Argumentación y desacuerdo/ El peso de la razón  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

A finales de este año se publicará mi nuevo libro Argumentación y desacuerdo en la colección “Tablero de disertaciones” de la editorial de la Universidad de Guadalajara. Lo que sigue es la parte inicial de la introducción del libro, la cual espero que también sea de interés para lectoras y lectores de LJA.MX

Mientras a lo largo y ancho del mundo se ofrecen cientos de cursos y se escriben decenas de manuales de pensamiento crítico, mientras parece haber una sed ciudadana por aprender a argumentar y discutir, y mientras se considera que las habilidades argumentativas son necesarias para el empleo y vitales para nuestras democracias,  nuestra cultura argumentativa ha alcanzado nuevos mínimos. Este hecho no debería sorprendernos. En cualquier conversación, diálogo o debate —sea en el ámbito privado o público— lo que escuchamos o leemos en su mayor parte son eslóganes fáciles, opiniones sin sustento, bromas y burlas; así como percibimos abusos, humillaciones y evasiones del tema relevante por parte de quienes discuten. La argumentación, por el contrario, debería ser una práctica que nos permitiera obtener conocimiento, así como comprometernos con los problemas comunes, comprendernos entre nosotros y trabajar en conjunto para resolverlos. La argumentación debería ser una empresa cooperativa, no una batalla dialéctica en la que se busque ganar una discusión o vencer a los interlocutores. Lo cierto es que el estado actual de nuestra cultura argumentativa está muy lejos de acercarse a un ideal cooperativo.

A inicios de 1994 la sociolingüista Deborah Tannen publicó una columna de opinión en The New York Times en la que buscaba alertarnos sobre el declive de nuestra cultura argumentativa. La tituló “El triunfo del grito”. El punto relevante de su crítica es que concebimos a nuestros intercambios argumentativos como discusiones en las que nuestros interlocutores deben perder. Así, en las discusiones la gente se comporta atacando a los demás, quienes deben estar equivocados para que ellos tengan razón. A esta manera bélica de relacionarnos argumentativamente Tannen la denomina “cultura de la crítica”. No obstante, aunque la verdad puede surgir a partir del disenso, no se requieren adversarios para indagarla y descubrirla.

Para Tannen la cultura de la crítica suele deformar los puntos de vista de nuestros interlocutores, quienes pierden demasiado tiempo corrigiendo dichas distorsiones y defendiéndose de los ataques. De manera adicional, las discusiones dentro de esta cultura suelen estructurarse de manera binaria: todo punto de vista debe tener un contrario, contra el cual se argumenta. Esta estrategia, piensa Tannen, puede ser muy útil para vender periódicos, pero nos aleja de la verdad. La cultura de la crítica también vuelve a las personas innecesariamente precavidas con lo que afirman y sostienen; y, cuando se comunica menos de lo necesario, también nos distanciamos de la verdad. No a todas las personas les gusta fungir de sparrings verbales, por lo que la cultura de la crítica también desincentiva a las personas a participar en la argumentación, empobreciendo los insumos que requerimos para acercarnos a la verdad. Tannen desarrolló con mucho mayor detalle esta crítica en su libro de 1998 La cultura de la discusión, en el que además analizaba el ocaso de nuestra cultura argumentativa en la prensa, en la política, en las cortes y en la educación.

Tannen perseguía la que pienso es la pista correcta, pero no sólo acerca de lo que ha ocasionado el ocaso nuestra cultura argumentativa, sino también acerca de la manera en la que por siglos hemos pensado a la argumentación. El ocaso de nuestra cultura argumentativa no sólo se percibe en diversos ámbitos de nuestras vidas, sino también en la manera en la que desde la academia se teoriza acerca de la argumentación. Este libro es un humilde intento por contribuir a esa crítica a nuestra cultura argumentativa, a la vez que intenta poner algunas piedras en la construcción de una concepción cooperativa de la argumentación.

Pienso que existe un justificado resquemor por cambiar el estado presente de nuestras prácticas argumentativas, así como por abandonar algunos presupuestos fundamentales de las que han demostrado ser nuestras mejores teorías de la argumentación en la actualidad. Con frecuencia el temor al cambio —ese conservadurismo que nos aqueja tanto en la vida pública como en la academia— se debe a que los argumentólogos y los educadores han insistido en subrayar ante quienes toman las decisiones públicas la importancia que tiene la argumentación y el enseñar a la gente a argumentar. Entonces, ¿qué sentido tiene agitar las aguas? Pienso que, si bien hemos fundamentado nuestra defensa del pensamiento crítico y la argumentación en la necesidad que tenemos de resolver los desacuerdos que nos aquejan en nuestras sociedades plurales y cada día más polarizadas, esa defensa es compatible con la degeneración cada día más palpable de nuestra cultura argumentativa. ¿Por qué si ahora más personas están interesadas en aprender a mejorar la manera en la que piensan y argumentan lo hacemos cada día peor? Dudo que pueda dar una respuesta que sea justa con todos los factores que inciden en el ocaso de nuestra cultura argumentativa. Quizá no sabemos cómo razonamos y argumentamos de hecho, quizá no sabemos cómo deberíamos hacerlo idealmente, y quizá tampoco sabemos cómo enseñarlo. Pero estoy convencido de que algunas respuestas parciales son las siguientes: no tenemos clara la relación entre la argumentación y el desacuerdo, creemos que la argumentación es una batalla dialéctica en la que siempre hay perdedores (y nos comportamos así y así lo enseñamos a los más jóvenes), y nos olvidamos de que la argumentación puede ser un medio cooperativo para explorar posiciones y refinarlas, para someter a escrutinio nuestras creencias, y para construir conjuntamente el conocimiento. Espero que este pequeño libro logre al menos el objetivo de brindar plausibilidad a la necesidad que tenemos de fomentar un ideal cooperativo tanto en la manera en la que argumentamos como en la que pensamos a la argumentación.

[email protected]


Show Full Content
Previous Ajmátova y Stalin, la poesía como arma contra la dominación del pensamiento
Next Y en educación, ¿cuál es el panorama?/ Rompecabezas Urbano 
Close

NEXT STORY

Close

Desempleo, una amenaza grave para la paz: obispo

08/01/2013
Close