- Juan Manuel Saldívar se fue a los 71 años a EU y lo deportaron a los 84
- Él creyó que por saber inglés y tener una profesión iba a conseguir fácilmente trabajo
Tiene 84 años aunque no parece, su aspecto es saludable a excepción de los golpes que trae en la cara, traía un nudo en la garganta que se le fue desatando al llegar a Aguascalientes y encontrar gente dispuesta a brindarle una mano. Su nombre Juan Manuel Saldívar, es originario de Torreón Coahuila, vivía hasta hace unas semanas en Arizona, se dieron cuenta que era indocumentado y lo deportaron.
“Fui deportado por indocumentado después de residir en Willcox Arizona desde enero del 2002, desde esa fecha no había tenido problemas con una autoridad norteamericana porque creían que era norteamericano, mi apariencia física, el inglés y mi trabajo como supervisor de equipo de bombeo contribuyó mucho a que no hubiera yo tenido problemas”.
La deportación
Cuando fue a solicitar el servicio de salud por sus malestares, ellos revisaron el registro de la credencial y se dieron cuenta que él no era el beneficiario de ese servicio, sino quien había sido esposo de una mujer norteamericana, que le dio la credencial para que él pudiera conseguirse un trabajo.
Lo que le dijeron en el hospital fue que de momento el especialista no podía atenderlo porque tenía todo el tiempo de consulta ocupado, ellos le avisarían después cuando el doctor estuviera libre, al cabo de una semana quien fue por él fue una patrulla del servicio de migración norteamericano, mejor conocido como “La Migra”, fueron a buscarlo, lo encontraron, lo aprehendieron, lo llevaron a la gerencia a entregar la camioneta y todas sus herramientas de trabajo. “Nunca escucharon mis ruegos de que me llevaran a mi departamento en Willcox, en el quinto piso, en un edificio de departamentos a recoger el resto de mi ropa, mis pertenencias, televisión y principalmente mis reservas económicas, mis ahorros”.
Estuvo en unos separos donde había alrededor de 40 indocumentados, la mayoría de ellos centroamericanos, de los mexicanos había michoacanos, guerrerenses y nueve norteños, ahí lo tuvieron tres días, eligieron a este grupo y los mandaron al Bajío.
“Pertenezco a un grupo de nueve hombres y cinco mujeres de diferentes estados del norte de la república que fuimos deportados por avión desde el aeropuerto de Tucson Arizona hasta el aeropuerto del Bajío, no recuerdo bien si fue la noche del miércoles o la del jueves de la semana pasada”.
De León llegó hasta Aguascalientes que fue hasta donde el dinero y su condición física le alcanzó, aquí empezó a buscar como referencia al grupo del Club Rotario, tuvo una caída que le lastimó la cara y luego de andar por muchos lugares por fin empezó a localizar personas que no lo dejaron solo y empezaron a ayudarlo para encontrar la forma de llegar hasta Saltillo.
“Nos dejaron en crítica situación moral, física y económica, nueve hombres y cinco mujeres, de los cuales yo era el de mayor edad y además estoy enfermo de úlceras varicosas y de osteoartritis, a causa de estas dos enfermedades de mis piernas, fue la causa que acudí a un hospital de Medicare… en Tucson Arizona”.
Un camino que soñó, pero no era
A finales de marzo, de 1997 falleció su esposa a causa de cáncer de mama, el dinero que había reunido con sus años de trabajo se agotó en la compra de medicamentos que incluso al final ya no pudo comprarle, con un poco de nostalgia y tristeza en la mirada dijo que quizá sí hubiera tenido dinero para curarla, no se le habría muerto todavía.
Tuvo dinero para comprarle algunos medicamentos pero no para sepultarla, como don Juan Manuel, era conocido de los sepultureros, ellos lo apoyaron para que le vendieran el lote aunque en ese momento no pudiera pagarlo, el compromiso fue pagarlo lo más pronto posible. A los 71 años, en julio de 1997, don Juan Manuel emprendió un viaje hacia Estados Unidos, por primera ocasión, sin conocer a nadie y creyendo que su formación como ingeniero electricista y sus conocimientos de inglés serían una garantía para conseguir fácilmente empleo, eso fue sólo un autoengaño que al llegar allá se disolvió.
