En la entrega anterior comenté que, siguiendo los criterios psicopedagógicos del crecimiento moral, la perspectiva del actuar personal cambiaba en el nivel convencional estadio 3, ya que se deja atrás la visión individual, propia de los niños, y se avanza a una que integra una perspectiva social, pero se actúa todavía, en cierta medida, con base en un estímulo proveniente del exterior, pues el comportamiento moral opera siguiendo las normas para evitar ser amonestado o denostado (criticado negativamente), no por convicción; es decir, se cumple mientras haya jueces (otras personas) que vean lo que se hace y cómo, cuando no los hay, puede o no actuar correctamente. Por ejemplo, supongamos que alguien hace una ampliación en su casa y, como es natural, se generan un montón de escombro del que hay que deshacerse una vez que se termine la obra. Quiero creer que patrón y trabajadores saben que el escombro es un residuo de manejo especial, es decir, no se debe tirar en los contenedores, ni en un baldío, ni en una orilla de la ciudad, sino que tiene que llevarse a un lugar autorizado por municipio. Imaginemos que uno de los albañiles que trabajó en esta obra tiene una camioneta pick-up y propone a su patrón llevárselo por un costo que previamente acuerden. Pensemos ahora que el patrón delega esta responsabilidad en su empleado, confiando que llevará el escombro a un sitio de disposición legal, porque le paga por ello.
Permítaseme pasar imaginariamente a la casuística y pensar en dos opciones de comportamiento de este supuesto trabajador. Primer caso, lleva los escombros al sitio legal porque está consciente que eso es lo debe de hacer, por dos razones: porque cobró por ello y por el bien de la comunidad. Segundo caso, a sabiendas de que su patrón no lo vigila, tira los escombros en alguna orilla donde nadie lo ve y cuidándose no ser descubierto (nuestros amigos Guardabosques de los Cobos, que vigilan el área natural protegida Cobos-Parga, batallan todas las semanas con este problema). Si actúa conforme al primer caso, su conducta responde a un nivel convencional estadio 4 en el que, recordemos lo expuesto en la primera entrega de esta serie, «se ha desarrollado la capacidad de adoptar la perspectiva de todo el sistema social», lo que significa que no está pensando sólo en el propio beneficio, en este caso el cobro realizado, sino en no traicionar la confianza de su patrón y en no tirar el escombro en zonas indebidas impactando espacio ciudadanos o incluso el medio ambiente natural. Si actúa conforme al segundo caso, muestra su falta de madurez moral (sin importar la edad biológica) y que está estancado en el nivel preconvencional, pues no dimensiona sus compromisos éticos, tanto con una persona específica (su patrón que confió en él y le pagó) como social y ambientalmente, en otras palabras, se comporta infantil e inmoralmente, a pesar de ser biológicamente un adulto.
El tema del crecimiento moral es un asunto realmente delicado, porque si las personas no maduran moralmente y la gran mayoría actúa infantilmente, es decir, no asumen con seriedad y responsabilidad sus compromisos familiares, laborales, profesionales, cívicos y ambientales; la sociedad puede permanecer indefinidamente es un estado pueril que sólo avanzaría bajo un régimen estresantemente punitivo que requeriría poner un vigilante para cada individuo y vigilantes para los vigilantes, lo que resultaría, por una parte opresivo y por otra absurdo. Así que lo mejor es asumir, cuando llegue el momento, nuestro papel de adultos y responder como tales, es decir, con libertad y responsabilidad.
No está de más decir que urge superar el estado infantil y de inocencia que nos ha caracterizado como especie; seguir pensando que el mundo es nuestro juguete y podemos hacer con éste lo que nos venga en gana. ¡YA NO! Problemas como la sobrepoblación humana, el cambio climático, el agotamiento del agua dulce, la contaminación de los mares, el amontonamiento de basura en los rellenos sanitarios (particularmente plásticos), extinción de especies, erosión de suelos, etc. Deben poner freno a nuestro consumo irracional y berrinchudo que sólo contamina cada vez más y acaba rápidamente con amplias áreas del planeta, sólo porque para nuestra especie, como dice el mapache RJ, personaje de la película Vecinos invasores, «mucho nunca es suficiente».
Hemos vivido en un analfabetismo ambiental del que urge que salgamos. Atender éste con criterios éticos y morales puede ser una vía para lograrlo, pues se echaría mano de la conciencia y no de la vigilancia, lo que nos convertiría, como señalaba Kant, en guardianes personales de nuestro actuar guiados por la prudencia; de esta manera, ubicarnos en los estadios intermedios del crecimiento moral que hemos venido empleando, comparándolos con nuestra consciencia ambiental. En la siguiente entrega culminaremos con este tema, repasando y revisando los niveles más altos a los que se puede llegar con base en el estudio en el que nos hemos estado apoyando.