El 6 de noviembre en Nicaragua se eligieron a 153 alcaldes y en todos los casos ganó el candidato de la dictadura que encabeza Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
La dictadura extiende su poder en la profundidad del territorio y consolida el poder del partido único que ni en sus mejores tiempos logró la dictadura dinástica de la familia Somoza.
Como era de suponer el proceso electoral estuvo marcado por la desconfianza que se traduce en desinterés y abstencionismo masivo.
El partido de la dictadura, que conserva el nombre de Frente Sandinista para la Liberación Nacional (FSLN), para simular competencia hizo que participaran partidos títeres, con candidatos falsos, que no ganaron nada.
La organización de la sociedad civil Urnas Abiertas estima la abstención en 82.7% del electorado. Porcentaje similar al de las elecciones generales de 2021.
En Nicaragua toda la población sabe que las elecciones son una farsa que incluye a los simpatizantes del gobierno, que tampoco se presentan a votar. De antemano saben el resultado.
El acarreo que organizó el gobierno fue un fracasó y los 3,106 centros de votación instalados estuvieron vacíos. Para votar están registrados 3.7 millones de nicaragüenses mayores de 16 años.
De acuerdo a Urnas Abiertas hubo “una coacción sin precedentes” hacia trabajadores públicos, opositores y la ciudadanía en general.
En todo el territorio, la dictadura vigiló las viviendas, para evitar y, en su caso controlar, cualquier expresión de resistencia y protesta.
Circulan videos con imágenes de militantes que cargan el padrón electoral en las manos, para obligar a los pobladores a salir de sus casas e ir a votar.
Y también hubo orden de que los funcionarios públicos enviaran una fotografía con el dedo manchado como prueba de que habían asistido a sufragar.
Antes del fraude electoral del pasado domingo, la dictadura tenía en su poder 141 alcaldías y ahora ocupa las 153 con las que cuenta el país.
La dictadura es ahora todavía más poderosa. Sus ojos inquisitorios llegan a todos los rincones del territorio donde se ha establecido un régimen policial.
Nadie escapa al ojo del Gran Hermano, y la fantasía autoritaria que George Orwell construye en 1984 se hace realidad.
@RubenAguilar