El gratamente sorprendente futbol femenino (del que ya hablamos al menos en una entrega anterior de esta columna que ve la luz de vez en cuando gracias sobre todo, a la buena fe y mejor voluntad de nuestro amigo cómplice y director Aguirre y su comprometido equipo de periodistas y administrativos) pasa ahora por su mejor momento en las Españas. Prueba de ello es que ellas hicieron un brillante torneo mundialista, culminado con éxito en la gran final frente a las inglesas. Efectivamente, esas admirables chiquillas golearon a Zambia y a Suiza y vencieron con clase y autoridad a Países Bajos y Suecia, aunque es verdad que en la fase de grupos también fueron goleadas escandalosamente por las más sorprendentes (si cabe) pero al final frustradas japonesas. Y vimos a una España multicultural, diversa e integrada, como es ya de hecho la sociedad española, logrando cosas muy importantes. Así, La Roja, ya con una estrella en su palmarés masculino, tiene ahora también unas merecidas campeonas del mundo, pues tras un partido casi impecable frente a una brava y técnica Inglaterra, se coronó y levantó el trofeo que así lo acredita por primera vez en su historia, mediante ese zurdazo implacable, lleno de ambición y coraje deportivo de la gran Olga Carmona a los 33 minutos de juego, para que las dirigidas por el ahora ex técnico Jorge Vilda derrotaran a “las leonas” inglesas, que son para más señas, las actuales campeonas de Europa. Un penal fallado por la ya mundialmente famosa jugadora del Pachuca, Jeni Hermoso en el segundo tiempo, pudo haber aumentado la diferencia, pero la gran parada de la inglesa Mary Earps (elegida la mejor arquera del Mundial) sólo puso un poco de suspenso a un partido emocionante hasta el último minuto. Las españolas brillaron con luz propia venciendo a una Inglaterra de la que cobraban merecida revancha deportiva, que a su vez las había eliminado en la Eurocopa de 2022, en cuartos de final. Y tal vez esto sea lo más destacable del triunfo ibérico: la enorme capacidad de las jugadoras de emocionarse con el juego y así, de emocionar a millones de espectadores y espectadoras en el mundo que ahora quieren ser como ellas. Y no es para menos, porque nos han regalado un enorme ejemplo de amor propio y de valor deportivo, aunque no solo. Más meritorio es el campeonato porque el camino extra deportivo no fue fácil para las jugadoras, pues ya antes del mundial el equipo nacional español había tenido problemas para su integración y trabajo, derivado sobre todo del autoritarismo con tintes machistas de federativos y directivos, tal y como luego quedaría expuesto con toda claridad.
Pero no hay día perfecto, porque ahí en la final, en vivo y en directo estuvo presente un protagónico y nefasto señor de apellido Rubiales, quien por entonces era presidente de la federación española y quien durante la transmisión de televisión del partido se hacía notar por una peculiar manera celebrar las jugadas españolas desde el palco VIP, agarrándose enfáticamente sus miserias a modo de festejo cual si fuera una gracia. Dicho señor lo hacía además, para enorme sorpresa y desconcierto de propios y extraños, justo al lado de la Princesa de Asturias, presente también en el palco junto a su madre la reina. Luego, visiblemente emocionado y quién sabe bajo qué efectos eufóricos, a Rubiales le dio por bajar a la cancha para sacudir y palmear confianzudamente a las jugadoras durante la premiación, rematando su inolvidable faena con un beso en la boca y tremendo achuchón forzado, nada menos que a la misma jugadora Hermoso.
La cosa no pasó desapercibida, vista la gran publicidad mundial del evento, y así, la gracejada de macho de cantina (al peor estilo del famoso arquero argentino “Dibu” Martínez) del indefendible Rubiales, se convirtió en polémica y agravio para la principal afectada y para todas sus compañeras, porque el tal beso no fue casualidad ni inocente festejo, sino la punta de una actitud machista reiterada tantas veces en tantos otros ámbitos: la del jefe que aprovecha su jerarquía para molestar y someter a sus subordinadas desde una posición de privilegio y poder. Es decir, de violencia machista. Y en el lío acabaron envueltos a favor y en contra del tal Rubiales personajes de los medios, las redes sociales, la federación española, el ministerio de cultura y deporte y las ministras del gobierno, los políticos, la fiscalía, el cuerpo técnico y jugadoras y hasta la madre del federativo imputado, claro está, en defensa de su tierno e inocente retoño.
Lo peor para este señor Rubiales y los intereses y “valores” que representa, llegaría cuando las jugadoras no se rajaron actuando todas a una, a pesar de que el imputado, ante su impresentable actitud, presionó y amenazó en privado, hizo campaña de medios a su favor valiéndose de su posición de privilegio, y aún se puso fulero en público, retando con no dimitir. Cabe preguntarse sobre la salud mental de dicho señor si así se mostró públicamente en una conferencia de prensa, pero lo bueno de todo este affaire es que al final se vio obligado a dimitir ante la amenaza de cese fulminante por la FIFA y el gobierno. Aunque lo cierto es que dimitió después de resistirse por varios días y semanas ante la creciente presión, primero nacional y luego internacional en apoyo a las jugadoras. Y no sólo eso, porque renunciar le habría salido barato. Rubiales ha sido denunciado por violencia machista ante la fiscalía española, ante lo cual llegó una cascada de renuncias y destituciones en la propia Federación y el equipo español, cuyo último capítulo se ha saldado con la dimisión del técnico Vilda, del secretario de la Federación. Luego vino la convocatoria a jugar contra Suecia, a la que ninguna jugadora campeona se presentó en principio como protesta por el acoso y la actitud de escarmiento de la Federación contra Hermoso y otras y a pesar de las amenazas de terminar ipso facto con su carrera deportiva si no se disciplinaban.
La anécdota es rica en enseñanzas éticas y tuvo final feliz, al menos por ahora. Pero lo más importante es que las jugadoras españolas no sólo nos han prodigado enormes lecciones deportivas que las convierten en ejemplo a seguir por millones de niñas y niños que juegan al futbol en el mundo, sino que han demostrado que su gran espíritu de equipo es congruente y que va más allá de la cancha. Juntas y unidas han forzado la renuncia de su impresentable presidente federativo, del técnico comparsa de Rubiales, y de otras personas que al amparo del poder y del privilegio medraban con la suerte de las jugadoras antes, durante y después del mundial.
Es así como estas Españas diversas, multiculturales y femeninas que juegan al futbol en 2023 mejor que nadie en el mundo, no tienen sólo una selección con una estrella. Tiene un equipo con valores, construído desde la valentía y la sororidad. Por eso el reciente partido contra Suecia y el posterior contra Suiza, ambos saldados con brillantes victorias, son más que sólo victorias. Son triunfos que abren el camino a un futuro más igualitario en el deporte y en el fútbol no solo en España, sino en todas partes.
COLA. Para los anales del fútbol queda la brillante manera como una negra aragonesa de nombre Salma Paralluelo y una gitana madrileña de nombre Olga Carmona, lideraron a su potente equipo y como marcaron dos goles que llevaron a su selección a la final y luego al campeonato del mundo. Sepa pues el casposo facherio de todas latitudes que España es mejor siempre que incluye su rica diversidad.
@efpasillas