“Somos un espacio, somos un tiempo, somos un instante difuminado como la niebla”.
Estimado lector de este reconocido medio de comunicación, con el gusto de saludarle nuevamente como cada semana, en esta ocasión quiero abordar desde una perspectiva filosófica la intromisión que genera la deconstrucción en estos días, el atisbo y el margen pletórico de dudas que sumerge el rumbo social, los escapes existenciales de la pretensión material y la difuminada claridad que existe sobre el sentido de la vida. Vivimos en momentos abstractos, momentos férreos que se apropian del rumbo y de la conquista, cuando el camino es áspero e incierto, es menester tener convicciones, pues suelen ser la únicas guías y brújulas que intervienen entre el destino y el deseo.
El reconocido autor español Miguel Unamuno, plasma en su obra Niebla un contexto y una reseña existencialista sobre el personaje de Augusto Pérez, quien encuentra un sentido de vida en una mujer, bien se dice que el amor es la única lucha loable que tenemos los seres humanos, pues nunca se va a perder, el amor no muere, el amor vence, es una fuerza más allá de la ideología y de la filosofía, es amor, y es un sentido apetecible de incrustar en la vida propia.
Pero algo sucede, algo crea una esencia disruptiva en la generalidad de las personas y es que, la identidad y el sentido de pertenencia han sido fragmentados, ya sea por las redes sociales o por los prototipos esquemáticos que se tiene para interactuar en un mundo digital, en donde la inteligencia artificial comienza a desplazar a los argumentos primarios de los seres humanos, y en donde la automatización comienza a desquebrajar los ideales de aquellos que dieron su vida por una idea mayor.
“Blanco el papel a la espera de la palabra, blanco el grito que se ahoga en la garganta, blanco el amor que no encuentra su salida, blanco el instante que se escapa entre los dedos” Octavio Paz.
La niebla se presenta en la sociedad cuando la política se ha hecho predecible, cuando ya todos saben que es la misma mentira en distinto discurso, la niebla es cuando el terror existencial de la soledad azota a la mayoría de las personas, por esa falta de sentido, niebla es cuando no existe ningún rumbo, el terror efímero de la contingencia estética de caminar sobre la nada. El poeta William Blake refería que la vida es como uno la ve, pero ¿Qué pasa si no la vemos?, cuando no hay claridad no se pueden ver las cosas, mucho menos se puede tener una creencia, se puede tener un silencio y un instinto de avanzar, no se sabe a dónde, incluso existe una náusea Sartreana que pone en peligro.
Estimado lector, es muy probable que el resultado de este texto sea mi propia confusión, sea la contundente incertidumbre que ciertas lecturas me han llevado a una nebulosa excelsa en la misma tesitura de una niebla existencial y filosófica, porque finalmente este texto es un auto diálogo, es una creación que posiblemente me sobrepase y me confunda, me difumine toda claridad y toda objetividad, justo como un poema de Octavio Paz o alguna novela de Miguel Unamuno. Todo comienza en el silencio, todo trasciende nuevamente en el silencio, es una apología, es la representación del mar que refiere que tarde o temprano nos desbordamos.
Cada momento y cada lugar es una oportunidad para poder rememorar, y de ver que efectivamente los seres humanos somos memoria, somos recuerdos, en cada instante hay una construcción que permite destrabar esa niebla, y entonces tal vez poder escribir una novela. Independientemente de cómo se extiendan las trampas del camino siempre debe de existir la perseverancia en el bien.
La niebla tiene la facultad de esparcirse, también tiene amplios alcances en los cuales los destellos de luz son alegoría de conocimiento, pues muestran el camino, la niebla enfría las intenciones, se apodera de los débiles, asusta a los ambiciosos, pero invita a los conscientes o a los que quieren despertar, pues es el sueño de los que están despiertos es la esperanza.
“Blanco el vacío que nos llena de esperanza, blanco el misterio de la vida y del universo, blanco el signo de la paz y la pureza, blanco como la nieve, la luz que nos alumbra” Octavio Paz.
Estimado lector, siempre habrá niebla, no siempre habrá luz, pero mientras allá deseo, los sueños serán muy parecidos a lo que pensamos sobre la verdad, entonces volveremos a caminar, retomaremos el aliento.
In silentio mei verba, la palara es poder.