Entre las tantas anécdotas e historias de El Aguascalientes que yo conocí, libro reeditado por tercera ocasión por el Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) de la autoría de Heliodoro Martínez López, destacan los recuerdos del tren como la llegada de un nuevo medio de transporte que no se sabía si era movido por mulas o demonios entre el fuego. Para las autoridades fue muy importante sacar a la luz este ejemplar.
Gustavo Vázquez comenzó diciendo que este fue uno de los libros más pospuestos por editarse y una edición de esta naturaleza es siempre pertinente porque siempre habrá gente que le gusta mirar hacia atrás, el pasado, las tradiciones e incluso ir más allá sentir algo de nostalgia por esos lugares que fueron y quizá no serán. La riqueza de este tipo de textos es que sirven para reconstruir el pasado, construir el presente y de alguna forma vislumbrar el futuro.
La materia prima de El Aguascalientes que yo conocí era la
“basurita” de los historiadores; es decir, todo aquello que en los
textos oficiales o reconocidos de historia no se incluye, pero no por
eso deja de ser interesante. Son precisamente elementos que aproximan
ante épocas o temporadas desde otras vías poco conocidas, comentó
Carlos Reyes Sahagún, quien también gusta de la historia e incluso ha
escrito sobre ella.
Como ejemplo de esos espacios que no siempre son mencionados en
textos oficiales es la Huerta Gámez, lo que ahí sucedió, dónde estaba,
por qué desapareció y cómo fue que su existencia o desaparición está
relacionada con el desarrollo de la ciudad. Para Carlos Reyes, leer un
libro como éste es una posibilidad de volver a esos lugares que ahora
no existen.
Un libro de historia de esta naturaleza es también un momento para
contrastar la ciudad. Sin duda este ejercicio surge cuando existe este
acercamiento, se ve un Aguascalientes que se ha ido y, más allá de la
nostalgia, también produce una preocupación por la ciudad de ahora que
se está saliendo de control y se está perdiendo.
La primera edición de este libro fue en 1977; la segunda, al año siguiente en 1978 y la tercera ahora, en el 2009.
Para la familia del escritor, comentó Felipe Martínez Rizo, hijo,
esta era una gran satisfacción para recordar a este autor que nació en
Ciénega de Mata y que hablaba de recuerdos que iban desde la época de
la revolución hasta poco antes de la primera publicación del texto.
Lo que Heliodoro escribía era, en su mayoría, cosas que recordaba
desde que era niño y un tío suyo lo llevó a la estación del tren y él
realmente se moría de miedo porque la servidumbre de su casa le había
dicho que los vagones del tren eran movidos por mulas o por demonios
llameantes, lo único que lo detuvo a observar el fenómeno del tren
andando, sólo porque su tío lo tenía tomado por la mano.
Gustavo Vázquez agregó una anécdota que aderezó la mística del libro
y dijo que en las primeras publicaciones este podía sólo conseguirse en
fotocopias o en los tianguis de libros antiguos pero a costos muy
altos. Para la dirección editorial esta fue una publicación muy
importante porque no son sólo libros para niños, jóvenes o escritores
incipientes, sino también para quienes gustan de la historia.