JESÚS DE LARA. Con licencia de nuestros lectores, antes de continuar con nuestra serie me permito comentarle que los familiares, amigos, pacientes y colegas ex-preparatorianos estamos de luto porque nuestro querido compañero el güero De Lara -como le decíamos- ha muerto.
Lo recordamos en su primer domicilio de Juan de Montoro, hace cincuenta años, contando gota a gota los extractos con que preparaba sus fórmulas magistrales. Pero inquieto como era, no se quedó con lo que le habían enseñado cuando estudió su carrera; hurgó en cuanto libro encontró, viajó a Europa y conoció a grandes maestros que le abrieron otros caminos; investigó y dominó diversas formas de medicina alternativa y además sistematizó su trabajo a tal grado que una vez definido el diagnóstico del paciente, terminó produciendo en 30 segundos el gotero curativo mediante los recursos de cómputo más modernos que el dominio de la electrónica ha puesto al servicio de la humanidad.
Lamentablemente no encontró a quién transmitir su sapiencia, que lamentablemente se perderá si no hay quién la sepa descifrar para que la Farmacia de Lara continúe existiendo y brindando a los pacientes -especialmente a los que menos recursos poseen y que él solía curar de todas maneras- la salud perdida, en muchas ocasiones, por la pobreza, la insalubridad y la ignorancia en que la injusticia mantiene a muchos de nuestros paisanos.
Descanse en paz Jesús de Lara.
LA EDUCACIÓN EN AGUASCALIENTES. Durante la época colonial la enseñanza en todo el país estuvo estrictamente en manos de la iglesia Católica, incluyendo la universitaria; recordemos que nuestra primeras universidad, fundada en 1553, llevó por nombre Real y Pontificia Universidad de México y era la única; en la provincia la educación brillaba por su ausencia, pues ni siquiera había escuelas para párvulos.
En aquella época solo los potentados de provincia, generalmente grandes terratenientes que querían que sus hijos fueran ilustrados pero sin necesidad de que se trasladaran a la ciudad de México porque necesitaban que dominaran bien el manejo de sus propiedades, tenían la posibilidad de darles educación mediante educadores que les transmitieran conocimientos sin un plan establecido; incluso los había que contrataban, en Europa, instructores para los hijos varones que les enseñaran de política, de administración, de deportes como la esgrima, etc., e institutrices para que les enseñaran a las hijas mujeres alta costura o alta cocina al estilo europeo, que les instruyeran entre otras cosas en literatura, declamación, tocar el piano, comportarse en sociedad, juegos de ajedrez o damas chinas, etc., para que encontraran un buen partido entre sus pares. Así aseguraban la preeminencia de su posición económica y social para sus descendientes.
Solo cuando en el siglo XVIII llegó al poder el despotismo ilustrado de la francesa Casa de Borbón y en especial con Carlos III de España, se impusieron reformas académicas liberales que incluyeron materias científicas y frenaron la enseñanza escolástica del dogmatismo medieval, llegando hasta la expulsión de los jesuitas, medidas que trascendieron las fronteras de la metrópoli y llegaron hasta colonias como la Nueva España, la Nueva granada, etc.
Entonces los educadores herederos del humanismo español aprovecharon para establecer centros educativos públicos y gratuitos, para que estuvieran al alcance de todos los estudiantes independientemente de que tuvieran o no recursos económicos, tratándolos a todos por igual.
LA ESCUELA DE CRISTO. Uno de esos humanistas, acaudalado español de nombre Francisco de Rivero y Gutiérrez, aprovechó esa oportunidad para asentarse en Aguascalientes y fundar, en 1773, la primera escuela de nuestra historia con el nombre de Escuela de Cristo.
Sin ser clérigo pero sí un buen cristiano filántropo seguidor de la escuela humanista española, se sumó al esfuerzo de establecer aquella escuela de primeras letras totalmente costeada por él y dispuesta a recibir a toda clase de niños sin costo alguno, a fin de que tuvieran la preparación mínima necesaria para desenvolverse como buenos ciudadanos.
Pues bien: fue allí en donde Jesús Terán, quien nació en 1821 -precisamente en el año de la consumación de la independencia- hizo sus primeros estudios y quedó bien grabado en su mente que la enseñanza debe ser pública y gratuita, es decir, para todos por igual.
Esa Escuela de Cristo de fines del siglo XVIII, cuyo edificio se encuentra en la primera cuadra del andador Benito Juárez en el propio centro de la ciudad y suele utilizarse como espacio cultural, podemos apreciarlo gracias a que fue rescatado y restaurado con base en la sugerencia que le hizo allá por los años 80 del siglo pasado el recordado Joaquín Díaz de León -por entonces presidente de la Cámara de Comercio- al Lic. Jesús Eduardo Martín Jáuregui, quien luchó denodadamente para evitar que la propiedad se vendiera y se colocara en riesgo de desaparecer como un local comercial más.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina