Se te ordena sentarte dieciséis horas en unas gradas de cemento, al aire. Sin celular. Sin TV. Con dos permisos de 5 minutos para ir al sanitario. Te vas a casa. Regresas y son otras dieciséis horas a las gradas y así otra vez, y otra vez y otra vez. Te acabo de describir la manera en que la SEDENA (Secretaría de la Defensa Nacional) trata a los miembros de lo que fue la policía federal para que renuncien a su empleo y le dejen su lugar a un soldado o un marino.
Ahora imagina que entraste en la marina nacional, obtuviste tu grado, tienes el orgullo de estar en una fuerza de guerra y sabes que vas a matar o morir por tu patria y, sin previo aviso, te comisionan para que rondes los pasillos de un clase-mediero centro comercial, abarrotados de ciudadanos que te miran con desconfianza; fuiste desplazado a la Guardia Nacional.
Policías que hacen de soldados, soldados que hacen de policías y aquello es un desgarriate que ¡para qué te cuento!
El caso de Karla. Karla Narvalles logró tras muchas dificultades, incorporarse a la marina nacional, se sentía orgullosa de estar entre las pocas mujeres que logran ser infantes de Marina. Pero el gusto le duró poco, ya que fue comisionada a la Guardia Nacional a realizar labores de policía, para las que ella no estaba formada.
En la Guardia Nacional, un teniente, comenzó a acosarla sexualmente de manera abierta, pública y constante; ante lo cual Karla redactó un documento donde informaba de ello y al tiempo hacía la denuncia correspondiente. El escrito de demanda de acoso se llenó de sellos de recibido, pero nada sucedió, nadie atendió y nadie resolvió.
Karla terminó desertando de la Marina, decepcionada por la indefensión en que se encontraba ante el depredador teniente; estresada por la imparable infamia del superior, al que no le importaba agredir frente a otros mandos y dañada psicológicamente por el trauma vivido.
Tristemente, Karla Narvalles relata, en un artículo publicado en LJA.MX el 01 de septiembre pasado; que entre la Guardia Nacional y la Secretaría de Marina “se echaban la bolita”, pues, Karla se encontraba en el medio de ambas dependencias y ninguna se hizo responsable.
No soy de aquí, ni soy de allá. El argentino Facundo Cabral, popularizó esa bonita canción en los años setentas, canción que terminó por ser un clásico y que parece retratar la indefinición en que se encuentran las y los integrantes de la Guardia Nacional en México. Laboralmente no hay condiciones estables para ellas y ellos; orgánicamente quedan a la deriva y administrativamente forman parte de una dependencia militar pero deben obedecer a otra de vocación civil o sea que ¡aquello es un auténtico caos!
Tremendo fracaso. Fracasó la Guardia Nacional, esa es la realidad. Apenas un quince por ciento de sus miembros son policías federales pues, aun cuando se hizo una gran convocatoria en todo el territorio mexicano para sumarse al nuevo órgano de seguridad pública nacional; las y los jóvenes no quisieron entrarle a arriesgar su integridad física en el combate al crimen organizado: las plazas quedaron desiertas.
También contribuyó al desdén juvenil por integrarse a la Guardia Nacional, la manera de reclutar a los aspirantes pues estuvo en manos del ejército mexicano y los chavalos no son tontos, captaron de inmediato por dónde iría el asunto y ¡ni se acercaron!
Ante la imposibilidad de crear, como lo deseaba Andrés Manuel López Obrador, un cuerpo policial profesional y capaz, que se enfrentara a las complejas redes y operaciones del crimen organizado, se tomó la decisión de comisionar integrantes del ejército mexicano en alrededor del sesenta por ciento, y de la marina nacional en más o menos veinticinco por ciento.
La Guardia Nacional se redujo entonces a los veintiséis mil elementos que atrajo al cierre de la policía federal, de los que hoy sólo quedan veintitrés mil y el resto son militares de carrera. Reza el dicho popular que “el miedo no anda en burro” y no hubo jóvenes que aceptaran hacer frente a la delincuencia organizada mexicana como policías civiles.
Con el fin de que la Secretaría de la Defensa Nacional asuma por completo el control de la Guardia Nacional, los pocos elementos policiales que permanecen, son presionados para aceptar su retiro voluntario, o se opta por amedrentarlos con pasar a los agrupamientos de mayor riesgo físico, o con permanecer inactivos en su horario laboral, es decir: son “congelados”.
¡Así las cosas! la Guardia Nacional es un cuerpo militar. La Policía Federal se extinguió en balde y los ciudadanos nos quedamos como ya es costumbre chiflando en la loma.