Ajmátova y Stalin, la poesía como arma contra la dominación del pensamiento - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Entrevista a Alberto Ruy Sánchez, sobre El expediente Anna Ajmátova


Anna Ajmátova fue una de las grandes figuras poéticas rusas del siglo pasado. Nacida como Anna Gorenko en el seno de una aristocrática familia tártara en 1889, se cambió el apellido por el de su bisabuela, Ajmátova, cuando su padre se negó a que su respetable apellido fuera vinculado a la poesía. Anna formó parte de la llamada Generación de Plata rusa, y fue un poeta renovadora, rebelde, fascinante, que se entregó en cuerpo y alma a la poesía, a pesar de la persecución sufrida a manos de las autoridades soviéticas. Estudió derecho, latín, historia y literatura entre las ciudades de Kiev y San Petersburgo. En 1912 se casó con el también poeta Nikolái Gumiliov, con quién viajaría a Italia y Francia, en donde conocería al pintor Amadeo Modigliani, con quien la unió una apasionante relación. En ese año también apareció su primer libro de poesía, cuando ella ya formaba parte del grupo poética “Acmeísta”, una escisión de los Simbolistas.
Con el triunfo de la Revolución Comunista, Ajmátova y su esposo formarían parte del grupo de intelectuales perseguidos por los revolucionarios. Su esposo sería fusilado en 1921, acusado falsamente de pertenecer a una conspiración política. Mientras que su hijo, Lev, fruto de la relación con Gumiliov, sería arrestado durante varios años, solo por el hecho de ser hijo de estos brillantes poetas, mientras que la misma Anna estaría presa de manera domiciliaria durante varios años. Pero primero se le prohibiría publicar y después escribir. Su casa sería vigilada de manera permanente y el dictador Stalin mandaría instalar una estatua frente a su ventana, para impedirle ver el árbol que crecía en el parque de enfrente de su casa, al cual ella le dedicó un poema. Después el mismo Stalin mandaría instalar un micrófono, que, de manera visible en la cocina del departamento, la grabaría en todo momento. Desde ahí, ella se tendría que reportar de manera periódica, si quería evitar que a su hijo Lev le ocurriera algo en la prisión. Aun así, Ajmátova logró escribir y publicar de manera clandestina su poema más importante, Réquiem, en el que explicaba que en la Unión Soviética los únicos que estaban en paz eran los muertos y los vivos pasaban su vida de un campo de concentración a otro.
Anna fue una luz de libertad, de rebeldía, de poesía. Como nos dice en entrevista el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, la vida de Anna Ajmátova fue una tragedia. Una tragedia que trasciende el tiempo y que está llena de dignidad. El Expediente Anna Ajmátova es la más reciente novela del escritor mexicano nacido en 1951, publicada por Alfaguara, es una obra que revisita la vida y las vicisitudes de la poeta y de su época. Una obra contada a partir de la vigilancia estrecha a la cuál fue sometida la poeta a partir del deseo de control por parte del poderoso. La relación entre la poeta y Stalin es una relación entre el poder de la libertad y el deseo del poder por controlarlo todo, hasta los sueños, hasta las palabras. Anna Ajmátova nos dejó obras poderosas, inmaculada, que trastocan el sentido del tiempo y de la palabra.
Conversamos con Alberto Ruy Sánchez, quién es autor de novelas que forman parte del ciclo de Mogador, como son Los Jardines de Mogador o El Quinteto de Mogador. También es ensayista, poeta y es director de la revista Artes de México, quién nos contó que su relación con la poeta empezó: Cuando comencé a escribir sobre literatura rusa, y, sobre todo, literatura hecha durante la época soviética, desde los años 70. Primero hablando sobre el caso de Serguei Einstein, que se volvió casi como una obsesión. Trabajé en la Cineteca Nacional en los años 70 y mi primer trabajo ahí fue hacer la lista de las mil películas que debería tener una Cineteca. Después por azar me tocó recibir la copia de todo lo que Eisenstein filmó en México, que había conseguido Rodolfo Echeverría en Nueva York, porque todo se había depositado en el MoMA. Me tocó clasificar todo ese material con moviola. Me puse a estudiar todas las teorías de Eisenstein, todo lo que se conseguía en mi lengua y en lo que yo podía entender y después estudié la historia y el contexto en el que eso creció. Ahí fue creciendo el interés por la relación entre el arte y el poder. Luego me fui a estudiar a Francia. Al principio pensé que mi doctorado iba a ser sobre la creación de la estética del realismo socialista, su conflicto con las vanguardias, que fueron primero incentivadas y luego reprimidas. Ahí descubrí a Anna Ajmátova. Curiosamente traté de ser más práctico por consejos de mis profesores e hice un ensayo sobre el mismo tema, la relación entre poder y la formación de una estética, pero analizando el monopolio estatal del cine en México en la época de Echeverría. Un tema completamente distinto, pero seguí interesándome en el tema ruso y soviético. Luego vino ya el viaje a Marruecos, y la aceptación de mis limitaciones del conocimiento del deseo y todo el ciclo de Mogador. Paralelamente no dejé de interesarme en estos temas, y de hecho el libro que se llama Tristeza de la verdad, está vinculado a esto. Pero también en mi libro con la Literatura en el cuerpo, ya que la mitad del libro es sobre estos temas y se menciona a Anna varias veces, porque es todo su contexto. Luego en el libro que se llama Diálogos con mis fantasmas que la UNAM publicó varias veces, hay un ensayo sobre ella.

