Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle nuevamente como cada semana, quiero aprovechar la ocasión para abordar en esta columna una reseña del gran poeta Pablo Neruda en una breve relatoría que lleva a reflexión afable.
Poema 4 “Es la mañana llena de tempestad, en el corazón del verano, como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con viajeras manos. Innumerable corazón del viento, latiendo sobre nuestro silencio enamorado” Pablo Neruda.
La travesía entre la democracia y la dictadura de Chile había puesto al Senador Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, mejor conocido en el mundo de los sueños y los poemas como Pablo Neruda, en un estado de cansancio exorbitante. La dictadura le buscaba con fervor e impaciencia. Fue en uno de los burdeles de la calle General Rozzindoni en donde quedó dormido después de haber disertado 55 poemas, se durmió con las dos manos como si hiciera el ademán de levantar un hacha, se quedó dormido justo enfrente de una pintura con un estilo gótico en donde aparecían Noé, Jafet y Sidón, en la parte superior de una escuela.
El sueño de Pablo Neruda, lo llevó a una montaña en donde se lograba apreciar la Torre de Babel, recordaba que la historia refería el hecho tradicional de que los magos fundaron la institución en los desiertos de Caldea para dedicarse al estudio del hombre, algo similar a la exposición de la poesía, también de la naturaleza y de Dios, lo que propiamente se transcribe en los versos de las ciencias ocultas.
Es por eso por lo que los asirios y los babilonios en el afán egoico de tratar de llegar al cielo edificaron una torre elevadísima para observar el decanto de posibilidad visual, no entendían que el cielo no se conquista, solo se respira.
No culpes a nadie “Nunca te quejes de nadie, ni de nada, porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida. Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote. El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error, la soledad se conquista con la aceptación”. Pablo Neruda.
El poeta se preguntó, ¿De qué sirve una torre tan alta si los cimientos son la reseña de una clase oprimida física y académicamente, entonces no se busca no el progreso ni el orden, se buscan las loas y las lisonjas? En cada ocasión en la que el ser humano pretende ser un Homo Deus se pierden los equilibrios más sensatos y afables que imperan la igualdad y la fraternidad.
Neruda despertaba constantemente, sabía que le perseguían, sabía que no había un lugar seguro, pero entendía que en sus letra podía ser libre, y entendía que era necesario inspirar a las sociedades, era necesario mostrar el amor a lo grande, volver a sembrar el sueño de la esperanza por la aspiración, del mismo modo el respeto por la justicia, en ese debate ineludible del intelectual y del consciente, en donde se esgrime que no precisamente la ley es justa, y que no precisamente la justicia es la ley.
Quien le perseguía atropellaba constantemente a las personas con las que se había refugiado, trataban de ejercer el poder de un modo despótico y vertical, Neruda recordaba las palabras de Borges.
“Yo no hablo venganzas ni de perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”, pero la poesía y la retórica no son individuales, son generales, en tanto que, si existe un crimen y hay una victoria sobre él, es menester aplicar con honor la afable acción. La educación rehabilita al proletariado, la libera y le otorga nuevos bríos.
La de Torre de Babel ensalzó la sublime banalidad de los seres humanos, hubiera bastado un poema y que la palabra se pasara de generación en generación, las letras son la construcción que perdura, es la conquista y que libera a las naciones. Neruda gritó al espejo de aquel cuarto abandonado y juró que sus palabras serían la semilla para la conciencia de la propia libertad, sin importar la opresión o la respuesta las letras de las doctrinas deberían ser impresas sin coacción alguna.
Al salir y caminar por la fría calle que le ocultaba llegó a la biblioteca situada en la esquina, en la puerta se encontraba la inscripción OMINA TEMPUS ALIT. y del buzón de correspondencia cayó una carta que tenía el siguiente texto;
“Quiero que sepas una cosa, tú sabes cómo es esto: si miro la luna de cristal, la rama roja del lento otoño en mi ventana, si toco junto al fuego la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña, todo me lleva a ti, como si todo lo que existiese, fuera un recuerdo de un sueño”.
La poesía en sintonía con la filosofía son precursores de cambios, de revoluciones, de introspecciones y mejor aún, de meditaciones.
In silentio mei verba, la palabra es poder.