Durante la licenciatura en derecho, en séptimo semestre, pude hacer un verano científico en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí de la mano del Doctor Sergio T. Azua Reyes; parecerá increíble pero en aquel año, 1999, era poco común que los humanistas hiciéramos ciencia, incluso los encargados del programa dudaron en otorgarme la beca. Con todo y eso, me acerqué por primera vez al maravilloso mundo de la investigación, aunque de forma muy sencilla. Diez años después, cuando cursé la maestría en Estudios Humanísticos en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, me enfrenté de forma más intensa al arduo trabajo de investigación, no solo documental sino archivística. Mi tema de tesina estaba a la vista: años anteriores había trabajado en la Casa de la Cultura Jurídica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sabía que en su archivo había una serie de amparos que en el siglo XIX enfrentaron a dos grupos liberales, los de Ignacio T. Chávez versus Jesús Gómez Portugal.
Al profundizar en la historiografía tradicional hidrocálida, me percaté que la mayoría de los investigadores se había centrado en el papel político que jugó el juez de amparo, dejando de lado la importancia de este instrumento y cómo, independientemente de si fue utilizado o no con fines no estrictamente jurídicos, al final de cuentas logró uno de sus cometidos: controlar el poder y evitar la violación de los derechos humanos, entonces llamadas garantías individuales. Revisé la sentencia del primer juicio de amparo (01/1868) descubriendo una serie de aspectos positivos que valían la pena ser rescatados, pues se trata de una microhistoria del este instrumento constitucional: funcionó para proteger derechos humanos; esto provocó un choque entre poderes (locales contra federales); generó incomodidad en los cacicazgos regionales; y por supuesto llevó a que el juzgador fuera tachado de faccioso. Esta microhistoria nos permite hacer un acercamiento, bajo método inductivo, a la memoria del nacimiento del juicio de amparo en todo el país; por ende, podemos trasladarlo, mutatis mutandis, al presente, pues es evidente que siguen pasando estas mismas circunstancias en especial cuando al poder (principalmente ejecutivo) no le gusta una sentencia.
Derivado de esta investigación, vio a la luz un pequeño libro intitulado La primera sentencia de amparo en Aguascalientes, que contiene un ensayo en torno a lo que sucedió en la época; además, para permitir al público acceder a la sentencia de aquel primer documento que, por obvias razones, era realizado de forma manuscrita, se añade una versión transcrita. Por último, anexe una versión digital de todo el expediente, hermoso de fondo y forma, con la finalidad de difundir este precioso acervo cultural que se encuentra y puede ser consultado, en la Casa de la Cultura Jurídica de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en Aguascalientes.
Este libro fue presentado el pasado miércoles, gracias al apoyo del IMAC (Rocío Castro y su director Octavio Ozuna) y fungieron como presentadores mis maestros queridos y admirados, Jesús Eduardo Martín Jauregui, Jesús Antonio de la Torre Rangel y José Alfredo Muñoz Delgado, a quienes agradezco sus palabras tanto a mi persona como para el libro. La presentación está video-grabada y pueden consultarla en la página de Facebook del grupo Kaos. Se hizo hincapié justo en la vocación del amparo como instrumento de control del poder, y se criticó la posición de los historiadores tradicionales de Aguascalientes que señalaban que el juez de distrito, Luis G. Solana, había tomado partido por el Club Chávez, cuando de la lectura de la sentencia se desprende lo contrario, que jurídicamente procedió correctamente. Y es que, y creó que esto es lo importante de este primer amparo, la sentencia otorgó la protección de la justicia federal a los quejosos, por primera vez se leyó en Aguascalientes esa solemne frase: la justicia de la unión, ampara y protege.
El próximo miércoles, a las 17:00 horas se realizará otra presentación, pero en esta ocasión en la Casa de la Cultura Jurídica, el análisis correrá de la mano del Juez Primero de Distrito Jaime Paez, con la moderación del director Benjamín Orozco y por supuesto el suscrito; es muy interesante tener la perspectiva del juzgador, máxime en estos tiempos donde se ha despreciado a la judicatura, tal como pasó en el siglo XIX cuando, al ser amparados, el gobernador despotricó en contra del C. Luis G. Solana. Para quienes quieran asistir, aquí se pueden inscribir: https://forms.gle/VNuzKv1pF3YDb7se9.