El crecimiento del autoempleo es una muestra de creatividad, trabajo en equipo e iniciativa, Teresa Reyes es un ejemplo de ello. Fue una afición por las plantas y el regalo de una maceta de diseño exclusivo para ella, lo que la llevó a pensar en hacer negocio haciendo unas especiales, con un toque totalmente artesanal.
“Mucha gente cree que las macetas no importan, como que sólo se fijan en la planta, pero yo siempre había pensado que sí eran importantes, al menos a mí me han llamado siempre la atención” destaca.
A raíz de ese interés tomo una serie de cursos relacionados con el tema, cómo moldear la cerámica, la fabricación de las macetas, el uso de las pinturas; todo parecía como hobbie porque en realidad ella siempre tuvo actividades alternativas, pero en realidad desde un inicio lo pensó como un ingreso importante de dinero.
Adoptar como un oficio la fabricación de macetas no fue sencillo, porque de hecho, en un principio la inversión fue muy significativa, tuvo que comprar toda la materia prima que iba a requerir y además el equipo para fabricar lo que serían sus nuevos productos. “Fue en realidad una cosa de valor, de decir lo quiero, aunque en realidad siempre he contado con el apoyo de mi esposo, Ernesto y esa ha sido una de mis más grandes fortalezas”.
Uno de los valores más importantes que Tere aprendió a través de este trabajo es el de trabajar en equipo, tener un compañero comprometido y además dispuesto para apoyarle. El proceso inicial no fue sencillo, no sólo por la falta de un capital considerable para la compra del equipo, sino también por la falta de experiencia en la fabricación del material. Hubo momentos al inicio en los que sí se sintió frustrada porque lo que hacía no le quedaba, pero eso fue hace casi dos años, ahora las cosas han mejorado mucho y de una forma muy ágil.
El material con el que fabrica y pinta las macetas, no lo compra en Aguascalientes, va a Dolores Hidalgo y para ella ir de compras es como ir de vacaciones, es un momento que disfruta de sobremanera para visitar otra ciudad acompañada de su esposo.
La primera ocasión que prendió el horno en su taller, fue toda una novedad, usarlo fue una aventura, obviamente las primeras piezas no fueron de primera calidad, sino todo lo contrario, pero poco a poco fue perfeccionando la técnica hasta lograr un trabajo más detallado que aún es perfectible.
Las piezas una vez moldeadas y pulidas pasan al primer proceso de horneado, duran alrededor de siete horas, a una temperatura que alcanza máximo los mil grados centígrados, al final tiene que dejarlos enfriando un período similar de tiempo, después se dibuja el diseño, se pinta, les coloca barniz, se vuelven a hornear y quedan listas.
Cada vez que hace una pieza hay una pregunta recurrente, ¿realmente está como para que le guste a la gente? Y la respuesta le ha venido poco a poco al ver cómo sus artesanías cautivan al observador.
Cuenta con dos puntos de venta que tiene para sus mercancías, uno en el Jardín del Encino, los domingos y la Plaza Fundadores con el tianguis cultural del colectivo Fusión Creativa.
El intercambio con la gente que compra ha sido también una nueva experiencia para ella, ha buscado hacerlo lo mejor posible y en cada una de las piezas que realiza hay fragmentos de lo que Tere es como artesana. “Siempre que me compran una maceta me pregunto a qué casa irá, qué planta van a ponerle, en qué lugar de la casa va a estar puesta”.
Ella, a través de este oficio creó ya para sí y su familia una fuente de empleo y tiene además un sueño, tener un vivero, vender las macetas e incluso tener en exposición artesanías propias del estado y de otros más.