- Desde hace una década el miedo secuestró este municipio jalisciense de Lagos de Moreno, donde es común el relato de gente que padece la desaparición de un familiar o de una amistad
- Tras el levantón de cinco jóvenes, ocurrido el 11 de agosto pasado, las calles de esta ciudad lucen abandonadas
Texto por Gloria Reza M.
El miedo se respira en esta ciudad y sus calles lucen casi vacías por la mañana de un día hábil; al ingresar a la cabecera municipal el tráfico es escaso y en los negocios se ven pocas personas, quienes evitan mirar a los ojos y hablar con extraños.
El temor comenzó hace poco más de una década, cuando se reportaron las primeras desapariciones de jóvenes, recordó una persona -quien por cuestiones de seguridad se omite su nombre- que sufre desde hace siete años por la ausencia de un familiar, cuando un comando lo privó de la libertad junto con otros siete muchachos mientras se encontraban de madrugada en una gasolinería de la colonia San Miguel.
Recuerda que el caso de su familiar fue una de las primeras desapariciones masivas en el municipio, pero no se hizo tan público por la desunión con los papás de las demás víctimas. En su desesperación, cuenta esta persona que habla con Proceso, rogó por ayuda a los propios delincuentes y uno de ellos le dijo que su familiar se encontraba con cuatro hombres y tres mujeres que trabajaban para la delincuencia organizada, pero el joven intervino para evitar que se llevaran a una de las muchachas, así que también lo subieron a uno de los vehículos.
La persona admite que su familiar levantado consumía drogas, por eso buscaba a esos jóvenes quienes no sólo servían de halcones, sino también de distribuidores. La persona supo que los muchachos no dieron aviso que pasó un vehículo con droga del grupo contrario, y eso les costó la vida.
En la plática que ocurrió afuera del templo de Nuestra Señora de La Merced, donde el 15 de agosto último a las seis de la tarde se realizó una misa a la que acudieron al menos 400 personas que padecen por la desaparición de algún familiar, el entrevistado lamenta que todos los presentes nunca se hayan unido para exigir a la autoridad que brinde seguridad y busque a sus parientes.
Incluso saben que en las orillas de la cabecera municipal se encuentran varias fosas donde estarían los desaparecidos. Sin embargo, nadie se atreve a alzar la voz, y sólo queda pedir a Dios por consuelo o mantener la leve esperanza de que algún día los regresen vivos. También explicó a Proceso que los jóvenes en la cabecera municipal no sólo fueron invadidos con las drogas que se distribuyen abiertamente, sino que también son víctimas de la disputa por el territorio que mantienen el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa.
Lagos de Moreno es peleada por los grupos delincuenciales debido a su ubicación, al estar en los límites entre El Bajío y Los Altos. Además, grandes caminos cruzan la ciudad: la carretera Panamericana y la Interoceánica Barra de Navidad-Tampico. Mientras que en Lagos de Moreno se inicia la vía de Los Altos hacia el Sur hasta Atotonilco, que entronca con la carretera Nacional México-Guadalajara.
El entrevistado dice que desde que llegó a gobernar el alcalde de Movimiento Ciudadano, Tecutli José Guadalupe Gómez Villalobos, quien tomó el cargo en 2018, pero fue reelecto para un segundo periodo que concluye en 2024, se acrecentó la problemática de jóvenes desaparecidos, y en especial porque los titulares a cargo de la comisaría provienen de Guadalajara y estarían presuntamente coludidos con la delincuencia organizada. Actualmente el comisario es Isaías Domínguez Ortiz, quien tuvo el mismo cargo durante el periodo del alcalde tapatío Ismael del Toro. Al cuestionarle por qué no aparecen casos de desapariciones en los medios locales, no duda en responder que la autoridad entrega una cantidad de dinero a los reporteros para que callen.
El mirador de San Miguel
Al acudir al Mirador de la colonia San Miguel, sitio del que se llevaron el pasado 11 de agosto a los cinco jóvenes identificados como: Roberto Carlos Olmeda Cuéllar, Diego Alberto Lara Santoyo, Uriel Galván González, Jaime Adolfo Martínez Miranda y Dante Cedillo Hernández, cuyas edades oscilan entre los 19 y 22 años, el sitio luce casi vacío de no ser por dos mujeres que conversan sentadas en un escalón, mirando a su alrededor como si fuesen vigías.
Cuando se les pregunta si saben dónde viven los padres de los jóvenes desaparecidos, llama la atención que una de ellas, de alrededor de 45 años, cargue un casco, y la otra trae un paraguas, ambas dijeron venir juntas, que no son vecinas, y que sólo están de paso.
Al tocar las puertas de las viviendas sólo se atrevió asomarse por la ventana una mujer que da indicaciones sobre dónde está la casa de una de las víctimas: a tres cuadras de El Mirador, último sitio en que se les vio con vida a los cinco jóvenes desaparecidos, y punto en que se halló mancha de sangre y cinchos en una de las bancas.
