Helen Escobedo, artista medioambiental de ascendencia aguascalentense - LJA Aguascalientes
22/11/2024

El arte era vida, respirar en libertad,

era comida, bebida, sueño y realidad.

HE. 

Tiempo ha, Helen Escobedo vino a impartir un taller sobre creación de instalaciones artísticas, al que acudimos varios productores plástico-visuales, en el Museo José Guadalupe Posada, perteneciente al Instituto Cultural de Aguascalientes, en esta ciudad.

Por aquel entonces, se daba en el estado un impulso importante a ese género artístico, que de manera institucional, arranca en el año 1992 con la exposición Montajes, la primera muestra dedicada exclusivamente a las instalaciones, la cual estuvo conformada por cuatro piezas, realizadas por igual número de autores locales, en el museo mencionado arriba, en las que para su confección se  utilizaron elementos y materiales naturales, algunos de ellos vivos, así como otros industrializados entrados ya en desuso, para su resignificación.

Otro referente al cultivo de esta práctica artística, tiene lugar en el Museo de Arte Contemporáneo de la entidad, con una serie de exposiciones anuales denominada Se Instala la Muerte, en el que confluyeron durante más de un lustro, creadores pertenecientes a los estados de la República mexicana que conforman la Región Cultural Centro-Occidente, integrada por Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas.

Por lo que se refiere a Helen, como funcionaria del Museo Universitario de Ciencias y Artes, MUCA, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, facilitó la gestión de exposiciones desde la década de los años 60, que abordarán temáticas de carácter ecológico, siendo ella igualmente, a través de su creación personal, la pionera de este tipo de producción artística en el país, que conjuntamente a su vocación polifacética en la esfera del arte, fue una infatigable promotora cultural que impulsó significativamente el arte contemporáneo mexicano a nivel nacional e internacional.   

Elena Escobedo Fulda, políglota, cosmopolita y nómada en el arte y en la vida, comprometida con su tiempo, incursionó de manera significativa durante un largo trayecto de su fecunda trayectoria plástica, en aquella vertiente del arte conceptual, en la instalación, la que utilizó como vehículo de comunicación para denunciar, señalar y expresar tópicos relacionados a la esfera política, la injusticia social, la vida y la muerte, la migración y al mismo tiempo, para evidenciar las problemáticas que acusa el medio ambiente en general, la naturaleza y la ciudad.

 


Al igual que sus colegas estadounidenses, los artistas mexicanos exploraron paralelamente canales artísticos alternativos para una creatividad que estallaba y se expandía en nuevos lenguajes para el arte contemporáneo: los environments, los ensamblajes, el happening, el performance, el Land art y la instalación, que requerían para su hechura y transmisión, de espacios hasta ese momento inusuales como los entornos naturales y urbanos, que los distanciaran del consumismo y la decoración a que eran reducidos por la galería y los museos, además del discurso social y contestatario implícito en sus obras.

Otro antecedente que marca sus preocupaciones estéticas y sociales, son las intervenciones artísticas en el espacio público, que tienen su origen en el proyecto de la Ruta de la Amistad desarrollado al lado de Matías Goeritz con motivo de los Juegos Olímpicos de México 68, que la colocan como una artista precursora en la exploración de los entornos urbanos, en el cual contribuye en ese circuito escultórico con la obra monumental Puerta al viento, participación cuyos afanes denotan la liga del arte con la vida al replantearse Escobedo, la función y la validez de la escultura en el espacio abierto, como punto de referencia reconocible que explicara e involucrarse a los ciudadanos y al entorno; o como vehículo para la manifestación de principios y aspiraciones colectivas, y como promotora de variadas facetas de la vida social.

Como he escrito en otros espacios académicos y de divulgación, a propósito de las instalaciones artísticas de Helen Escobedo, ella las diseña primordialmente para sitio y un público en específico, cuya concepción e ideas surgen igualmente del propio lugar a intervenir, crea vínculos y diálogos con los entornos debido a que se involucra e investiga sobre la historia, la cultura y el arte de esos espacios que intervendrá.

Construye sus instalaciones sin ideas preconcebidas. Las crea a partir de las problemáticas que el propio lugar sugiere, busca su espíritu y halla una solución precisa. Obtiene de ellos los recursos plásticos, que una vez concluido el periodo de exposición, los devuelve a su lugar de origen, ya sean orgánicos como hojas troncos, ramas, paja; o bien, inorgánicos o industrializados, como son los objetos encontrados, llantas, sillas, artefactos o simplemente basura, para modelarlos y reorganizarlos en un discurso renovado que enriquecen su vocabulario y sus posibilidades expresivas, pues además (parafraseando a la artista), busca integrar los temas y los conceptos al ambiente, retomando de las atmósferas, el color, los sabores, los ruidos o las vibraciones que esos sitios poseen y que le retroalimentan.

De ello resultan obras elocuentes donde se integran en un todo el lugar, el espacio, el tiempo y al sujeto en una experiencia estética multisensorial y envolvente que lo involucran e identifican emocional y socialmente, pues las temáticas que abordan son cercanas a la vida cotidiana de quienes habitan esos entornos, al igual que el material que le habla a la gente.

