Que todo el que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.
Atribuida a Don José María Morelos y Pavón.
Se deduce de la frase atribuida al generalísimo insurgente en 1813, que la justicia es una larga aspiración del pueblo mexicano, que batalla todos los días por hacerla realidad en todos los órdenes. Por eso lo que ocurre con uno de los tres poderes del estado mexicano es un asunto de evidente interés público. A priori, podríamos decir que la gestión del exministro presidente Arturo Zaldívar, parece estar marcada por diversos claroscuros, pues la independencia que mostró la SCJN en casos como los de la guardería ABC o Florence Cassez, no se aprecia en todos los asuntos que fueron de su conocimiento durante los pasados años.
Sin embargo, Zaldívar es autor principalísimo de una reforma al Poder Judicial muy cuestionada por sus detractores, y se le acusa desde distintos sectores de haber sido un presidente de la SCJN “personalista”, que “no supo actuar de forma colegiada”. Tal vez se olvide interesadamente que la Corte es por definición un órgano colegiado y no unipersonal, como la Presidencia de la República. Aun así, pareciera que al ministro Zaldívar se le dieron bien las habilidades políticas, pues se recuerda que llegó a la Corte sin tener ninguna carrera judicial previa, como ha sido el uso y costumbre por décadas, y a propuesta de Calderón Hinojosa.Después, tuvo la habilidad de estar cerca y en el ánimo del presidente López Obrador. Los detractores de Zaldívar dicen también que, siendo el garante de la constitucionalidad del país, estuvo tentado a violar la Carta Magna para quedarse dos años más en el cargo, cosa que para tranquilidad de todos los interesados finalmente no sucedió, dada sobre todo, su propia declinación pública. Se dice desde sectores más bien conservadores y con intereses económicos y oligárquicos evidentes, que la 4T (Cuarta Transformación) ha puesto a la SCJN en “el ojo del huracán”, porque ha sido sometida muchas veces a una presión del Ejecutivo para que los ministros resuelvan de la manera que el presidente de la República quiere, como si esto hubiese sido diferente en el pasado autoritario.
En 2018, a tono con los nuevos aires políticos, y de manera certera, Zaldívar hizo una fuerte crítica a: “el orden institucional imperante”, a la “corrupción endémica”, la “desigualdad histórica” y “el derroche de recursos públicos del poder Judicial”; también dijo que la Corte debía “dar una respuesta institucional clara a los reclamos manifestados a través de las urnas”. ¿se puede estar en desacuerdo con lo dicho por el ministro?
Tal parece entonces que decir categóricamente que la gestión de Zaldívar fue buena o mala resulta complejo, pues la actuación de la Corte como órgano colegiado, ciertamente estará históricamente plagada de luces y sombras. Como toda obra humana. Entonces, tachar a Zaldívar de héroe o villano resulta insulso. La de Zaldívar es una gestión que ha marcado direcciones que a veces parecen distintas y otras veces contradictorias, aunque en términos generales se puede decir que ha sido “politizada” por la opinión mediática interesada. Cierto es que Zaldívar entendió y practicó durante su mandato una presidencia menos ajena, con una presencia novedosa para un ministro de la SCJN en todo tipo de foros, y en especial en redes sociales. Twitter y TikTok, por ejemplo. Además, la Corte instauró, cosa nunca antes hecha, una conferencia de prensa periódica.
Finalmente, en su último discurso como ministro presidente, tal vez Zaldívar dio alguna pista sobre su futuro: “Seguiré comprometido en cualquier responsabilidad que asuma en los próximos meses y años por un país próspero, más igualitario y más justo, que nunca olvide que debemos tener una opción preferencial por los pobres de México”.
Con sus vaivenes políticos y sus luces y sombras, por Zaldívar y la SCJN hablan mejor y más claro las sentencias de los que son autores e impulsores: La SCJN presidida por Zaldívar legalizó la mariguana para uso lúdico en 2016, acompañó el proyecto de la ministra Sánchez que liberó a la francesa Cassez (otra de las muchas víctimas del célebre García Luna, hoy preso en Nueva York), asumió la defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y emitió el fallo que despenaliza el aborto. Se deduce entonces que la presidencia de Zaldívar en la SCJN fue favorable a la ampliación de los derechos fundamentales de las personas. En especial de las mujeres.
COLA. Descarrilada la candidatura de la ministra Mossa Esquivel, imputada de plagio, y que ciertamente debería renunciar a su alto cargo, fue electa por sus pares otra ministra. La ministra Piña, a quien desde luego no se le reconoce proclividad ni menos afinidad con el gobierno en turno, como ha sido históricamente la actitud que se atribuye a la Corte. Luego entonces, debe presumirse que la SCJN ganó con la designación de Piña en autonomía respecto a los otros poderes. Pendiente queda continuar el trabajo iniciado por Zaldívar y profundizar los cambios necesarios para abatir la corrupción y el servilismo y hacer del Poder Judicial Federal uno confiable para la gobernabilidad democrática y la profundización de los Derechos Fundamentales de las personas, visto que en todas las encuestas y estudios de opinión disponibles las y los jueces no gozan de particular simpatía o aprecio entre la ciudadanía, y por algo será. Pasaron solo 200 años para que hubiera por primera vez una ministra presidenta de la SCJN, pero nunca es tarde. Es deseable entonces que la responsabilidad sea ejercida de una manera diferente y mejor que la de todos sus antecesores varones.
@efpasillas