Pudo haber sido una velada excelente, pero… quizá la programación ofrecida para el Séptimo Concierto de la Temporada Primavera de la OSA no generaba tal expectativa, y menos cuando al ingresar a las instalaciones del Teatro Aguascalientes se nos amenazaba con un “simulacro de evacuación” (evento que pudo haberse suspendido por el “mal tiempo”). Como sea, retoma la batuta su director artístico Román Revueltas Retes, quien llegó al escenario, diría, más “comprometido” con el entorno. Y así inició su trabajo con la “sorprendente” interpretación de “La Serpiente que Habla” de Jorge Isaac González Prieto (físicamente presente en el lugar), y doy tal calificativo de, porque normalmente la OSA no se “acomoda” con tal clase de composiciones, pero ahora logró una plena conjunción de elementos, que entiendo dieron al trabajo del compositor un tratamiento justo y aceptable. De ahí precisamente el calificativo de “refrescante”, para identificar la entrega de hoy. Y aunque al maestro Román no le sean de su agrado las “huestes” perredistas, ¡Así sí!
Luego se dio paso al bellísimo “Concierto para Piano y Orquesta, en Sol Mayor” de Maurice Ravel. Y aquí el primer pero, pero no generado por los intérpretes en turno, sino por el todavía en parte “rupestre” público que mal asiste a estos lugares. Apenas se hacía la exposición del tema del primer movimiento (Allegremente) por el solista Alberto Cruzprieto, cuando el citado embajador de Turquía se comunica con alguno de sus empleados ubicados en la sala (seguramente persona muy importante, que no puede deshacerse de sus implementos “electrónicos”) para emitirle algún comunicado importante, y el cabrón “localizador” a todo lo que daba (y apelando a la indulgencia, espero que haya sido precisamente el “marcapasos” el que haya generado ese sonido, a causa de la emoción que cautivó a su “dueño” con el primer acorde de la obra). Esto, porque fue evidente, “desconcentró” al citado solista que tardó en reponerse del “impacto” generado, y una vez superado ello, se colocó adecuadamente en la “tensión” raveliana. Y al dar comienzo el segundo movimiento (Adagio Assai), otra “patada en la espinilla” al solista, ahora a cargo de un “hijito” que clamaba porque sus “queridos padres” lo retiraran de la sala, para dar salida a sus incontrolables necesidades de orinar. Y de nueva cuenta, “cuesta arriba”, sobre todo porque en este segundo movimiento el peso de la obra queda en el pianista. Lamentablemente (y habría que hacer conjeturas al respecto), aquí no se puede regresar, y dar la oportunidad de reiniciar el movimiento, por lo que ante tales “obstáculos”, de nueva cuenta la experiencia fue determinante para que los oyentes “serios” lograran disfrutar a plenitud la interpretación, adecuadamente concluida con el Presto Final. El Director tuvo en estos “imprevistos” la solvencia para apoyar y “cobijar” adecuadamente al solista, dándole a la orquesta el papel de adecuada acompañante, y destacándose en aquellas partes de la obra que le son propias. Así que Alberto Cruzprieto, ante lo vivido en tal ocasión, decidió mostrarnos en el “encore”, una pieza plenamente pianística y relajante para todos, como lo fue sin duda el “rag time”, conocido como “Pieza Tradicional”, y atribuido a George Gershwin, y que todos agradecimos, con excepción, supongo, del empleado de la embajada de Turquía y del “hijito” en cuestión.
Y en el segundo tiempo, se realizan cambios en la alineación, para llevar a cabo la muy fresca interpretación de la “Sinfonía No. 86 en Re Mayor” de Franz Joseph Haydn. Se retira Rafael Oscar Machado Ruiz, como Concertino, y deja su lugar (y otra vez bien cubierto) a Magdalena Hernández Jiménez, cambio que sólo operó en esta obra de Haydn. Aunque, sin que esto pueda considerarse determinante, siento que Revueltas “imprimió” una mayor velocidad a los tempos que se marcan, y más si nos atenemos a que el primero fue marcado como “adagio” en el programa de mano, y no inició de tal manera. Aún así, se disfrutó tal versión, sobre todo, porque ya no se presentaron las distracciones generadas en el primer tiempo. Y quiero pensar que nuestro director quería retirarse inmediatamente del lugar, para no ser alcanzado por el “incendio” anunciado para el final.
Y antes de explicar qué paso con Samuel Barber, confío hayan sintonizado Radio Universidad el pasado jueves, y haber podido disfrutar de la grabación realizada en el año de 1990, con motivo del “Mellon Jazz Festival” de la “Philadelphia Academy of Music”, y en la que intervinieron Jack DeJohnette, Dave Holland, Herbie Hancock y Pat Metheny. ¡Excelente!. Así que no olviden que el próximo jueves a las 22:00 Horas, les presentaré el contenido de la producción titulada “Tucumá” de Vinicius Cantuária.
Bueno. Los compositores estadounidenses, como es el caso de Samuel Barber, son, a excepción de George Gershwin (ya citado y mostrado en el concierto que se comenta), no fáciles de escuchar, en términos generales. Y al que nos ocupa, se le ha “encasillado” por su “Adagio para Cuerdas”, del “Cuarteto para Cuerdas”, Op. 11, que adaptó para orquesta a sugerencia de Arturo Toscanini, y posteriormente para coro mixto, y que tituló “Agnus Dei”. Pero lo programado para la ocasión, lo fue la “Meditación de Medea y la Danza de la Venganza”, Op. 23ª, compuesta sobre la tendencia propuesta por Igor Stravisnky. Y esta clase de obras, hemos dicho, se le “atoran” a la OSA, pero que ahora fue la excepción. Una más que aceptable versión, que nos muestra que tenemos la seguridad que, pese a los avatares políticos, tendremos en Aguascalientes, música sinfónica para rato.
Por último, agradezco a quienes han ocupado su tiempo para leer mis entregas con motivo de la Temporada Primavera de la OSA. Pero es claro que no las realizo para que con ello “derramen bilis”. Y es claro que pueden existir en el medio mejores comentaristas y mas ilustrados musicólogos al respecto, por lo que cierto estoy, que si se deciden a realizar sus crónicas, la redacción de “La Jornada” las tomará sin duda, y desplazará mi trabajo. Mientras ello sucede, estaremos aquí con motivo del Octavo Concierto. Hasta luego.