Cita a este respecto, el investigador Octavio Avendaño a Helen, quien precisa lo siguiente: “Cuando me invitaban a hacer una instalación yo no podía pedir que me trajeran tabiques o madera que ahí no se conseguían. Me dio por conseguir lo que sí estaba, lo que sí me regalaban, lo que sí me prestaban. Material que ahí se conoce y que le habla a la gente. Si es paja es porque ahí se produce, y si son paraguas es porque ahí hay una fábrica de paraguas. Eso me pone inmediatamente en contacto directo con la gente a quien le estoy haciendo la obra. La estoy haciendo para ser vista, no para jactarme yo, de que me eché otra instalación”.

Sus instalaciones potencialmente le aportarían al público informaciones para ir descubriendo por sí mismos, los porqués de la degradación del medio ambiente y de los entornos donde viven, sobre su medio, con lo que tomarán mayor conocimiento y conciencia del lugar y del papel que como agentes de cambio pueden desempeñar en su comunidad, rol que podrán asumir o ignorar, con lo que de alguna manera se atiende a los intereses y necesidades del público, al igual que a sus capacidades, desde un punto de vista que potencia la capacidad de descubrir y la libertar de elegir qué tipo de futuro se quiere. 

La diversidad de los lugares de emplazamiento de las piezas, le estimulan a releerlos, a amasarlos y estirarlos, a vivir en concordancia con ellos, siendo respetuosa del medio ambiente sin ser invasiva, en un incansable ejercicio de experimentación aunada a la libertad de expresión, que en conjunto adquieren dimensiones a la escala de los individuos que se traducen en la obra misma, que se abre a la interpretación múltiple de quienes se relacionan con ella.

Sus instalaciones exentas de grafía decorativa o conmemorativa, se afilian a la práctica del arte público donde ella se transforma en artista ciudadana que adquiere un papel de traductora y catalizadora a distintas preocupaciones de la sociedad en general y de ciertas comunidades en particular; opinaba la artista que el arte no podía estar ajeno al compromiso social ya que de otra manera sólo se autorreferencia a sí mismo.

Se cuestiona el rol y la función del artista en la sociedad. Sus propuestas emplazadas tanto al aire libre como en espacios cerrados, guardan distancia evitando la subordinación a los discordes mandatos de los mercados del arte y de las políticas impuestas por los circuitos de exhibición convencionales.

Podría decirse que todas sus instalaciones son de signo efímero, consecuentes a una postura que se engarza con su quehacer procesual y conceptual. Las conceptúa en lo finito, en la temporalidad de la vida de los materiales de creación y las subraya en la contundencia del discurso, porque cuestionaba la validez de todo, ya que no creía en lo permanente, prefería cultivar la memoria individual y colectiva, preservar el recuerdo por medios documentales para dar constancia del “objeto” y del hecho artístico por medio de la fotografía, el video, los libros, catálogos y los escritos.

Su biógrafa Graciela Schmilchuk, afirma que: “Hasta la fecha no han comprado instalaciones de su autoría ni su documentación; ella nunca intentó venderla, fue consistente acerca del carácter efímero de sus instalaciones: no permitió que ningún museo se atreviera a conservar lo que estaba destinado a perecer o reciclarse”.

Estas actitudes le permiten alejarse por ejemplo, del modus operandi de los artistas que eventual o permanentemente se asociaban al Project Art, el cual facilita la reproducción de una pieza, como si se tratase de una partitura de música o un guión de una obra de teatro a ejecutarse en cualquier parte o tiempo, y que ven en el diseño de sus propuestas, una oportunidad de sumarse a través de ese medio a un camaleónico mercado que engulle cualquier tipo de obra y de sus contenidos para transformarle en una rentable mercancía que desactiva el carácter o cualquier viso cuestionante (sí lo tuviese), incluso sin haber sido materializada aún.

Su reflexión también enmarca al concepto del tiempo, visto como lo transitorio, como la no permanencia o como el resultado ruinoso del discurrir de éste sobre las cosas, su naturaleza, ya sea biológica, geológica, astronómica, histórica o social.

Helen, avezada en los temas de carácter ecológico les sigue y explora desde las incipientes preocupaciones ancestrales de la humanidad, hasta que ésta se entronizó y se situó al centro del mundo ejerciendo su potestad sobre la naturaleza.

Este antecedente ancestral que viene de nuestras culturas, le sigue y le sugiere el acercamiento fundacional sobre nuestros vínculos y la relación con los paisajes naturales, con la diversidad de ecosistemas, especies, genes, no sólo de México sino del orbe, así como su acelerada extinción. Elabora cuestionamientos que permiten delimitar nuestro consumo para el sustento espiritual, lúdico o de subsistencia.

Afirma la investigadora Rita Eder, que a Helen: “La idea de instalación le permitió aportar un sentido de ironía a los problemas ecológicos y sociales. Trabajó sobre la destrucción de la naturaleza por fuego, del medio ambiente urbano por inundación de basura, así como la extinción de especies de la biodiversidad, por ejemplo de las tortugas y las ballenas”.

