Llenar el zócalo pasó de moda, lo de hoy es llenar la CDMX, el tuit de un fervoroso de la Cuarta Transformación, Damián Alcázar, que intenta alabar la capacidad de convocatoria del presidente, reduce la concentración para celebrar el 85 aniversario de la Expropiación Petrolera a su verdadera dimensión: una conglomeración de fieles para alabar la figura de Andrés Manuel López Obrador.
El poder de convocatoria de López Obrador para llenar en Zócalo está fuera de duda, la respuesta de la grey tetratransformista al llamado del presidente es incuestionable, no importa el motivo de la convocatoria; hasta hace poco, el ánimo de esas multitudes era festivo, se trataba de demostrar que la revolución de las conciencias le había ganado a las minorías conservadoras y el país ya era suyo, el pueblo bueno se reunía para cantar, bailar y, sobre todo sonreír, porque ya habían ganado.
De un tiempo a la fecha, López Obrador ya no organiza festejos, convoca a los suyos para que lo defiendan, a un año y medio de dejar la presidencia, obligado a cumplir con su promesa de no reelegirse y ante la incapacidad para realizar los cambios constitucionales que le permitan controlar la elección del 2024, al presidente todo le duele, se queja de cualquier oposición a su voluntad, sin importar el origen o la representación de quienes considera sus enemigos, López Obrador urge a la manifestación porque sabe que el estruendo en la calle desvía la atención del análisis de la efectividad de sus políticas públicas y acciones de gobierno. Nadie cuestiona el sentido de una consigna, lo que importa es que rime.
López Obrador es víctima del reduccionismo de llenar la plaza en su defensa, presumir que se llena la Ciudad de México, es la victoria pírrica de una concentración masiva incapaz de competir con las manifestaciones en más de cien ciudades y millones de asistentes que piensan que hay que defender al Instituto Nacional Electoral; para llenar el Zócalo, la Cuarta Transformación tiene que movilizar a fieles de toda la República, pues ninguno de los dirigentes de Morena tiene la capacidad de organizar fiestas para López Obrador si no se cuenta con su presencia, siguen viviendo a su sombra.
López Obrador tuvo que prometer a su grey que la transformación continuará aún sin él, está asegurada la continuidad, con cambio, nada de zigzaguear, dijo el presidente, para acuerpar su promesa vana, nada asegura que sus corcholatas continuarán con lo que piensa es su legado, nadie puede garantizar que ejercerá el mismo estilo personalísimo de gobernar, por eso al día siguiente aseguró que convocará a cuantas manifestaciones sean necesarias porque es “con el pueblo que se puede avanzar”, una amenaza para quienes quieren sucederle, un recordatorio de que es a él a quien aman y piensa ser el poder tras el trono.
Víctima del discurso reduccionista del presidente, la concentración del 18 de marzo quedó reducida a la quema de un monigote con la figura de Norma Piña, magistrada presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de la misma forma en que se reduce la marcha en defensa del INE a un grupo de acarreados que no sabe a qué salen, o cuando se intenta deslegitimar las protestas de las mujeres organizadas por los actos vandálicos de un grupo, la violencia e ignorancia de un pequeño grupo manchó la veneración a López Obrador, por mucho menos se condena a los adversarios del presidente, por menos los fieles de la Cuarta Transformación descalifican a quienes no coinciden con los caprichos del habitante de Palacio Nacional; al rebajar la conversación pública al grito de consignas, hace mucho que los lopezobradoristas abandonaron la posibilidad del diálogo y ahora se concentran en la maroma que justifique la respuesta ciega de quienes atienden el discurso de odio que todos los días se lanza desde la conferencia matutina.
Triste destino el de los lopezobradoristas, pasaron de ser una multitud festiva a una jauría iracunda que debe lanzarse sobre cualquier presa que señale su amo, un dueño ciego y sordo al exterior, concentrado en su ego y empeñado en que la historia lo recuerde como el mejor presidente que ha tenido México, incapaz de empatía alguna este rey chiquito.
Coda. De Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, en la traducción de José Emilio Pacheco:
No me hablen de la sabiduría de los ancianos
Sino más bien de su locura,
Su miedo al miedo y al delirio,
Su miedo a la posesión, a pertenecer a otro,
A otros o a Dios.
La única sabiduría que podemos esperar adquirir
Es la sabiduría de la humildad:
La humildad es infinita.
@aldan