Javier Moro Hernández (JMH): Podemos decir que es una relación de largo tiempo de largo aliento la que has sostenido con Anna Ajmátova y de conocerla a profundidad desde diferentes ángulos.

Alberto Ruy Sánchez (ARS): Es un tema del que me he ido aficionando cada vez más. Cuando yo fui a la Unión Soviética, porque en esos años todavía era la Unión Soviética, era justo el último año de la Unión Soviética y todavía era el secretario general. En esa visita que hicimos a San Petersburgo, tuvimos una guía, que era una mujer muy culta y al terminar el tour, uno podía darle una propina y podrías regalarles algo de la tienda diplomática donde los ciudadanos rusos no tenían acceso. Normalmente te pedían algo simbólico, pero ella nos pidió que le comprara las obras completas de Ajmátova. Me encantó y entonces le pedí seguir el viaje y que me llevará los lugares que tenían que ver con ella y con su generación, que fue llamada la Generación de Plata. Le pedí que me llamará al lugar en donde se reunían, que se llamaba La Torre. Fuimos a ver ese lugar, y en el libro hay una foto, para explicar lo que significa para Ajmátova ese espacio en su búsqueda de su voz poética. Después de la caída del Muro empezaron a liberar archivos y con la pandemia se liberaron muchos archivos interesantes y encontré una cantidad maravillosa de información sobre estos temas que son muy raros. Por ejemplo, encontré una cantidad de información sobre el duelo en el que participa el esposo de Ajmátova imitando a Pushkin. Encontré muchos datos que investigas a veces para poner una frase, pero eso es lo que le da consistencia al relato. También encontré mucha información sobre el grupo de los simbolistas, y luego la extraña creación del “Acmeísmo” a partir de una herejía de la Iglesia ortodoxa, que surgió motivado por un monje que sigue una secta de la Iglesia Ortodoxa, que se refugia en Grecia, en Monte Athos, que el zar mandó a bombardear con un acorazado. La importancia que le daban a eso era tremenda, porque eran nominalistas, es decir, creía por decirlo de una manera muy superficial y rápida, que en el nombre de Dios estaba Dios, y que antes de la creación del mundo estuvo la palabra Dios. Con esta toda esta lógica de la importancia de las palabras. Ellos encuentran una manera de rebelarse en contra de las dos grandes tendencias que ponen el simbolismo que tenía la abstracción. Todo era simbólico, por decirlo de manera simple, y la otra tendencia era la del populismo que era la literatura comprometida, un poco como periodismo de la vida y costumbrismo de la vida del del de los campesinos sobre todo muy poco de obreros, pero también y entonces ellos se encuentran una manera de cómo la palabra describe la vida cotidiana y como tú tienes un objeto el que sea una silla una mesa acción y tú al mencionarlo si eres poeta, no solamente tocas ese objeto, sino todo lo que significa para ti, entonces descubres la vida interna del objeto.

JMH: ¿Cuál consideras que son los retos más interesantes a la hora de escribir una novela como El Expediente Anna Ajmátova?