Las instalaciones de la artista nos advierten precisamente del ecocidio que se está perpetrando contra el planeta: la lluvia ácida, la deforestación, el cambio climático, el uso indiscriminado de combustibles fósiles, el manejo de residuos tóxicos, la sobreexplotación del agua, el quebranto de los ecosistemas y de muchos más factores de preocupación ecológica.

Empero ella no se consideraba a sí misma una artista ecológica, pues comentaba que sus piezas: “No es arte ecológico. Eso es otra cosa, ése lo hacen artistas que reclaman una mina y la convierten en un parque o entran en los bosques y protegen los árboles o de alguna manera transforman la naturaleza misma. Yo no cambio lo que ahí estaba, salvo durante unas semanas”, cita a Schmilchuk.

Sus instalaciones advierten sobre la dominación que se ejerce por medio de la depredación de los recursos naturales que ha impuesto el sistema capitalista el cual gobierna y dicta la marcha del rumbo económico y social en el planeta.

Revela incluso de manera poética, lúdica, irónica y esperanzante desde sus creaciones, ese deterioro que se le ha causado al planeta Tierra, para proponer una interacción responsable y armoniosa con la naturaleza, en una relación no de propiedad sino de sustentabilidad con ésta, ligada al cambio social y de las actitudes de la sociedad.

El espíritu de los árboles, es un poema escrito por ella, que traduce lo dicho arriba, el cual traza un sendero que conduce a la práctica de una cultura biófila; en éste, ella es poéticamente sensible, emotiva y casi pastoral:

 

La gente tiene alma; los árboles, espíritu.

Ignoramos la forma de las almas.

Pero creo conocer la del espíritu de los árboles.

Verticales, translúcidos, reflejan

Todo cuanto los rodea.

(Fragmento)

 

Veamos que al existir una preocupación por la integración plástica del arte a la vida, se estimulan experiencias humanamente significativas e íntimas, que involucran un compromiso ético que además del personal, es también comunitario.

Helen Escobedo, transita realmente por la práctica del arte público de signo ecológico, pues explora además a través de él, una faceta educativa donde los artistas cumplen una función cultural con la sociedad para descubrir nuevos estilos de vida.

Ha de decirse en consecuencia y hablando de estilos de vida, que ella recuerda, haber recibido durante su infancia de parte de su institutriz, una educación que le permitió desarrollar el gusto por la exploración en estrecho contacto con el medio. Helen comenta a Schmilchuk, que: “Los juegos se desarrollaban en el exterior, atentos al entorno, dejándonos libres. Nos llevaba al bosque de Contreras a hacer casitas, islas, a oler las plantas, nos enseñaba a observar los animales, a ver cómo tejían las arañas sus telas, nos enseñaba a sentir que estábamos vivos, a percibir los latidos del corazón, la respiración”.

Actitud investigativa, creativa y fecunda, que estará presente a lo largo de su itinerario personal de vida y profesional, por lo que diremos subrayando, que la obra de Helen, sea en la vertiente ecológica, escultórica, en la pintura, el dibujo, en el diseño, en la arquitectura, en la museología, la actuación o de su incursión en el arte público, el feminismo y el internacionalismo, además de la gestión cultural, permite ver más allá de lo epidérmico, donde su trayectoria es la obra de sí misma, un viaje en el tiempo, que conecta con la vida y que facilita la comprensión del mundo actual para participar de la construcción de sociedades justas, equitativas y críticas, que reflexionan sobre su papel en el mundo en que vivimos.

Por lo que vale en mucho, adentrarse en el universo creativo de quien ha sido una de las máximas representantes del arte contemporáneo en México, cuya esencia estética y compromiso social, así, trasciende de lo local a lo global y de la permanencia en el tiempo, aunque ella, no creía en esto último.

Coda: Elena Escobedo Fulda, crece en la Ciudad de México, donde nace en 1934. Su padre, Manuel Gregorio Escobedo Díaz de León, nació en la hacienda de Ojocaliente, Aguascalientes en 1898, quien contrae nupcias con la inglesa Elsi Fulda Steward. La familia de su padre, se ve orillada a trasladar su residencia a aquella ciudad a causa de los acontecimientos derivados de la Revolución Mexicana.

Estudió artes en México e Inglaterra. Su obra escultórica se encuentra en diferentes países y colecciones del mundo. Colaboró entre otros proyectos, en la creación del Espacio Escultórico de la UNAM; fue directora de galerías, del Museo de Arte Moderno y del Museo Nacional de Arte, ambos del INBAL y de distintos espacios museísticos. Recibe entre un sin fin de reconocimientos nacionales e internacionales, el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Artes, siendo éste, el máximo reconocimiento de parte del gobierno mexicano a la trayectoria, la labor y contribución artística y social en el país. Fallece en 2010 a la edad de 76 años en la capital del país.  

Próximamente, en este año 2023 en el Laboratorio Arte Alameda, del INBAL, en la CDMX, se exhibirá la exposición, Helen Escobedo: Ambientes totales, la cual revisa un periodo de su producción de 1969 hasta 2010.

 

Enero de 2023


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