En este artículo inicio retomando algunas vivencias y apreciaciones del señor Marco Antonio de Luna Vega (mi abuelo), respecto a los cambios percibidos por él a lo largo de los años en el Cerro del muerto, derivadas de sus visitas consecutivas a este emblemático lugar de Aguascalientes, y en un segundo momento mi percepción personal.
En palabras de mi abuelo: “En el año 1994 comencé mi primera caminata en el cerro del muerto en busca de una paz mental y física que ansiaba encontrar. El punto de ingreso estaba señalado por una reja de hierro, pero en realidad se podía pasar por cualquiera de sus costados sin problema. A los pocos metros de superar ese ‘obstáculo’ comenzaban a aparecer algunos animales como caballos, vacas y algunas parejas de conejillos que se cruzaban en el camino, que conduce al pie de la montaña, sin temor alguno. Mi primer intento de ascenso fue por el poniente del cerro guiado por algunas personas que así lo recomendaban y caminaban por el lado más ‘fácil’. Me tocó ver que algunos vehículos intentaban subir, pero sólo lograban avanzar unos metros, pues lo rocoso del camino se los impedía. Grupos de familias se veían haciendo día de campo bajo la sombra de los árboles que en esa época eran fuertes y frondosos. El canto de las aves se escuchaba por todos lados, gorriones, cenzontles, cuervos, buitres y algunas otras especies alegraban el recorrido hacia la cima. Hoy, eso ya no existe. Los incendios, las sequías, el vandalismo, la falta de cultura de la gente que tira basura por todos lados, muestran grandes cambios en los últimos años en los caminos hacia la cima del Picacho: los pies del muerto. Otros cambios son notorios en los árboles, ya que antes lucían fuertes y con raíces profundas; sin embargo, ahora se ven secos o casi secos, sus raíces expuestas al sol y la falta de agua los está matando. En cuanto a los incendios, estos son frecuentes y casi siempre provocados intencionalmente por gente irresponsable.”
Por medio de esta sensible narración es posible darnos cuenta de las transformaciones que ha sufrido el Cerro del Muerto en estas últimas décadas, y puedo afirmar con toda certeza su veracidad, pues mi abuelo es testigo ocular de ellas, debido a los recorridos semanales que realiza en este sitio desde hace casi 30 años.
Cuando yo era niño y luego adolescente, él me invitaba a recorrer el Picacho y a veces llegar hasta la nariz del muerto. Ahí desayunábamos rodeados de árboles y pequeños arroyuelos. Ahora de adulto, le acompañó y he hecho equipo con él, además con mi tío-abuelo Miguel Martínez, y repetidamente platicamos sobre la sensación lamentable que nos invade al reconocer este lugar que está perdiendo su vivacidad ecosistémica, por qué la gente está matando la vida natural otrora existente en el cerro muerto, ya que es frecuente encontrarse con basura plástica casi por cualquier camino; viceversa, es complicado encontrarse con animales silvestres como venados, conejos, ardillas, lagartos o insectos peculiares que se llegaban a ver tiempo atrás. También estoy de acuerdo con mi abuelo en que el canto de las aves, que amenizaba el recorrido, ha decaído y que para escucharlo es necesario adentrarse e ir más allá de los pies del muerto.
Quien hoy visite este lugar, se dará cuenta de que, prácticamente desde el inicio del camino, prevalece el color negro en el suelo, ya que grandes extensiones de territorio han sido quemadas, supongamos por ahora que de manera inconsciente por algún visitante irresponsable. Me consuela pensar que las cenizas funcionarán como abono natural y eso ayudará a la tierra para que florezca a plenitud una vez que llueva, pero ¿qué pasaría si no lloviera? Entonces, nada justifica quemar un espacio natural y quien lo hace debería ser sancionado severamente, sobre todo ahora que las evidencias del cambio climático son tan evidentes y, por tal motivo, necesitamos conservar la mayor cantidad posible de espacios naturales, si a eso le sumamos que es un área natural protegida, la sanción debería ser mayor aún.
Por otra parte, se han hecho fragmentos privados en este sitio y varios de ellos anteriormente transitables libremente, ya no lo son. Esto genera en algunos descontento e indignación, pues, al tratarse de un área natural estatal protegida, no debería suceder esto, es decir que tenga dueños que impidan el libre tránsito de personas. Es notorio, además, el aumento de infraestructura privada que acaba con el horizonte natural, mismo que era visible desde la cumbre del cerro años atrás. Tengo ahora la sospecha de que la tierra quemada podría deberse a intenciones capitalistas privatizadoras, que tienen como objetivo conseguir el cambio de uso de suelo y con ello empezar edificaciones masivas en la zona que cuenten con albercas y campos de golf… ¡NO, no es una sospecha! Se está construyendo algo así muy cerca de este monumento natural, a pesar de que la empresa no cuenta con todos los permisos legales, sólo los que les prometieron en la campaña política pasada. En fin, a los capitalistas y aliados de la administración gubernamental actual poco les importa el daño futuro que provoquen al ecosistema y a los servicios ambientales que éste presta, pues solo les interesa aprovechar la coyuntura bandidocrática del momento para maximizar sus ganancias económicas, sin importarles que con ello se muera el cerro del muerto, sus alrededores y los habitantes de la, en otro tiempo, tierra del agua y el cielo claro.