Estaba en un puesto de tacos cuando la dirigencia de Morena anunció la designación de Claudia Sheinbaum como coordinadora de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, mientras yo esperaba confirmación de una noticia que todos anticipamos; a mi alrededor el mundo vivía otra realidad.
En el puesto de tacos, dos mujeres coquetas chanceaban con los taqueros, quienes intimidados por los avances francos de las señoras, preferían perder la mirada en el freír de las carnes y el calor de las tortillas. A pesar de saber cuál era el resultado, tomé el teléfono para buscar la transmisión en vivo de la ceremonia, uno de los taqueros que descubrió mi movimiento hizo un gesto con la mano para que me detuviera, señaló la radio que cuelga del puesto y me guiño el ojo, en vez del noticiero, las bocinas escupieron música de banda o algún género que desconozco pero quienes estaban a mi alrededor reconocieron. Terminé mi orden de tacos y caminé por la glorieta de La Purísima sin saber si algún taquero cedió a las insinuaciones de la pareja de mujeres.
En el recorrido por la glorieta caí en la cuenta de que a nadie le interesaba la unción de Claudia Sheinbaum como candidata de Morena, en ninguno de los puestos sintonizaban las noticias, ni en la cenaduría ambulante o las chaskas, tacos, burritos, pizzas o hamburguesas, tampoco en los locales que rodean el templo de La Purísima, ni la dulcería, farmacia, peluquerías, el expendio de licores, veterinaria, tienda de abarrotes, cerrajería… encontré señales de que alguien estuviera interesado en la que se consideró la noticia más importante del día, ni siquiera el grupo de boleros que, junto con su servicio, ofrecen a sus clientes material de lectura mientras le sacan brillo a los zapatos. Nada, nadie.
Seguí el recorrido por calles aledañas para confirmar que a nadie le interesaba la noticia, caminé hasta la tienda de abarrotes donde siempre me quedo a platicar con la dueña, mientras me contaba sobre el estado de salud de su marido, en la pantalla que cuelga detrás de ella se reproducía un programa de chismes sobre el espectáculo, recordé los periódicos que ofrecen en la bolería de la glorieta, sólo material de nota roja, ningún ejemplar de los medios impresos que circulan en la entidad. Caminé hasta el primer anillo por Alameda, en todos los locales comerciales lo mismo, en ninguno de esos sitios sintonizaba algún programa de noticias, la oferta para los clientes se reduce a entretenimiento o reseña policíaca.
Las encuestas sobre los posibles candidatos resaltan el porcentaje de reconocimiento que tienen Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez sobre el resto de los personajes políticos, poca atención se pone al número de ciudadanos que indica no conoce a ninguna de las aspirantes, del 20 al 40%; en el recorrido que realicé me confirmó que es altísimo el número de personas que desconoce quiénes son las candidatas, peor aún, es enorme la cantidad de ciudadanos a los que les tiene sin cuidado qué ocurre en el ámbito político ni que en el 2024 se van a realizar las elecciones más grandes en la historia del país.
Hay millones de personas que no se interesan en la política, a las que no les importan las elecciones ni los nombres de los candidatos, millones que no saben quiénes son sus representantes en las cámaras de diputados o las presidencias municipales, les da igual quiénes son sus alcaldes o gobernadores, son incapaces de nombrar a algún miembro de los gabinetes y, en general, hacen su vida sin ejercer sus derechos y obligaciones como ciudadanos.
Lo simple es culparlos por su desinterés, son ignorantes porque quieren, sin embargo, la falla de origen es de quienes elaboramos el contenido noticioso de los medios de comunicación, nos hemos rendido a únicamente hablar a un reducido círculo, olvidamos el compromiso que tenemos con los lectores para brindarles la información necesaria para formarse un juicio sobre la vida pública.
Justificamos esta falta indicando que a las audiencias no les importan esos temas y sólo quieren entretenimiento, vencidos por la idiocia de la risa fácil, de los contenidos breves y apantallantes, del escapismo de lo fugaz, hemos rendido la función didáctica con que se debería participar en las redes desde un medio de comunicación para sumarnos a la difusión de memes y contenido ligero para no perder seguidores, en nombre de la necesaria levedad frente a los golpes de realidad confundimos ligereza con idiotez.
Regresé a casa a continuar con mi trabajo, seleccionar las noticias y el enfoque con que deben aparecer en LJA.MX, necio, empeñado en la certeza de que allá afuera hay alguien interesado, con la seguridad de que si lo hacemos bien, un día, podré recorrer mi barrio y encontrarme con ciudadanos buscando y compartiendo información.
Coda. “Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”, decía Michel de Montaigne, pienso mientras llego al punto final.
@aldan