“Al cruzar la frontera por Palomas Chihuahua confiando en que no pasaría un mes en que por mi profesión y el inglés yo consiguiera trabajo, fue una ilusión, una mentira que me forje contra mí mismo porque nunca pude conseguir un trabajo ni por parte de Texas, ni Nuevo México, Colorado, Utah, ni Nevada”.
“Si no pues amarrándome la tripa, pasando noches terribles bajo las alcantarillas de la carretera, junto a las vías del ferrocarril, caminando por la orilla de la vía, con hambre, con frío, con sed, bueno de todo hubo, tenía de vez en cuando trabajitos pero cosas muy alejadas de su profesión, de jardinero, de velador, de mandadero”.
La viuda
“Serían como las ocho o nueve de la mañana, estaba haciendo mucho frío, estaba yo temblando de frío, con unos cuantos dólares en el bolsillo y entre a un restauransito a tomarme un chocolatito caliente, lo anunciaban ahí por fuera”.
Ahí estaba una mujer de cabello medianamente cano, ya mayor y la acompañaba su hija, una adolescente que de pronto no le quitaban la vista de encima. “Les llame la atención, sería por lo viejo, por lo feo o por mi aspecto andrajoso, así como iba yo, mal vestido, malas trazas, barbón… ellas no me quitaban la vista, yo sentía la mirada, estaba chiviado, inquieto”.
La norteamericana no se pudo resistir a la curiosidad, se acercó a su mesa y empezó a hacerle preguntas:
Tú eres mexicano o eres chicano?
No, yo soy mexicano, nacido en Torreón Coahuila
Y qué andas haciendo?
Pos aquí ando en busca de trabajo
Cómo de qué?
Tengo esta profesión técnico electricista con especialidad en equipo de bombeo
Finalmente terminó desayunando en la mesa con ellas, la señora pagó lo que él se comió, ella lo invitó a quedarse en un cuarto de huéspedes que tenía en su casa donde se quedó sólo dos días pues casi de manera inmediata consiguió un trabajo con lo que pudo pagarse un departamento.
“Resulta que era mormona, ella falleció el año pasado, pero yo soy católico, eso no fue inconveniente para que ella muy generosamente, muy bondadosamente, en un sentido muy humano y muy decente me invitó… después de que le ordenó a la mesera que me trajera de desayunar… mientras consigue el trabajo yo tengo un cuarto de huéspedes en mi casa”.
Su trabajo
El trabajo que el señor Saldívar realizaba consistía en de lunes a viernes, de ocho de la mañana, durante trece, catorce hasta quince horas diarias, hacía un recorrido por los nueve equipos de bombeo acompañado de un par de estudiantes de la universidad de Arizona que estaban haciendo prácticas que duraban tres meses y luego los rolaban.
Las varices que tenía en los tobillos se volvieron ulceras varicosas por falta de ejercicio, falta de movimiento y la edad, eso fue lo que finalmente lo llevó a solicitar el servicio de salud.
Quién lo espera?
En Torreón al parecer no vive ninguno de sus hijos, dos mujeres y un hombre ya grandes, ya casados, con quienes perdió el contacto con ellos cuando se fue a Estados Unidos al estar como “judío errante” por todas partes. Ha tenido noticias vagas de sus dos hijas pero nada cierto.
Ahora lo primero que quiere es llegar a Saltillo, para pedirle al gobernador un oficio de solicitud para el consulado norteamericano de Monterrey para que le den un permiso por cinco días que le permita cruzar la frontera para llegar hasta Willcox, a su departamento para traerse sus pertenencias principalmente su dinero que deben ser más de once mil dólares. Luego va a regresar a Torreón y se va a poner a buscar a sus hijos.
“A mi edad yo necesito movimiento, actividad porque esta es la causa de mis enfermedades… tengo que ver a un doctor, tengo que estar bajo tratamiento y luego buscar a mis hijos, que ellos sepan de mi porque ya tengo 84 años, que acabo de cumplir en septiembre y pues ya no debo de estar solo a esta edad, porque ya ve, la muerte no avisa y el corazón es como las mujeres, no avisa, con todo respeto”.