En el trayecto también se le pregunta a un vecino, un hombre de la tercera edad, si sabe dónde viven las familias de los jóvenes desaparecidos; pero él prefiere no responder y sólo comentar que no se mete con nadie, y que por seguridad se encierra a más tardar a las ocho de la noche.
Al llegar a las casas de los familiares de los desaparecidos sólo el padre de Roberto Carlos aceptó dar una breve entrevista, sin autorizar que se le tome una fotografía. Se limitó a decir que espera que su hijo, estudiante del sexto semestre de la carrera de ingeniería industrial de la Universidad de Guadalajara, aparezca con vida; y que, si no lo está, se conozca dónde están sus restos para darles santa sepultura.
Gómez Villalobos, impunidad en Lagos de Moreno
También solicitó que la autoridad no criminalice a los jóvenes, esto a raíz que el coordinador del Gabinete de Seguridad, Ricardo Sánchez Beruben, anunció que, debido a que un grupo delictivo, sin decir nombre, estaría detrás de la desaparición de los jóvenes, pedirá que la Fiscalía General de la República atraiga el caso.
Un amigo de los jóvenes desaparecidos dice a Proceso que vive con el temor de un día no regresar a su hogar; y considera que las calles lucen vacías por la inseguridad -y miedo- que se vive.
Explica que desde hace dos años él y otras personas aplican medidas de seguridad como compartir vía GPS su ubicación en tiempo real, llama a amigos o familiares para decirles dónde está y hacia dónde va, e incluso envía fotografías de donde se encuentra. La misma práctica de seguridad la realiza su familia directa antes de salir del hogar.
Comparte que al menos él tiene once conocidos, por ser amigos o vecinos que han desaparecido y “desgraciadamente nadie ha sido localizado”. Menciona que en la colonia San Miguel -donde desapareció el grupo de jóvenes- es nula la vigilancia de la policía municipal, y “es mejor que no entren porque también causan miedo”.
Tampoco siente seguridad con la presencia de la Guardia Nacional, la cual fue reforzada por segunda ocasión en marzo pasado, debido a que Lagos de Moreno padece de robos, desapariciones y agresiones a policías, incluyendo el asesinato en 2019 de su comisario Vany Rodríguez, en la colonia La Palma, lugar donde fue encontrada el martes 15 una casa de seguridad en la cual había indicios de que estuvieron los cinco jóvenes desaparecidos.
Lourdes, también vecina de la colonia San Miguel, dice a este medio que en su familia se contabilizan tres desaparecidos: en 2017 su primo Daniel Hernández, a quien se le vio por última vez en Cuesta Blanca; y en mayo 2022 su tío Miguel Ángel Torres y su primo Alan, a quienes sacaron de su casa ubicada en Misión San José, ninguno ha sido localizado.
De este último caso relata que su tío llegó a su casa en bicicleta, afuera lo esperaba un tortillero a quien le pidió esperarlo mientras “se echaba un taco porque tenía hambre”. Al interior de la finca estaba Alan y un amigo de él cuando llegaron unos sujetos armados que iban por su primo. Pero su tío intentó detenerlos, y se llevaron a los cuatro.
Denuncia que la situación de seguridad en Lagos de Moreno “está muy mal; se llevan gente inocente, y uno anda con miedo en la calle, se arriesga uno a que un día lo agarren por equivocación”.
Ella tiene dos hijos jóvenes, y les pide que no salgan por la noche a socializar. “Pero de todas formas lo hacen, y les digo que tengan cuidado porque se pueden encontrar con cada gente… que uno ni sabe si andan en malos pasos. Cuando no llegan les marco para preguntarles dónde andan, pero una desgracia pasa en un instante”.
Lourdes conoce a vecinos que han sido amenazados por la propia autoridad para evitar que sigan exigiendo que encuentren a sus familiares desaparecidos. “He sabido de varias familias, de la Ladera Chica, que los mismos del gobierno van y les dicen que ya no busquen, que mejor cuiden a los que tienen porque se los puede desaparecer, o sea amenazándote. Ya no sabes ni de quién cuidarte”.
Emergencia en Jalisco
El Comité Universitario de Análisis en materia de Desaparición de Personas de la Universidad de Guadalajara declaró que se vive un “estado de emergencia por la desaparición múltiple de personas en Jalisco”.
En un pronunciamiento que hizo público, el comité refiere que existe un patrón de privar simultáneamente de la libertad a jóvenes, como sucedió en junio con ocho trabajadores de un call center en Zapopan.
Mientras que, en la zona norte de Jalisco, en Ocotlán, se reportó la desaparición de los hermanos González Escalante; y en Encarnación de Díaz, las hermanas Saucedo Zermeño junto con Beatriz Hernández, además de los cinco jóvenes de Lagos de Moreno.
El comité explica que las desapariciones ocurren en municipios con una “alta incidencia de casos, y a menudo experimentan, junto a otros colindantes, episodios de violencia a gran escala y una permanente inseguridad. La situación de emergencia que se vive por estos hechos es innegable”.
Integrado por académicos e investigadores de la institución, el comité exige a las autoridades estatales atender la crisis de las desapariciones e implementar el protocolo de búsqueda para su pronta localización.