la que las personas salen de sus casas en la noche, hacen un poco de ejercicio, o van a cenar y aprovechan el momento para relajarse y compartir su jornada, su vida a la luz del Sol, y lo hacen en paz. Es la ciudad de mi vida; la ciudad de la convivencia.
En verdad os vuelvo a decir, que hay muchos lugares donde esto no es posible, y no me refiero a Ucrania, o a la Franja de Gaza. Aquí cerquita hay zonas donde resulta casi imposible ver escenas como esta y hay que estar preparados para lanzarse pecho a tierra.
La imagen corresponde al camellón de Canal Interceptor esquina con Avenida Universidad. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].