piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
ser que se pierde en otro mar:
olvídate y olvídame.
Paz
Una de las noches inolvidables de mi vida inició en el centro de Tlalpan a mediados de octubre del 2012. Llevaba varios meses viviendo en la CDMX cuando conocí al guerrillerillo perfecto, y casi de inmediato quedé prendada de sus manos, sus labios y de todo su discurso social y de izquierda. Un chairo genial. Pocas veces he hecho click con alguien tan rápido y tan fuerte como con él.
Esta podría ser la crónica de lo que sucedió esa madrugada que inició en la plaza, siguió en una cantina, continúo en un embotellamiento nocturno sobre Insurgentes y terminó años después por culpa de AMLO. Pero no será. Mi recuerdo hacia ese que me llevó el café a la cama al día siguiente está atravesado por su militancia morenista. Me choca por eso. Hasta le escribí, despechada, un cuento.
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El Rey del Cash es la narración de Elena Chávez sobre el esquema de entrega de dinero para financiar las campañas electorales de Andrés Manuel López Obrador. Un libro lleno de lugares comunes, adjetivos innecesarios, locuciones tan ridículas como básicas que no alcanzan la ironía que pretenden. Es un desfile de lloriqueos antiobradoristas. El editor de este libro debería arder en las llamas del infierno por permitir la publicación con tantas deficiencias narrativas.
Pero el libro no es solo eso. Elena Chávez quiso sentirse como una adalid de la verdad. No deja de insistir entre párrafos en que se sentía obligada moralmente a romper el pacto de impunidad que sostiene el grupo cercano a López Obrador, uno al que, causalmente y de refilón, ella pertenecía.
Lo que debió ser un análisis frío y quirúrgico de lo vivido, escuchado y visto, pues pruebas no tiene ni una sola, se convirtió en un desplante de sufrido protagonismo. Todos queríamos conocer una historia que sospechamos, pero que Elena no consiguió entregar. La crónica bien hecha y concienzuda tiene un valor periodístico e histórico que no se ve en el libro, y no le alcanzó ni para una autobiografía.
Eso sí, la 4T no deja de repetir que el libro es producto de una mujer despechada, algo que no solo refleja el machismo de quien lo pregona, sino su básica capacidad de análisis que solo le permite insistir en que El Rey del Cash es una venganza de la autora contra quien fuera su pareja sentimental y al mismo tiempo brazo derecho de López Obrador: César Yáñez.
Leía los comentarios en Twitter y pensaba que este dicho, lo del despecho, da para un análisis pragmático sustentado en algo como la teoría de la relevancia: El lector prioriza una cosa en el texto y le da relevancia al interpretar a partir de su propio conocimiento y visión del mundo. Algo así como: todo este mamotreto no sirve porque está escrito por una mujer despechada que solo busca vengarse. No importa lo que dice ni cómo lo dice, sino solo que es una mujer despechada vengándose del examante. Si el despecho es el motor del análisis de la 4T para contrarrestar los señalamientos del libro, sí me causa escozor su urgencia por desviar la atención, la poca capacidad de comprensión de estos machos [lo que explica todo de ellos] y la necesidad de minimizar los dichos del texto.
Es obvio que los morenistas iban a hablar de la supuesta ardidez antes que de las acusaciones de Elena, pero bien pudieron ofenderse porque el libro es sumamente machista y misógino, yo diría que hasta mezquino y violento, contra la esposa de López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, a quien pone en situaciones desagradables, mientras que a César Yáñez lo más ominoso fue colocarlo como el lamesuelas de AMLO.
Incluso muchos de los que no son obradoristas escogieron hablar del despecho de esta mujer antes que del episodio de Marcelo Ebrard y su responsabilidad en el linchamiento en Tláhuac, o de Delfina Gómez que va para candidata a gobernadora de Edomex por Morena y que retuvo el sueldo de funcionarios públicos en Texcoco para apoyar a AMLO. Todo esto sí es comprobable y de oportuno interés ante la cercanía del 2023 y 2024. Eso o incluso insistir en la pregunta del millón: ¿de qué vivió López Obrador durante 20 años de campaña?, y a su vez insistir en la respuesta e hilar los dichos de Elena. Pero también les ganó el machismo a muchos para poner en relevancia el despecho.
Si a estas vamos, todas las mujeres al abrir la boca somos despechadas: las que señalan a su agresor, despechadas; las que piden pensión alimenticia, despechadas; las que exigen justicia, despechadas. Hay un axioma contundente si se trata de los dichos de una mujer contra un hombre: todas son unas ardidas. Así se disminuyen nuestras palabras. La construcción social del rencor y del despecho se configura en femenino. Ya lo he dicho en anteriores ocasiones, lo pienso fuertemente en la madre de Juan Preciado que hace de Pedro Páramo un rencor vivo… o será que como el monopolio de la violencia lo tienen el Estado y los hombres, en las mujeres se potencia cualquier sentimiento negativo. Mientras ellos solo están enamorados, tristes o son apasionados, nosotras estamos locas e histéricas, ardidas o despechadas.
A mí me dio mucha pena ajena la narración que hace Elena, tan fallida, incluso en los momentos que pretendió sacarnos una sonrisa del rostro y no lo logró, como cuando habla del amor de su vida, no César, sino su perro Lucas.
Y la verdad es que no me imagino un análisis serio sobre un libro que abunde casi en su totalidad en la motivación del escritor sin entrarle al texto, en este caso el despecho, como el de Wilde contra su querido Bosie, lo que dejaría de lado la calidad literaria del De Profundis. ¿A poco se invierten tantas páginas en un “Cervantes escribió el Quijote en la más completa infelicidad” y de ahí se vuelca el análisis de la obra?
Me quedé pensando si a mí me alcanzaría el despecho [o las ganas de chingar] como para poner mi vida en riesgo al señalar a AMLO y a sus aliados, sin pruebas, de corruptos. Algo así como un: Wey, voy a escribir súper mal de mi excompañero a pesar de que se me va a caer el cantón con el presidente de México y en una de esas me mandan matar, pero no hay pedo, lo pago con tal de hablar mal de César Hijoeputa. No.
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Aún le tengo ojeriza a mi luchador social cuatroteísta, él es claro ejemplo de que todo lo bueno no puede ser tan bueno. Tardé muchas charlas, muchas vueltas a la CDMX, muchas venidas a Aguas, muchos cafés a la cama, en darme cuenta que la militancia morenista haría insostenible nuestra relación. Un día comenzó con desacuerdos que a los otros, ya eran peleas. Esta bien pudo haber sido la crónica de ese romance.
El libro de Elena no es solo eso. No había vuelta atrás. Sin posibilidades ni ganas de regresar a la vida que le daba César, tal vez sí, una parte, sólo una parte importante de su motivación fue el despecho. Pero como canta la Rosalía en Despechá: Que Dios me libre de volver a tu lado.
El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Quién somos nosotros para juzgarla.
@negramagallanes