En esta segunda y última colaboración dedicada a comentar el escándalo en que por desgracia se ha visto envuelta la Universidad Autónoma de Aguascalientes por la felonía de funcionarios que traicionaron la confianza de la comunidad universitaria que les otorgó un cargo administrativo de confianza, terminaremos -como lo anunciamos- comentando la columna “Así es esto”, cuyo autor es nuestro colega Rubén Díaz López, publicada en nuestro diario LJA.MX el pasado día 9 bajo el título “Si la UAA es deshonesta ¿dónde queda la esperanza?”.
Aclaro, antes de empezar, que no se trata de hacer leña del árbol caído sino de analizar objetivamente el problema con el propósito de llegar a conclusiones constructivas y, si es posible, aportar observaciones que contribuyan no a restañar en forma simplista el daño provocado -porque como reza el dicho “palo dado ni Dios lo quita”- sino recomendaciones que favorezcan no el crecimiento sino el perfeccionamiento de la estructura y funcionamiento de la Institución en su proyección futura -que si no mal recuerdo fue creada para albergar no más de 15 mil estudiantes- tal como es la obligación de todo aquél que se considere digno de ser universitario.
Por eso quiero aclarar, también, que no todos mis comentarios serán para coincidir con los del compañero Díaz López, pero sí para obtener, de su confrontación, posiciones constructivas, como es la siguiente:
Empiezo por el título: “Si la UAA es deshonesta ¿dónde queda la esperanza?”, que en cuanto lo vi me recordó el grave error que cometí en Septiembre de 1977, cuando dolido por las recientes arbitrariedades cometidas por el primer rector de la UAA para destituirme de todas mis cátedras por pronunciar un discurso, publiqué la revista Cátedra número 4 con un titular en la portada que decía, con letras enormes, “Universidad retrógrada”, cuando el retrógrada era el rector.
Porque como dice el propio compañero Díaz López, “Deshonestidad, cualquiera diría que deberíamos achacarla a las personas y no a las instituciones” y se queja de que después de una semana en que recibimos la noticia gracias a un diario español, no hubiese una respuesta institucional.
Al respecto, recuerdo que desde el año 2018 por lo menos, los diarios nacionales informaron que de las gestiones que los estafadores estaban haciendo en las universidades autónomas -aparte de las instituciones oficiales- solamente la de Aguascalientes y la de Yucatán estaban en trámites para establecer el compromiso, es decir, en las que encontraron circunstancias favorables -léase funcionarios desleales- para culminar el fraude participando en él directamente o haciéndose de la vista gorda; pero recordemos que por encima de los involucrados hay siempre un supremo responsable que no puede pretextar nada y que en este caso es el rector en turno.
Por otra parte, la actual titular de la Rectoría convocó el día 11 al Consejo Universitario a una reunión extraordinaria dedicada exclusivamente para darle a conocer el informe del estado que guarda el Fondo de Estabilización y Contingencias que seguramente ordenó en cuanto se dio a conocer públicamente la noticia de que la UAA había sido estafada, anunciar la destitución de quien hasta entonces había sido jefe del Departamento de Análisis Financiero y Control de Gestión -a reserva de continuar aplicando las sanciones que determinen las investigaciones, como es el caso de la segunda destitución, en este caso de la titular del Departamento de Presupuesto y Administración Financiera, de lo que dio cuenta nuestro diario-; dar a conocer las gestiones legales que se deben cumplir en casos como éste y anunciar el estudio de las medidas a seguir para evitar la repetición de hechos similares.
Pero si hurgamos más a fondo, es fácil llegar a la conclusión de que las medidas reglamentarias establecidas desde un principio pudieron ser redactadas intencionalmente para ocultar hechos parecidos, pues el primer rector resistió por mucho tiempo nuestras exigencias públicas en el sentido de que movía a suspicacia el hecho de que se negara a aceptar la ejecución de auditorías que demostraran el buen manejo de los abundantes recursos que se obtuvieron cuando se cambió el nombre del Instituto por el de Universidad.
No las instituciones: sí las personas. Entonces, la responsabilidad de los actos sí es de las personas. Y si bien tardíamente por el ocultamiento falaz, finalmente la Universidad ha desnudado a los responsables.
Los verdaderos responsables. La Universidad no puede ser deshonesta ni retrógrada; si lo llegara a ser, automáticamente desaparecería o se convertiría en cualquier otra cosa porque sus fines no serían los que establecen sus principios. Y los únicos que pueden destruir la Universidad son sus integrantes, que son personas.
Una de las definiciones más breves y certeras que conozco es la que dice -cito de memoria- “Universidad es la comunidad de estudiantes y profesores para la organización del saber.”
Si damos por buena esta definición, entonces nos será fácil concluir que los verdaderos dueños de la Universidad son sus estudiantes y sus profesores; y éstos deben ser quienes determinen quiénes, dentro de ellos mismos, deberán administrarla.
Si los administradores son acertadamente electos, la Universidad prosperará y nadie podrá torcerla.
Si los administradores son seleccionados erróneamente, la Universidad decaerá. Y aquí pueden ocurrir dos efectos: si la comunidad universitaria corrige su error, la Universidad permanecerá; pero si la comunidad universitaria no lo corrige, la Universidad no solamente decaerá: simplemente desaparecerá, aunque siga existiendo de nombre.
Por tanto, la verdaderamente responsable de lo que ocurra en la Universidad al final de cuentas, para bien o para mal, a mi juicio, es la comunidad universitaria.
Y lo que yo veo, lamentablemente, es que la comunidad de profesores y estudiantes de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, poco se preocupan de los problemas que la aquejan.
Pero lo comprendo, porque desde que se cambió el nombre del Instituto de Ciencias por el de Universidad, la represión para la comunidad estudiantil y magisterial pensante fue tan grande, que se quedó acostumbrada a comportarse como si fuera una institución de enseñanza privada, en donde lo que manda es el dinero.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina
Fe de erratas:
En el primero de los dos números de Cátedra bajo el título de “UAA ¿deshonesta?” 1 publicado el pasado viernes 13, la versión de LJA en internet salió completa; sin embargo, en las versiones impresa y en ISSUU tuvieron un hueco consistente en la falta de un párrafo; se trata del que debe ir al final del titulado ¿NOMÁS 207 MILLONES?
Dicho párrafo a la letra dice:
¿UNA ESTAFA LEGAL? Otra afirmación del director de finanzas en la citada entrevista del día 6, consiste en que “al ser la UAA un organismo público descentralizado estatal con autonomía sobre el manejo de su patrimonio, está facultada para realizar este tipo de acciones, la cual se realizó de acuerdo a la normatividad institucional”.