ARS: Anna ya llamaba la atención cuando inició a reunirse con los miembros de la tertulia porque era una performancera pura. Leía maravillosamente en vivo y entonces el reto para mí es ver cómo leía porque hay grabaciones vincularlo con las musicalizaciones que han hecho músicos muy famosos después de que eran sus contemporáneos como Prokofiev, como la musicalizó Stravinsky. Pero yo no me quería centrar solo en el elemento político solamente, porque si bien ella no era amiga del régimen, porque ella lo que hace es poesía, y el poder detesta su libertad. Pero tampoco era amiga y el régimen la castigó severamente, no podía amar de ninguna manera ni por sentido común, ni por inteligencia, ni por nada, no podía admirar al tirano, pero al mismo tiempo lo que ella hizo fue poesía libre. 

JMH: Hay una búsqueda de rebeldía en ella, aunque no se enfrenta de manera directa al poder. Pero hay un elemento de la poesía como núcleo central de la rebelión vital.

ARS: Lo que ella hace con el poder no es enfrentarlo, no puedes enfrentar un poder así, sino que lo burlas. O sea, su hijo, solo por ser hijo de ella y de su esposo, quien fue juzgado como traidor siendo inocente. En mi ensayo sobre ella publicado en los noventa, creía que lo habían fusilado porque eran enemigo del régimen, pero no es cierto, porque lo que hicieron fue un juicio sumario de unos científicos e ingenieros, y Lenin decidió meter a varios inocentes y Víctor Serge, el conocido revolucionario que era muy cercano de Lenin en esa época. Trotsky todavía no estaba exiliado, estoy hablando de 1921 y Trotsky todavía no había venido a México. Serge le escribe a Lenin para tratar de salvar al esposo de Ajmátova. Máximo Gorki, quién pensaba que era importante que hubiera literatura universal en la Unión Soviética, por lo que Stalin le dio la posibilidad de que lo hiciera y abriera un campo para que muchos escritores vivieran de traducir, que muchos escritores que no eran bien vistos, porque no hacían literatura populista, pudieran vivir, también le escribe a Lenin tratando de salvarlo y no lo logra, porque Lenin decide que hay que incluir en el juicio colectivo a varios inocentes. “Es importante para la revolución” dice. Estaba dando un ejemplo para el que abra la boca porque, aunque no era adversario era crítico. Lo que es asombroso es que, al hijo de ellos, que nace en 1912 y cuando matan a su papá iba a cumplir nueve años y será perseguido por ser hijo de ellos. En los años treinta cuando el hijo está en la prisión de la GPU, que después sería la KGB, y Anna está haciendo la fila para ver si su hijo está vivo y está con otras mujeres que querían ver si sus maridos, sus parientes, seguían vivos. En la fila una mujer la reconoce y le dice si ella podía contar esto, del sufrimiento terrible, y entonces ella le responde “sí puedo.” Pero esa pregunta no es una pregunta nada más psicológica, es que a Ajmátova la censuraban, no le permiten publicar y no le permiten escribir. Stalin le puso un micrófono que la grababa si ella no se reportaba, o sea, si no da signos de vida, pues le pueden ir muy mal al hijo. Querían ver que no se escapara. Lo que ella hizo es escribir cuando alguien iba a visitarla, escribir en papel el poema y su visitante, que a veces era Pasternak, por ejemplo, lo tenía que leer y memorizar mientras ellos platicaban de cualquier otra cosa, para que el micrófono los grabara. Memorizaban dos, tres líneas. Está confiando en la memoria de sus visitantes, y a lo largo de los años el poema sale, y es un poema devastador, no es un análisis sociopolítico del régimen, eso no era lo más importante, lo más importante es que ella logra dar el testimonio de la dimensión humana en donde la poesía puede penetrar, ahí donde la poesía puede penetrar, ella escribe esto, y habla de algo mucho más profundo, algo en lo que sólo la poesía puede entrar.

JMH: Cuando leemos El expediente Anna Ajmátova nos damos cuenta de que el poder no quiere impedirle que escriba. Lo que quiere es dominar la palabra, dominar el pensamiento.


ARS: No puedes comprender ese fenómeno, porque es un fenómeno complejo y además uno diría, este señor manda a matar mil personas de un plumazo, ¿por qué decide dejarla vivir a ella? Y hay que pensar en eso como el castigo más cruel. ¿Por qué él en lugar de cortar el árbol manda poner la estatua enfrente de su ventana? ¿Por qué, si él ya tiene pueblos enteros que lo elogia, un continente entero que le rinde culto, ¿por qué necesita que los grandes escritores hagan una oda sobre él? Entonces ves cómo quiere apoderarse de esa mente, quiere entrar en su cabeza, y eso es también un esfuerzo de dominio a través del conocimiento, como tú lo dices.


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