- Hay quienes satanizan a la familia porque consideran que es el origen de la violencia
- La violencia ha ganado terreno y es necesario hacer hasta el doble de esfuerzo para revertirla
Más que desaparecer o satanizar a la familia como una organización desde la cual surge la violencia lo que en realidad debe hacerse es fortalecerla y darle la vuelta para revalorarla como el espacio desde donde debe partir el amor, la solidaridad y la comprensión se pueda contrarrestar la violencia. La iniciativa de recomposición no puede surgir sólo de la familia, sino que debe ser una iniciativa en conjunto donde participen las estructuras de gobierno con organismos de la sociedad civil y los mismos ciudadanos, comentó en entrevista Víctor Chan Martín, director de Hogar de niñas Maná, de Yucatán, invitado por el décimo aniversario de la asociación civil Mujer Contemporánea.
“Yo he escuchado posiciones que hablan de que la familia debiera desaparecer porque no está funcionando, yo no comparto esa opinión, yo hago la metáfora de un vehículo, cuando a un vehículo se le poncha una llanta no decimos que el vehículo no sirve, decimos la llanta no sirve y lo que hacemos es repararla; cuando hablamos de familia, no decimos que la familia no sirve sino que alguno de sus integrantes están haciendo algo que la descompone”.
En torno a los nuevos brotes de violencia que se han dado en todo el país ha habido detractores de la familia que han pugnado por la desaparición de la misma por considerarla el principal foco generador de la violencia, porque finalmente es en su interior donde suceden las relaciones de abuso entre padres e hijos y otros integrantes colaterales de este núcleo familiar central que a su vez da forma a la sociedad.
Desestimar la importancia de las familias de alguna forma es querer dejar atrás una idea básica que por mucho tiempo funcionó, pero que se ha descompuesto como parte de un proceso que se vive en los diferentes ámbitos de un grupo de personas. Lo importante en este caso es volver a los orígenes y buscar la forma de recomponer el camino quizá no hacia lo que hubo ahí antes, pero sí hacia un espacio con equilibrio y sobre todo sin violencia.
Si bien es cierto que hasta ahora hay muchos casos de familias donde no se cumple el principio de bienestar y de protección porque al interior ocurren, pero también es cierto que el interior de esta institución es un espacio propicio para que pudieran encontrarse estas cualidades siempre y cuando se ponga todo el empeño.
Es importante que los integrantes de una familia puedan ver fuera de sí que no existe una manera adecuada de educar si se tiene como base la violencia, nunca un acto violento será generador de amor y por consecuencia la cadena “educativa” generada a partir de estas prácticas no van a construir ambientes armónicos para quienes viven dentro de estos espacios y conviven incluso con otras personas.
Para Chan Martín, la violencia nos ha ganado, nos ha superado, estamos en desventaja y es necesario que las personas hagan el doble esfuerzo no sólo para superar esta condición sino también para revertirla o detenerla. Es un reto muy grande que depende de cada familia, de cada persona, de cada comunidad, de cada gobernante y ellos tendrán que buscar la forma de cumplir con ese cometido, cada uno de ellos desde su propia trinchera.
