“La democracia no es perfecta, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno que se haya inventado” – Winston Churchill.
Estimado lector de este reconocido medio de comunicación, con el gusto de saludarle como cada semana quiero aprovechar esta ocasión para hablar sobre la tesitura que expresa el premio nobel de literatura en 1998 José Saramago sobre la lucidez, pero sobre todo por la invitación que hace su obra a un ejercicio de introspección, y no me refiero específicamente a un ejercicio individual, sino la posibilidad de visualizar el contexto social que nos refiere.
Comienza con un ejercicio democrático en donde un porcentaje muy verdaderamente elevado manifiesta su descontento votando de manera nula, dicha situación genera estridencia e inestabilidad por parte del gobierno, se comienzan a presentar una serie de reyertas y de conflictos entre los operadores políticos, incluso al grado de inventar enemigos inexistentes con tal de culpabilizar a un agente externo sobre lo que estaba sucediendo, no obstante, algo estaba sucediendo y estaba siendo planeado y operado pocas personas. Algo extraordinario de las obras de José Saramago es que tanto en la obra que me permito citar como en el Ensayo sobre la ceguera, el autor recrea y construye un escenario en el que las dos obras llevan una relación, los personajes no son personajes de manera específica, es decir, son personajes identificados por sus profesiones e incluso algunos rasgos físicos, este tipo de prosa genera toda una reseña cognitiva e interpretativa de tamaño mayúsculo.
El preámbulo que se refleja tiene un vínculo directo con lo que pasa en los países en vías de desarrollo, abordando de manera específica el punto central de la democracia, pero existe algo más allá del simple planteamiento que se extiende como parte de un sistema político, me refiero al modo de participar, al modo de confluir, al modo de señalar, y al modo de tener una causa que vaya más allá del simple interés personal. Tiene que ver con la convicción y no con el interés, porque si hay algo que ha quedado muy claro en la democracia de México, es que estamos muy lejos de tener lucidez y que por ende nos encontramos en una ceguera generalizada.
Tener una ceguera colectiva implica despertar e incentivar a los demás sentidos, conlleva una persuasión interna para encontrar lo asequible que pudiera resultar una mejora, los autores como José Saramago suelen hablarnos entre líneas, tienden a presentar la realidad bajo esquemas crudos pero necesarios, polémicos y transversales. En muchas de las ocasiones es normal que se carezca de sentido colectivo, pues de cierto modo el sistema está diseñado para traspolar las intenciones de cambio y a quienes tienen una inercia contraria a la ya establecida, tanto en los preámbulos económicos, políticos, sociales e incluso académicos.
“La democracia no puede funcionar sin una prensa libre e independiente que informe, investigue y exponga la corrupción” Nelson Mandela.
Estimado lector quiero compartir con usted que la semana pasada fui invitado a participar como panelista en un evento organizado por el Instituto Estatal Electoral, el evento consistía en comentar y abordar bajo una dinámica afable una obra qué tiene que ver con la participación de los jóvenes en la democracia, y aprovecho estas líneas para aplaudir y felicitar a todo el personal del IEE ya que constantemente promueven este tipo de actividades, al evento acudieron aproximadamente cien jóvenes de distintas preparatorias.
Algo que llamó mi atención en el libro, fue que a las juventudes de nuestro país no les interesa participar en política, tampoco se sienten representados en el gobierno, y tienen la percepción de que tampoco le importan el gobierno, el libro tiene una investigación tanto cuantitativa como cualitativa bien estructurada, que nos lleva a reflexionar de manera diplomática sobre quién tiene la venda en los ojos, si el gobierno, los jóvenes, la sociedad en general.
Es menester tener lucidez para dimensionar que el grupo de personas que representan la mayor curva poblacional en nuestro país se sienten completamente ajenos a nuestra democracia. Es necesario tener la disposición y la firme convicción que un sistema político no se construye solo.
La obra de Saramago también nos muestra cómo el poder puede corromper a aquellos que lo ostentan, y cómo la unión de la ciudadanía puede llegar a ser la herramienta más efectiva para combatir la injusticia. Los personajes principales son mujeres valientes y fuertes que luchan por la verdad y la libertad, lo que hace de la novela una lectura obligada para todos los que creen en la igualdad de género.
En definitiva, Ensayo sobre la lucidez es una obra que te hace reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y cómo podemos luchar para construir un mundo más justo y transparente. José Saramago deja una huella imborrable en el mundo de la literatura con esta novela y su mensaje aún resuena en la actualidad. El tiempo es el mejor juez.
In silentio mei verba, la palabra es poder.