Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana, aprovecho la ocasión para construir una hipotética conversación entre Marx y Adam Smith, me resulta ineludible imaginar esos diálogos, a continuación, le dejo los párrafos de ficción, espero sean de su agrado.
“En una calle larga y silenciosa, ando en tinieblas y tropiezo y caigo y me levanto y piso con pies ciegos las piedras mudas y las hojas secas y alguien detrás de mí también las pisa, si me detengo, se detiene” Octavio Paz.
Mefistófeles había salido del oscuro paseo que le dio a Sócrates, en su andar dentro de los infiernos del poeta Dante, vislumbró a lo lejos a dos caballeros discutiendo arduamente, tomó su capa negra y se les acercó, cuando estaba próximo a ellos se dio cuenta que en medio de la cámara roja del tercer infierno había una inscripción en un hacha que tenía el número 55, de pronto se percató que los caballeros que discurrían era Karl Marx y Adam Smith. Mefistófeles les pregunto por qué debatían.
Karl Marx, le dijo que Smith no entendía que el capitalismo sumergía en la pobreza material y mental a las masas, que el concepto de propiedad privada era una ilusión de la clase burguesa, y que matemáticamente estaba comprobado que el proletariado siempre sería más encarecido si el sistema capitalista tenía las mismas esencias. Mefistófeles volteó a ver la expresión de Smith, el capitalista dio un trago a su whiskey King George en un vaso old fashion con un hielo, y sonrió: estimado Karl, debo de asumir que tus inferencias tienen sentido, y que incluso en un discurso frente a la liga comunista tendría un auge excelso. Sin embargo, debo referir que la historia es la reseña de lo que es verdad. Ningún esquema comunista ha generado riqueza y mayor desarrollo académico y educativo en las sociedades, ciertamente el concepto de propiedad privada se puede dilucidar como un invento del ser humano para acaparar un espacio físico bajo un concepto que puede convenir a un grupo en particular.
Karl Marx tomó del mismo whiskey y le miró fijamente a los ojos, le dijo; tu no entiendes que la sociedad se ha sumergido en el oprobio y la ignorancia, que gracias a la clase burguesa se ha pretendido sobajar a las personas, el comunismo no es únicamente una postura económica es una filosofía que extiende un equilibrio para mejorar la condición social, es una filosofía, es una dialéctica que plasma el devenir de las ínfulas humanas vinculadas a la ambición y al apego más insensato.
Mefistófeles les preguntó: ¿Por qué sólo es libre el hombre que trabaja?
Ambos le vieron fríamente y sonrieron y le contestaron que el trabajo dignifica al hombre, asintió Marx y preciso que únicamente el trabajo intelectual.
Adam Smith se recargo en una columna rota que estaba a sus espaldas, y le confesó a Marx, que ciertamente el capitalismo no había restaurado al proletariado, le había explotado y devastado de un modo vituperable, no obstante, era la derivación de un sistema político sobajado que a pesar de sus peripecias extendía la posibilidad de la libertad de elección a las personas para que trazaran sus caminos, algunos llamados hombres de honor lo habían logrado.
Marx puso su mirada en un modo melancólico, y le confesó que le deprimía la situación actual de los países que profesaban su doctrina, aceptó que la doctrina no es mala, pero cuando la palabra sagrada se pierde entre los hombres, entonces la ambición despedaza el origen, aplaudió el discurso y las acciones de Pepe Mujica, posiblemente el último hombre de congruencia política en los tiempos de la modernidad. Marx expresó; “Aún recuerdo cuando comenzaba mis discursos justo como una real hacha y decía; un fantasma recorre Europa, es el fantasma del comunismo”. La gente se encendía, vibraba, tenía fe en el ideal, pero únicamente generó revoluciones y no evoluciones.
Marx comenzó a recordar cada letra de sus obras, cada pausa entre los párrafos en los que plasmaba los conceptos de mercancías, de valor del dinero, de plusvalía, y recordaba el rostro de los obreros desquebrajados por el yugo opresor del ambicioso. Adam Smith en un ejercicio de reminiscencia hizo lo mismo, a su mente llegaron las proporciones de la distribución de la riqueza y de cada nación rompiendo en existencia por generar más de aquello que le daba sentido vacuo a la vida.
De pronto en la escena apareció el premio Nobel de literatura Octavio Paz quien los miró fijamente a los ojos a los tres y comenzó a declamar su poema Silencio:
“Así como del fondo de la música, brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota el fondo del silencio, otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen”.
Octavio Paz: Amigos míos, la mejora de la condición social, no estriba en el sistema económico, se conquista a través de la educación, no puede existir mesa redonda sin personas que piensen, lean y sueñen, mientras exista la ignorancia y los hombres de honor no hagan nada, la ambición, la hipocresía devastaran a cualquier sistema.
Mefistófeles les dijo que este era su tercer viaje, por lo cual se sentía cansado y quería tomar un tiempo de reflexión tal cual lo hacen los príncipes del Líbano. Al despedirse les recordó las siguientes palabras; los lugares más oscuros del infierno están reservados para las personas que en tiempos de crisis moral permanecieron neutrales.
In silentio mei verba, la palabra es poder.