La peculiar personalidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha puesto en la palestra nacional de este año preelectoral a la senadora Xóchitl Gálvez Ruíz, quién, gracias a la rijosidad del huésped de Palacio Nacional, redireccionó su interés de contender por la candidatura a la jefatura del gobierno de la Ciudad de México a aspirar a la presidencia de la República de la alianza opositora Frente Amplio por México.
A principios de junio, López Obrador señaló en su mañanera que la senadora Xóchitl Gálvez estaba en contra de los programas sociales que su gobierno había impulsado. La senadora replicó que eso no correspondía a la verdad por lo que demandó su derecho de réplica, mismo que le fue concedido por una autoridad judicial, ordenando que la presidencia se le otorgara el 12 de junio pasado. presidencia negó el ejercicio de ese derecho y empezó la fiesta y los encontronazos entre López Obrador y Xóchitl Gálvez.
Desde entonces, en las mañaneras el presidente asumió el rol de promotor y jefe de campaña de la senadora, atacándola sistemáticamente muy al estilo lopezobradorista: visceralmente, sin fundamentos legales, y con recursos públicos. A los ataques del jefe del Ejecutivo, se sumaron automáticamente los políticos morenistas obligados, los bots oficiales en las redes sociales, la prensa chayoteada y los moneros asalariados de la Coordinación de Comunicación Social de presidencia, entre otros. La campaña de la 4t para promocionar y posicionar las aspiraciones de la senadora inició y ha sido catapultada exitosamente. Tan es así, que en tan sólo dos semanas el nivel de conocimiento y simpatías por la política hidalguense han logrado prácticamente empatar los números de la corcholata preferida de Palacio Nacional (habría que agregar que el carisma y simpatía de la doctora Sheinbaum no ayudan mucho a los intereses y propósitos presidenciales).
Sin embargo, habría que agregar que a cada ataque del Ejecutivo contra la persona de la senadora Gálvez Ruíz, ha encontrado una respuesta conforme a lo que la ley le otorga. Así, después de la cancelación a su derecho de réplica, Xóchitl ha identificado y fundamentado cada mención presidencial y ha ejercido su derecho a inconformarse ante la “autoridad” electoral, encontrando respuesta favorable conforme a la ley, lenguaje que el presidente López Obrador pretende no entender. Xóchitl publicó el 8 de julio en Twitter un mensaje donde relaciona al menos siete ocasiones que López Obrador la ha mencionado para atacarla. Más adelante la propia senadora, ironizó si esa insistencia presidencial no era un tácito reconocimiento de que la propia Xóchitl se había convertido en la “crush” del presidente o si él mismo no se había convertido ya en un “Xochilover”. Pocos días más adelante la senadora denunció al presidente ante el INE por violencia política de género.
A raíz de las denuncias de la opositora, la autoridad electoral resolvió que el presidente Andrés Manuel López Obrador tenía prohibido mencionar a Xóchitl Gálvez y al proceso electoral durante las mañaneras. Tenaz (o terco) como es el presidente, el viernes 14 de julio, señaló que él no había recibido ninguna notificación por lo que procedió a un nuevo ataque desde el púlpito presidencial, así que señaló que le “había llegado información” de que durante nueve años la senadora había recibido de sus empresas la cantidad de 1,400 millones de pesos, lo que provocó una reacción inmediata de Xóchitl y retó al presidente a comprobarlo, mediante la muestra de las pruebas correspondientes, que si lo hacía ella renunciaría a sus aspiraciones, pero que de no hacerlo él debía renunciar a la presidencia por mentiroso.
El presidente, lejos de amilanarse, le agregó a su arenga al término de su conferencia de prensa, la publicación de una serie de documentos “como prueba”, presumiblemente proporcionados por el SAT, y los dirigió a Claudio X. González para su “investigación” a través de su organización de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI. Xóchitl Gálvez respondió vía Twitter que, con esa publicación, el presidente había hecho un ‘perro oso’ pues violó diversas leyes y los montos mencionados ni siquiera llegaban a la cifra señalada por López Obrador, como él había acusado. Igualmente, Claudio X. González le respondió al presidente que MCCI no hacía investigaciones por encargo, y que, además, la presidencia estaba obligada, en tanto autoridad competente a iniciar esa investigación. Silencio presidencial.
Posteriormente, ese mismo viernes 14 pasado, el presidente tras la prohibición del INE de no hablar ni de la senadora Xóchitl Gálvez como del proceso electoral, vociferó que “Me quieren silenciar, no quieren que yo hable, ¿y dónde queda la libertad y el derecho de réplica? ¿Qué no son principios básicos de la democracia?” cuestionó. Le salió lo demócrata a López Obrador, con un pequeño matiz, dejó en el olvido su negativa a otorgar ese mismo derecho de réplica a Xóchitl Gálvez el lunes 12 de junio. Ah, “sólo vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, ¿verdad presidente?
La politóloga e investigadora Denise Dresser, en su cuenta de Twitter publicó que las tres “d” del presidente se condensan en tres circunstancias que no ha sabido manejar: desesperación, debilidad y desafío al INE. Agregaría que ellas surgen de una realidad que el presidente no pudo doblegar como él hubiera querido, y que hoy lo tienen en una situación que lo estresa sobremanera y lo convierte en un enorme riesgo para la democracia en el país. Ante este difícil escenario, políticos como el senador independiente Emilio Álvarez Icaza le espetó al presidente López Obrador lo mismo que éste le dijo en el 2006 a Vicente Fox: “Cállate chachalaca”, a manera de censura de los ataques presidenciales contra Xóchitl Gálvez desde que hizo pública su aspiración a la candidatura presidencial opositora.
López Obrador reclama principios democráticos sólo para él, sus adversarios políticos, en su entender, no merecen ese trato, ya que, en su imaginario, representan a una oligarquía resentida y voraz.
Derecho de réplica universal o ¡ya cállate chachalaca!