Recordar es su oficio y por eso son esenciales - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La presencia de los cronistas es esencial, porque ellos, a diferencia de la sociedad en general, recuerdan y cuentan lo que sucedió, ya sea porque lo vivieron o porque investigaron sobre sus temas en documentos muy diversos y con testimoniales, muestra de ello es el olvido en el que los aguascalentenses tienen el movimiento ferrocarrilero, que fue una muestra de verdadero valor, unión e intención de revolucionar el trato hacia los trabajadores en el país, comentó Carlos Reyes Sahagún, que fue miembro del Consejo de la Crónica de Aguascalientes y ha dedicado su vida y esfuerzos a contar historias. 

De una manera figurada, Carlos Reyes ve al cronista como una persona que camina con una lámpara en la mano y alumbra cosas que les muestra con asombro a quienes vienen detrás de él. Alguien que dedica su vida a este oficio tiene un pie en la historia y otro en el periodismo, toma un poco de ambos y construye su visión de lo que sucede. 

Ahora que se cumplieron 50 años del movimiento ferrocarrilero, a Carlos Reyes le asombró el olvido en el que cayó este hecho histórico, pues en ningún medio de comunicación, revista o impreso se

publicó algo respecto a esta conmemoración, que para el cronista es tan importante dentro de la historia de las iniciativas sociales. 

“Yo rescato algo que me llama mucho la atención: el grupo de los ferrocarriles tenía toda la intención de dedicarse sólo a cuestiones sindicales y no querían tener nada qué ver con cuestiones políticas, que al final de cuentas se vuelven sólo una forma de control”. 

Luego de transcurridos 50 años, el movimiento se ve como una organización que pretendió romper la estructura corporativa del estado, del PRI gobierno, y todo lo que en ese momento significaba, “todo el mundo estaba atento a lo que sucedía con el sindicato ferrocarrilero, los telefonistas y los maestros y entonces la posibilidad se canceló”. 

Con la distancia, Carlos Reyes analiza las estructuras, intereses y tendencias de los nuevos sindicatos, y de los líderes que de pronto se han convertido en un lastre para el país y para sus propios agremiados, y entonces viene el cuestionamiento de qué paso con la historia, con los hechos. 

“Yo postulo que en el 59 el país tuvo una oportunidad de recorrer otro camino más dinámico, más justo para todos, había una real conciencia de la existencia del trabajador”. 

Más allá de que el movimiento haya muerto en aquel momento, ésta sería una sana ocasión para recuperar esa experiencia y hacer una reflexión, aunque en ocasiones son más los que gustan de olvidar. Sin embargo, es en esos momentos donde aparece nuevamente la imagen del cronista, quien pone el dedo en los hechos pasados que sirven como referencia, y que vale la pena conservar, para preguntarse qué haces tú con tu realidad cotidiana, teniendo como perspectiva estos hechos. 


Dentro de sus recuerdos trajo a la memoria una ocasión en que invitaron a Aguascalientes a jurados de Guadalajara o Zacatecas, y uno de ellos le dijo a Carlos una frase que a la fecha no ha olvidado: “La historia es una tía regañona, la crónica es una muchacha que ríe”. 

Esto para él significa que la crónica efectivamente, tiene rigor y compromiso con la verdad, aun con toda la subjetividad que implica; sin embargo, nunca se asemejará a la exigencia de la historia. 

Un cronista alude también al testimonio, está cerca de quienes vivieron los hechos, sus textos son el ingrediente que conforma la experiencia, es la forma en que se vivió la ciudad, lo que queda ella, son las historias.


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