Hay pocos dirigentes políticos en el país, tal vez muy contados y por no decir ninguno que tenga el ritmo de trabajo, de entrega y de presencia que el de Andrés Manuel López Obrador, esto no es nuevo y no la ha hecho desde que ocupa la presidencia –siendo el presidente más votado de la historia por si alguno se le olvida el dato-. Desde sus inicios en los movimientos sociales su tarea ha sido la de un verdadero dirigente, es decir, estar cercano al pueblo caminando el territorio, cuando fue oposición recórrelo sin aparato estatal, sin lujos, sin la organización calculada de las giras, al contrario con muchas incomodidades impuestas a los partidos de izquierda -por decir lo menos, sufriendo de violencia, espionaje y hostigamientos sistemáticos- también por si alguien se le olvida el dato.
No es casual que Andrés Manuel tenga en mente ante cualquier pregunta de los periodistas, el nombre de ríos, lagos o pequeños poblados, que pueda –como pocos políticos- citar los pueblos originarios de este país, a qué municipio o región pertenecen, en que presa se está trabajando, que pueblos beneficia, o en donde el Estado se ha hecho presente trazando caminos y nuevos hospitales, escuelas, centros de bienestar, él ha estado ahí, ha convivido con la gente, con el pueblo. El rasgo de que un político tenga en mente la geografía de un país no es menor, por que en cualquier sistema democrático el país se vuelve un tablero de ajedrez, de movimiento de fichas y de jugadas, el presidente lo ha sabido interpretar con una visión integral, podríamos nombrar esto como acupuntura política, ha sabido estratégicamente donde colocar alfiles y peones, tan es así que el movimiento que fundó es ahora es el más importante del país en cantidad de estados gobernados, diputados, senadores y número de votantes –también por si alguien se le olvida-. Recorrer el país tuvo y tiene sus ventajas, se habla con el peón, con el micro empresario, con las amas de casa, los estudiantes, se come en fondas o restaurantes, se pasa por casetas y se transitan caminos de terracería o autopistas de cobro excesivo, es decir, se conoce la complejidad de un país fragmentado en clases, en geografía, en climas, en idiosincrasias y ahí de alguna manera hay que integrarlo bajo un discurso, en esta caso el de la transformación. La estrategia del presidente en los proyectos emblemáticos de su sexenio no son casuales, obedecen a varios años meditados en caminos y rutas, en donde concibe integrar masas a su fuerza política, en saber dónde y cómo colocar esos proyectos, en que poblados, en que estados, a quienes beneficiaran las obras y las inversiones. Recorrer el mapa nunca es lo mismo que el territorio y este tal vez ha sido uno de los principales activos con el que desde Palacio Nacional ha manejado un país tan complejo y tan diverso.
Posiblemente -sobre datos oficiales- es el presidente que más giras internas ha hecho en el territorio nacional, después de una mañanera en Ciudad de México puede viajar a medio día a un estado y desde ahí recorrer tres o cuatro municipios o pueblos de la sierra de Oaxaca, de Guerreo o de Sinaloa para inaugurar obras, supervisarlas y revisar avances, ahí se encuentra con los responsables de ello y en el templete en turno repite pedagógicamente su visión de país. Lo anterior ha sido así desde sus primeros días en la presidencia, sin ruborizarse hay que admitir que ningún presidente de este país llevo el ritmo de trabajo y de compromiso que Andrés Manuel, que si dejamos afuera la discusión política –como si eso ingenuamente fuera posible- veríamos un hombre entregado a su trabajo, a su manera de vivir; la política. Tal vez también esto es lo que siega a una mayoría opositora –aunque en el fondo lo saben y es lo que les molesta verdaderamente- que ahí está un hombre entregado a una pasión, a una convicción genuina, a un patriota volcado en su deber para forjar historia, para pasar a ser un punto de inflexión en la vida política de este país, y cuando se presenta un hombre así con ese nivel de entrega y de convicciones en cualquier área de la vida pero sobre todo en política es un fenómeno único, capaz de marcar una era.
Sin lugar a dudas el político más influyente de lo que va de este siglo en nuestro país es el actual presidente, y eso no se logra en la oficina, en el despacho, en los salones o en los pasillos de los palacios, se logra madrugando, caminando, subiendo y bajando de camionetas, aviones, trenes, se logra conversando con el pueblo, en la tierra, en el campo, en las montañas, en las sierras, en las ciudades y las periferias pobres, se logra con décadas de lucha y de resistencia. Tal vez por ello todas las mañanas asistimos a escuchar algo que decir al presidente por que cada recorrido suma una historia, un dato, una visión, una solución posible a los grandes problemas de este país, ya que ahí estuvo el día anterior, y lo veremos también mañana por que incansablemente está entregado a transformar una nación.