Yo, mí, me, conmigo: la sociedad de los narcisos - LJA Aguascalientes
23/11/2024

 

En el meeting de la humanidad/ millones de hombres gritan lo mismo: ¡yo,yo,yo,yo (…) / qué monótona es la raza humana!/ ¡qué monótono es el hombre mono!/ ¡yo,yo,yo! / y luego: a mí, para mí/ en mi opinión, a mi entender (…)/ ¡mí, mí, mí, mí! (…) sólo los que aman saben decir ¡tú!

Jacinto Benavente

Circula por las redes sociales un texto titulado: “Me volví a enamorar”. La autora nos habla de un ser maravilloso del que está enamorada, describiendo a lo largo del texto las cualidades del amante perfecto, aunque al final nos sorprende diciendo: “Me volví a enamorar, pero esta vez lo hice de mí y hoy sé que soy ¡el amor de mi vida!”

Este soliloquio no es ni el primero ni el único sobre el amor a sí mismos que podemos encontrar en las redes sociales. Hay multitud de videos, libros y mensajes cortos con imágenes que se comparten miles de veces hasta hacerse virales y cuyos lectores comentan emocionados lo identificados que se sienten con el contenido. Tal parece que el yoísmo, el ego y todas sus variantes están de moda. Nunca se habían expresado tanto y con tanta frecuencia los pronombres personales: yo, mí, me, conmigo. Sin duda estamos asistiendo a la multiplicación de narcisos egoístas que confunden su egolatría con la autoestima, pero nada más alejado del amor propio que ese falso postulado.

Según la mitología griega, Narciso era un apuesto joven del que se enamoraban todas las mujeres, aunque él las rechazaba sin piedad, entonces Némesis castigó su soberbia y engreimiento haciendo que se enamorara únicamente de su propia imagen reflejada en el agua. Al final, de tanto contemplarse se arrojó al estanque en busca de su gran amor. Es sin duda una historia muy gráfica con la que se puede entender la filosofía de pensar antes en nosotros que en los demás. Bien decía Mahatma Gandhi: “Cuando el ego muere, el alma despierta”. Hoy día tendríamos que enunciar la máxima al revés: Cuando el ego despierta, el alma muere.

Muchos justifican la moda de quererse a sí mismos porque dicen que el que no se ama no puede amar a otros, pero la autoestima no es priorizarse sobre el resto de los mortales, es el perfeccionamiento permanente de la persona, tanto a nivel físico, como mental y espiritual. Implica, entre otras muchas cosas, el cuidado de la salud, física y mental y supone también trabajar valores como el altruismo, la voluntad, el esfuerzo o la perseverancia. Es ir construyendo un ser humano bueno, fuerte y seguro, que cuida de sí mismo, pero también de los demás, para apoyarse y enriquecerse mutuamente. Es hacer nuestro el proverbio: “Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno” de Publio Terencio Africano; así que confundir el desarrollo de la autoestima con enamorarnos de nosotros mismos es el peor error que estamos cometiendo como sociedad y hay que corregirlo antes de que las nuevas generaciones olviden mirar al otro y se solacen únicamente con su propia imagen, como lo hacía Narciso.

La verdad es que las circunstancias tampoco ayudan mucho. La tecnología está fomentando el aislamiento y disminuyendo alarmantemente la interacción social. Todos sabemos que las relaciones con los demás no siempre son fáciles e implica aceptar al prójimo y ceder en ocasiones para evitar conflictos, pero eso es justamente lo que nos obliga a modificar nuestras actitudes egocéntricas. El ser humano es gregario por naturaleza y la colaboración con otros siempre ha sido muy importante para su supervivencia y para lograr objetivos que no hubiera podido en solitario y así había sido hasta ahora. Todos esperábamos que la tecnología fomentase dicha cooperación, sin embargo, está ocasionando el efecto contrario, afectando de manera significativa muchos de los ámbitos donde nos movemos.

Hemos llegado a tal grado que, lo que antes se hacía de manera natural, trabajar en equipo, ahora hay que aprenderlo en la escuela como “habilidad blanda”. También hemos olvidado a las personas mayores, dejándolas solas y en el desamparo tecnológico. Por su parte, las redes sociales se encargan de hacernos infelices, acrecentando la envidia, la tristeza y el egoísmo y por si no fuera suficiente, la falta de interacción nos esté volviendo menos tolerantes con nuestros congéneres A estas alturas ya no sé si todo esto es una consecuencia del mal uso de la tecnología o era el objetivo de sus creadores.


Desde luego que, aunque hay mucho que corregir, no la condeno y soy consciente de sus múltiples ventajas en diferentes ramas de las ciencias, y para nosotros en el hecho de conseguir con un click una serie de servicios que antes nos exigían desplazamientos, esperas y soportar el mal carácter de los que nos atendían. Ahora, entre otras cosas, hacemos compras y gestiones, tenemos asistentes electrónicos, los robots campean a sus anchas, nos volvimos cajeros en los supermercados y también contamos con libros, música, cultura y educación.

No obstante, creo firmemente que es muy importante reflexionar al respecto y no perder de vista que al vivir en sociedad estamos obligados a pensar en el bien común, por lo que sería ideal abandonar tanto egocentrismo, apoyarnos en la tecnología como una herramienta únicamente, y preocuparnos más por los demás. Coincido con Saramago cuando dijo: “La generosidad y el altruismo son, como todo el mundo sabe, dos de las mejores características del género humano”.

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@PetraLlamas

 


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