La infancia, el despertar.
Rolando Rosas, de 69 años, nació un primero de abril de 1954,cronista y narrador, estudió en la Escuela Normal Superior y la maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Iberoamericana. Es el ganador del Premio de Poesía Iberoamericana “Konesh Arte y Cultura”, 2023. Nacido en Xochimilco maestro de literatura, expresión oral y escrita en UIA y de crítica literaria y literatura grecolatina en la universidad del Claustro de Sor Juana. Maestro de tiempo completo y coordinador del ciclo de conferencias ‘’El oficio del escritor’’. En la Universidad Autónoma Chapingo, colaborador de Cambiavía, Cantera Verde, Casa del Tiempo, El Financiero, Excélsior, La Troje, Periódico de Poesía, Plural, Punto de Partida, Revista de la Universidad de México, Semana de Bellas Artes y Utopía. Promotor insigne de la lectura, fue seleccionado entre 329 trabajos literarios de distintos países iberoamericanos.
Obra publicada:
En alguna parte ojos del mundo (1980)
Crónicas de San Jerónimo (1986)
Carajo quebrantahuesos (1989)
Perversa flor (1990)
Quebrantahuesos(1991)
El pájaro y la paloma (1992)
Herida cerrada en falso (1992)
Caballo viejo (1995)
Quimeras (1996)
Morder el polvo (1998)
Naguales (1999)
Tres pies al gato (2001)
El ruido de la infancia (2006)
Vagar entre sombras (2007)
Caballo viejo y otros poemas (2008)
Ojo por Hoja (2012)
Narrativa:
Libro de cuentos: Pájaro en mano (1999)
Compilaciones:
Cuestión personal: Selección de poesía latinoamericana (1992)
El llamado del deseoso: Cuentos para adolescentes (2000)
Amores chapingueros (2016)
Premios:
Premio Estatal de Poesía 1986, Estado de México, por Crónica de San Jerónimo.
Premio Nacional de Poesía Ciudad La Paz, 1986, por Caballo viejo.
Premio Nacional de Poesía, 1987, convocado por “El Porvenir”.
Premio Nacional de Poesía “Hugo Gutiérrez Vega”, 1990.
Premio de Poesía UAQ. 1992 por Herida cerrada en falso.
Premio Nacional de Poesía “Olga Arias”,1992, por El pájaro y la paloma.
Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta”,1998, por Naguales.
Escribe desde la edad de siete años. Es maestro en esculpir y cincelar sus metáforas con una genial sencillez, lleva casi toda una vida en el oficio de escritor, de poeta, de maestro, docente universitario en la Universidad Autónoma Chapingo.
El amor por la poesía, además de llevarlo en la sangre, nace del ejemplo de su abuelo Procopio, su mamá Chayo, doña Rosario Galicia. “La poesía está en todas partes; en el habla continua se asoma siempre, nos acompaña siempre, se trata de estar atento y escucharla, tomarla a manos llenas y darle voz a los sin voz, honrar a los chicuarotes de mi pueblo San Gregorio Atlapulco. Quiero decir que es importante integrar a la poesía en la cotidianeidad y leer mucho. El poeta piensa que los libros producen libros y para escribir es preciso aprender mucho de los grandes clásicos”.
Su inspiración:
“Mi abuelo era chinampero, de San Gregorio, alcaldía de Xochimilco. Trabajaba en las riberas del río, andaba descalzo, de calzón y blusa de manta. Era correo de Emiliano Zapata y de Francisco Villa. Curtido por la intemperie, el sol y el frío doraron su piel. Mi abuelo inspiró mi obra a lo largo de mi viaje, me enseñó el valor de la naturaleza y de la vida antes de la vida. Me llena de orgullo dedicarles mi libro de poesía a mi abuelo y a mi madre porque vieron por mí”.
Su obra ganadora:
El viejo del agua es un poemario escrito en cuatro partes, cuya extensión abarca 61 páginas en las que transcurre el tema del agua.
El libro está compuesto por cuatro partes: La primera parte se titula: “Viejo del agua”; la segunda parte se titula: “Agua respira; la tercera parte se titula: “Los cultivos de algunas plantas” y la última parte se titula: “La dalia negra”, la flor nacional de México.
El abuelo vivió en las riberas del río, cuando el agua era bebible y la civilización no nos había desencantado con su modernidad y sus selvas de cemento. Murieron peces, y todo vestigio de la vida marina. Mi abuelo, Procopio, sabía que en la naturaleza estaba contenida el humano – verso. Esa fuerza mágica de la obra del poeta viene desde niño, lo fue envolviendo hasta hablar el lenguaje del hermano río, y del abuelo sol, de los chinamperos de San Gregorio, de esas chinampas de forma rectangular, de su pueblo estoico, y sus costumbres, sus personajes, sus familias, sus luchas y esperanzas, de Atlapulco, de ese manantial hecho río de donde brota el agua y la vida misma.
¿A qué poetas admira?
Fui inspirado en mi vocación literaria en los talleres coordinados por el poeta guatemalteco Carlos Illescas, el poeta mexicano Juan Bañuelos, entre otros; también profundicé en la obra de grandes poetas como Sor Juana Inés de la Cruz, Francisco de Quevedo, Efraín Huerta, Ramón López Velarde, Federico García Lorca, Antonio Machado y toda la Generación del 27.
¿Conoce a algún poeta actual en Nicaragua?
Sí. Conocí al poeta Julio Valle Castillo y a Francisco de Asís Fernández.
¿Tiene usted algún ícono a quien admirar profundamente?
“A unos les gusta el fútbol, a mí me gusta escribir poesía. Tengo una especial devoción por Sor Juana Inés de la Cruz y por Pablo Neruda. Desde que fui docente, maestro de literatura en una universidad para hijos de campesinos, amé la obra de Rubén Darío”.
Así nos despedimos de esta breve entrevista mientras tuve la fortuna como el maestro Rolando Rosas me recitaba por teléfono el poema titulado Juventud, divino tesoro, de Rubén Darío:
Juventud divino tesoro
ya te vas para no volver
cuando quiero llorar no lloro
y a veces lloro sin querer.