- Hijos con problemas con las drogas, además de pagos que cubrir es su realidad
- Tener una casa propia y en que trasladarse a sus trabajos es la ilusión que las mueve
Cualquier adversidad es corta cuando una mujer sigue con el brillo en los ojos y los sueños entre los dedos, poca importancia tiene trabajar para un lugar donde el sueldo es muy bajo, no tener prestaciones, haber sido abandonada por un hombre que no la merecía, tener una hija que cayó en las drogas. Aún con todas estas vivencias cargadas en la espalda, a sus 37 años, ella sonríe, está a poco tiempo de tener su propia casa, quiere un auto y se siente mucho mejor ahora que ella ha sacado adelante a sus hijas.
Ella es del rumbo del rancho El Zoyatal, allá su papá le dejó un terreno y está a punto de cambiarse de casa, ahí le ayudarán a construir un cuarto y un baño de manera provisional, van a cambiar a las niñas de escuela, el único problema será su propio transporte ahora tendrá que tomar una combi y luego un camión, por eso sueña con tener un carrito, así todo sería más fácil.
El INEGI
Antes de estar en el INEGI ella se dedicaba a planchar ajeno, con el paso de los días le empezaron a doler las manos y el médico le dijo, tiene que dejar esto por un tiempo; ella pensó en buscarse otra cosa por eso aceptó este trabajo, creyó de principio que acá si tendría prestaciones.
Ahora tiene dos trabajos, uno de ellos es como parte del grupo de limpieza del INEGI contratada por Corporativo de limpieza Satélite, gana mil 65 a la quincena y no tiene todas las prestaciones de ley, porque aunque la empresa se había comprometido a dotar de seguridad social a los trabajadores, hoy es fecha en que eso no es verdad. Hace apenas un mes, un grupo de 50 mujeres del turno matutino se presentaron ante sus superiores para solicitarles el servicio y por lo pronto nada han hecho al respecto. Además del sueldo del INEGI, gana alrededor de 800 pesos más cada quincena.
Muchas de las mujeres que trabajan en esta área de limpieza son mamás, la mayoría de ellas son solteras, viudas o abandonadas; por asistir a trabajar todos los días sin faltar les dan 15 pesos de más cada quincena, por un día de falta les quitan 200 pesos. “Por eso no falto, ya me he llegado a sentir mala y de todas formas voy (…) son muy injustos ahí de verdad”.
Ella en el trabajo ha sufrido varios accidentes, se cayó de las escaleras, en el INEGI le dijeron que se presentara en el seguro con su credencial de elector y con eso iban a darle el servicio, le mintieron y a manera de apoyo le pagaron la consulta en un consultorio de similares, le pusieron un collarín y le dieron medicamentos, nunca le tomaron una radiografía. No quedó bien, en ocasiones les duele la espalda baja.
“Se me vino mi bebe de dos meses y también fui y no tenía seguro, apenas en enero fue y no tenía seguro, me atendí aquí en el Tercer Milenio, pero nunca me pagaron nada (…) me debían quince días de trabajo más diez días de descanso que tuve en la cuarentena, pero nunca me pagaron nada de ese dinero”.
Las historias de la deuda no terminan ahí, en otra ocasión ella fue con un médico particular por otra enfermedad, pagó 600 pesos, de esos tampoco ha visto un sólo peso aunque ella tiene algo de esperanza porque hay otras compañeras que han solicitado el pago por sus gastos y sí les dieron su dinero. Le dicen que sí, pero no le dicen cuando.
Para los trabajadores contar con el servicio de seguridad social es fundamental, primero para ellos porque se suscitan varios accidentes en las instalaciones del INEGI principalmente en las escaleras que a decir de ella es una zona muy “resbalosa”, hay ya varias personas que se han caído, incluso contó de una compañera que tuvo seguro sólo por diez días y luego se lo retiraron.
Luego de año y medio de trabajar para el INEGI, no ha tenido en algún momento el servicio de salud, en ese tiempo no sólo ella ha necesitado el servicio también sus hijos e incluso su nieto. Varias le han solicitado a los jefes el servicio en más de una ocasión, pero en realidad hasta ahora no reciben una respuesta concreta, les dicen “sí, yo les prometo que voy a arreglar esto y nada más nada”.
Para ella, en el INEGI como trabajadora de limpieza se viven muchas injusticias, una de ellas es que durante la jornada laboral en ningún momento pueden sentarse porque eso las hace acreedoras a un reporte y por ende a cambiarlas de sección; otra situación es que el sueldo que ellas reciben es bajo y cuando alguna de ellas hace un “mandado” para los trabajadores de la oficina, son reprendidas por sus superiores por realizar actividades fuera de lo que les corresponde.
En una ocasión ella pidió permiso por dos horas para ir a visitar a su hija, la que está en el centro de rehabilitación por las drogas, al día siguiente no la querían dejar entrar por falta de un justificante que no le habían pedido desde el día anterior. “Te estoy avisando que es lo que me pasa para que me des chance, me dijo pues hazle como quieras, se puso al tú por tú y yo dije pues no paso me regreso a mi casa, le dije pues ya me voy, me dijo no pásale mañana me la traes”.
“La ventaja del trabajo que tiene uno, si es poco lo que se gana pero de ahí salen aseos de casa y te alivianas por acá afuera, creo que me va mejor con los trabajos de afuera que con lo que ahí gano”.
Su casa, Él y ellas
Después de 20 años de estar casada, se decidió a dejar a su marido que la había abandonado desde hace mucho tiempo porque aunque eran pareja en realidad nunca estaban juntos, él tenía ya diez años que de manera interrumpida iba y venía de Estados Unidos hasta la última ocasión cuando al regresar junto con su ropa se trajo también unas fotos con otra mujer.
“Le mando una caja de ropa pero le puso sus fotos ahí con la otra persona con la que estaba y ya, en lugar de haberlas ´rompido´ verdad pues yo estaba bien enamorada ni cuenta me haiga dado, yo decía pos que tiene, pero me las puso donde estaba su ropa, donde él sabía que yo siempre doblaba su ropa, me las puso ahí abajito”.
“Le digo pues mejor me hubieras dicho, le digo pos háblame, dime, en qué fallé, pues si yo estuve ahí tres años, le digo sabes que lo mejor es así, separarnos, tú haz tu vida allá y yo hago mi vida aquí, nada más te pido un favor hazte cargo de tus hijas porque no dejas ni una ni dos, son cinco”.
Mientras ella trabajaba, él estaba acostado en su cama, en temporadas muy cortas quiso trabajar, el resto se lo pasó en el ocio y maltratándola aún cuando ella siempre fue servicial, hizo todo lo que estaba a su alcances, incluso recogió comida de los contenedores para alimentarse y ropa o cosas en buen estado para vender en el tianguis.
El gasto más fuerte en su casa es el agua, no paga renta, ella se encarga de pagar el teléfono, luz, compra el gas, lo necesario para la comida y todo lo mínimo indispensable para el funcionamiento de la casa, los gastos de sus dos niñas en la escuela, una de ellas va a tercer año, la otra a primero.
“Cuando eran chiquitillas yo las dejaba encerradas con llave, les dejaba la cazuelas de comida en el suelo para que comieran, ya cuando llegaba las encontraba todas batidas y decía mira lo bueno es que comieron, llegaba ella y las bañaba, les ponía su ropita y hacia todo su quehacer porque tiraban todo”.
Leti empezó con las drogas, hubo un día que intentó ahorcarse, ella no se había dado cuenta pero la hermana mayor se dio cuenta de que en su cuarto se drogaba y le dijo, ella pensó que la única opción era enviarla a un internado.