“Un acto de terror, de no sentirnos seguros en estos espacios de la ciudad que recorremos en el día a día” Claudia Elena Álvarez Ortega.
El templo de Nuestra Señora de los Bosques, en el corazón de un fraccionamiento de clase media alta, al norte de la ciudad de Aguascalientes lució abarrotado, aun así el silencio era impactante. El estupor. La tristeza. La incredulidad ante lo innegable: los días de la paz social habían terminado en Aguascalientes. La seguridad pública se había esfumado. El terror formaba parte de la vida cotidiana y había alcanzado a quienes durante décadas, habían dado cobijo social, con su estructura filial y comunitaria a la paz.
“Nos quitaron la tranquilidad de verte morir en paz” se escuchó en ese templo a mitad de la tarde, en voz de una hija que sólo sabía que era su padre el que yacía en el féretro. Ante una audiencia que minutos antes había formado largas filas para tomar la cristiana comunión; como buscando en el pan espiritual el consuelo para la aflicción que causó saber que un fallo de la seguridad a que debían obligarse las autoridades, posibilitó que con toda tranquilidad circularan individuos armados, asesinaran a mansalva y luego huyeran a pie sin ser molestados. Como buscando al comulgar, la redención de culpas que no son de las y los ciudadanos.
Juan Antonio Álvarez Flores, perdió la vida en la avenida Universidad en Aguascalientes capital, el pasado nueve de agosto a plena luz del día, en las primeras horas de la mañana. Su muerte fue antecedida por más de seis decenas de muertes violentas en lo que va de la administración gubernamental actual que está a un mes de cumplir un año. Luego del terrible suceso, se hicieron circular mensajes públicos con la intención de culparle a él, al propio Toño Álvarez, de la falta de seguridad en las calles ¡Total! Álvarez Flores ya no puede defenderse. Con la perversa decisión de mal calificar a las víctimas, para lograr bien calificar a los responsables de la seguridad ciudadana, se dejaron correr supuestas filtraciones.
Toño Álvarez, hoy no vive para defenderse de las acusaciones públicas post mortem con que se pretende excusar la falta de seguridad en Aguascalientes. Es por ello que este espacio, no tiene más opción que sugerir a las y los ciudadanos de esta tierra, que tomen las provisiones públicas para no ser difamadas o difamados como herramienta para expiar torpezas. Usted y yo, queridos lectores, apreciable lectoras, le debemos a nuestra familia un testimonio anticipado de nuestra propia valía personal. Un deslinde anticipado de la estulticia de las autoridades públicas, ante una posible muerte violenta de la que Dios nos guarde, pero que, dadas las circunstancias en Aguascalientes, es cada vez más probable.
Por si me matan
Me llamo Socorro Ramírez Ortega y por si resulto muerta en un hecho violento, no soy agiotista, ni usurera. No ando en malos pasos, ni tengo nada que ocultar. No voy a terminar mal tarde o temprano, ni “sólo yo sé en lo que ando”, porque no “ando” en nada malo.
Por si muero en un evento violento, a consecuencia de la falta de seguridad pública en mi natal Aguascalientes, no tengo vicios retorcidos, ni perversos. No le “ando buscando mucho”. No estoy deprimida, ni soy suicida. No atravieso por una terrible decepción amorosa y he superado con creces los conflictos en mi vida. No “debo muchas” y no “era de esperarse” nada.
Si me matan no es mi culpa. Es culpa de las autoridades que no sean capaces de salvaguardar mi integridad ciudadana.
Tantita decencia
Ojalá que ante algún hecho violento que me pudiera alcanzar en medio del clima de pavor en que vivimos, las autoridades correspondientes tuvieran el decoro de dejar en paz mi memoria, ese sería mi deseo. Pero es una exigencia, no una súplica, que tengan la compostura de dejar en paz a mi familia; ellas y ellos no merecen que el escarnio público le lave el rostro a nadie. ¡Tantita decencia!
¡Perdónalos Señor!
Esa tarde en el templo de Nuestra Señora de los Bosques, alguien pidió elevar una oración por “quienes le hicieron daño a un hombre de setenta y cuatro años”, y pidió que Dios llenará sus corazones (yo dudo que lo tengan) con mucho amor. “Los perdonamos”, salió del fondo del corazón de una hija.
A casi una semana de ese asesinato que cimbró a muchos, este espacio se pregunta si se debe orar por quienes en un intento de limpiar la propia casa, optan por ensuciar la de enfrente. Aquí sólo sabemos que con urgencia, debe llenarse la mente de quienes tienen en sus manos nuestra vida y patrimonio, con la humildad para reconocer lo que no marcha bien y la inteligencia para corregir el rumbo.