¿Noches de paz? - LJA Aguascalientes
15/11/2024

TEXTO POR Rossana Bernal, amiga de Movimiento Ambiental de Aguascalientes

Las fiestas de fin de año son los días en que concentramos nuestros pensamientos y acciones hacia los símbolos que mayormente nos definen como humanidad: la familia, la paz, el amor, la esperanza, la compasión, la amabilidad y la caridad; así como el inicio de lo nuevo y el fin de lo viejo, y las promesas de esfuerzos para ser mejores, y reestablecer lo que nos rodea. Pero, paradójicamente, al sentarnos a la mesa con la familia y amigos lo hacemos alrededor del cadáver de uno o más animales que fueron privados de todo gesto de humanidad y cuyas cortas y miserables vidas fueron terminadas de forma violenta y sin rastro de misericordia. Rara vez se repara en esto ¿por qué hacerlo? después de todo, es perfectamente legal, todos lo hacen y lo hemos realizado por generaciones; además, estamos hablando de animales como pavos, cerdos, corderos, vacas y pollos, peces; no de animales majestuosos o nobles, como caballos o delfines, ni animales inteligentes o sensibles como perros y gatos. Ni son animales importantes, como ballenas o elefantes. Estos animales son inferiores y para eso son criados y creados. Para nuestro placer sensorial y nuestro uso ¿No? ¿Por qué habríamos de pensar en ellos de otra forma? ¿Por qué merecerían compasión o la mínima consideración? 

Sabemos que comer animales y sus productos aumentan el riesgo de muerte por condiciones cardiovasculares. Y que las carnes procesadas son cancerígenas de tipo uno según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Que su alto contenido de grasas saturadas contribuye en gran medida a la epidemia de obesidad y de resistencia a la insulina (o diabetes tipo 2). Y sí, también sabemos que la cría de animales aumenta desproporcionadamente el riesgo de infecciones zoonóticas y la aparición de viruses capaces de crear nuevas pandemias; y también son campos de crianza de superbacterias resistentes a antibióticos (debido al abuso de estos en la producción animal). 

Y si ya sabemos que la industria Agropecuaria es el principal conductor del cambio global (desde la emisión de gases de efecto invernadero; uso, desperdicio y contaminación de agua dulce; deforestación, eutroficación, pérdida de suelo arable, extinción de especies, sobrepesca, etc.)

Pero estamos hablando de las fiestas, de las tradiciones, de la alegría de disfrutar una deliciosa cena con las personas que amamos. Seguro todas esas razones, por buenas que sean, pueden ignorarse un par de veces al año. Es decir, vale la pena, ¿cierto? después de todo, no se trata de ellos, se trata de nosotros. Estamos justificados en nuestras acciones y la gran mayoría de la sociedad está de acuerdo en esto. No se trata de cómo vivió y cómo murió un animal que no nos importa, se trata de nuestras recetas familiares, de nuestras fiestas, de nuestro disfrute. No de ellos. 

¿Entonces, por qué habríamos de considerar si quiera hacerlo de forma diferente? ¿Por qué habríamos de considerar las vidas y muertes de estos animales que, en realidad, no nos importan? ¿A quién podría importarle?

Pues, a ellos. Cada pequeña vida es de suma importancia para aquel que la vive. Para nosotros es una cena y ya. Para ellos, es la existencia misma. Estos seres sintientes son inocentes, indefensos, y muy jóvenes cuando se les lleva al matadero. No conocen el aire fresco ni la luz del sol hasta que son subidos a los camiones de exterminio. Son separados de sus madres, de sus hijos. No tienen nombres, tienen números y desde su nacimiento están condenados a ser asesinados. Son abusados y mutilados (descorne, corte de pico, colas, castraciones sin anestesia; toda práctica estándar de la industria). Y al final, son colgados de una pata para que les corten el cuello y los desangren. Tal vez a nosotros no nos importe. Pero a ellos sí.  

Así que al sentarnos a cenar y celebrar y reflexionar sobre estos símbolos de humanidad. Quizá valga la pena preguntaros si somos tan humanos como creemos. Si estamos en verdad proponiéndonos ser mejores. Si en verdad creemos en los principios de paz y justicia, compasión y amor que predicamos. Quizá si atendemos a lo que en verdad simbolizan nuestras cenas decembrinas descubramos que estamos muy lejos de la paz. México es un país indiscutiblemente violento y quizás sea precisamente porque las personas que nos consideramos buenas nos sentamos a comer, en nombre de estos símbolos de humanidad, alrededor del cadáver de un inocente; sin reparar en ello. No podemos esperar paz practicando violencia y no podemos llamarnos humanos cuando usamos nuestro poder para abusar de los vulnerables e indefensos. Queremos un mejor mundo, pero ¿estamos practicando para ser mejores? Queremos justicia, pero ¿actuamos justamente? ¿queremos algo nuevo?, pero nos rehusamos a soltar lo viejo, por perjudicial que sea para el planeta y nuestra salud. Y queremos paz, pero celebramos la matanza de inocentes.

Nadie puede obligarnos a ser congruentes con nuestras ideas y deseos, principios y valores. Nadie, excepto nosotros mismos. 


 


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