Ciencia ciudadana/ El peso de las razones  - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Suele concebirse a las mujeres y hombres de ciencia como héroes o celebridades: individuos excepcionales intelectual y moralmente, que en soledad realizaron contribuciones significativas al avance del conocimiento para el resto de la humanidad. Esto ha propiciado un estereotipo que aleja a científicas y científicos del resto de los seres humanos. Además, coloca a sus logros en un pedestal como cosas que se deben admirar y repetir, sin necesidad de asimilarlas y aplicarlas a nuestras preocupaciones cotidianas. La ciencia ciudadana pone en perspectiva esta imagen: acerca la ciencia a la gente.

Definida de manera amplia y poco restrictiva, la ciencia ciudadana se caracteriza por el desarrollo de proyectos de investigación que involucran a participantes que no tienen, de manera primaria, una formación científica relevante al proyecto en cuestión. En este sentido, tales proyectos llevan el sello distintivo de reclutar a personas que no han recibido una educación científica especializada (en el área relevante del proyecto) para hagan ciencia. Pese a ser tosca, esta caracterización permite disipar ciertos malentendidos y hacer algunas distinciones importantes.

Por una parte, pese a que su nombre lo sugiere, la ciencia ciudadana no involucra esencialmente a ciudadanos (i.e., personas con derecho a la participación política dentro de algún territorio). Muchos proyectos de ciencia ciudadana se nutren de la participación de quienes, al menos temporalmente, no son ciudadanos en pleno ejercicio de derechos políticos. Por ejemplo, algunos proyectos contemplan la participación de niños y jóvenes (e.g., entusiastas de la ornitología, los videojuegos, la astronomía o las redes sociales). Otros enfatizan la participación de quienes no cuentan con la ciudadanía en la región en la que habitan, como los inmigrantes ilegales, o quienes han perdido transitoria o permanentemente sus derechos políticos, como los reclusos penitenciarios.

De este modo, pese a que la etiqueta ‘ciencia ciudadana’ ha ganado popularidad, no debería leerse

demasiado en el adjetivo. Tampoco debería asumirse que la ciencia ciudadana requiere estrictamente la participación de legos (i.e., personas sin ninguna formación científica especializada). Pueden considerarse como proyectos ciencia ciudadana aquellos que contemplan la participación de científicos que cooperan voluntariamente en la investigación de campos que no corresponden a su área de especialización.

Además de disipar los malentendidos anteriores, nuestra caracterización inicial de la ciencia ciudadana permite también distinguirla de otras actividades con las que guarda cierta similitud. La ciencia ciudadana se distingue de la educación científica en tanto no tiene únicamente un objetivo formativo, sino que se caracteriza por la prosecución de una meta científica. En este sentido, a diferencia de actividades puramente educativas, la ciencia ciudadana involucra la realización de actividades científicas genuinas (no meras prácticas o simulaciones escolares) en contextos del mundo real, generando datos reales. Además, la ciencia ciudadana también es distinta de la colaboración científica de expertos en el área o áreas del proyecto.

Aunado a las ventajas que comúnmente se le adjudican, la ciencia ciudadana promueve una clase mejora cognitiva en las sociedades e instituciones contemporáneas que se aprecia al interior de las instituciones científicas. Sin comprometer la imparcialidad de sus procedimientos y la fiabilidad de sus estándares de evaluación internos, estas se benefician de la ampliación de perspectivas en diversas etapas del proceso de investigación.

La ciencia ciudadana en ocasiones funciona bajo diseño. No siempre es una mera integración anárquica de cualesquiera perspectivas en cualquier momento de una investigación. En un primer caso, la integración de individuos de un dominio de conocimiento a otro dominio podría tener las siguientes ventajas cognitivas: el entrenamiento científico general de un individuo en su dominio de conocimiento puede ser de utilidad en una investigación científica de otro dominio, y puede ampliar sus alcances. También, la inclusión de individuos externos al dominio de conocimiento relevante en una investigación, aunque miembros de la comunidad científica, puede aportar perspectivas frescas y superar el estancamiento en el que las investigaciones caen en ocasiones. Por último, puede fomentar una futura interdisciplinariedad, con las ventajas cognitivas que ésta a veces tiene de suyo: así, la ciencia ciudadana podría considerarse un primer paso impulsor de futuras investigaciones interdisciplinares y transdisciplinares. Un par de acotaciones a esta última premisa: muchas veces (quizá la mayoría) los casos de interacción interdisciplinar no son casos de ciencia ciudadana, aunque podrían serlo; y no siempre la interdisciplinariedad, aunque es un programa que goza de cierto apoyo dentro de la comunidad científica, es deseable ni aporta ventajas cognitivas.

La historiadora de la ciencia Naomi Oreskes señala algunas y parte de la siguiente premisa: si aceptamos que la experticia no es exclusiva de los miembros de la comunidad científica, en principio podríamos afirmar que los legos pueden tener experticia en sus dominios particulares de conocimiento. Si esto es cierto, señala, podríamos ver, por ejemplo, que los pacientes tienen una comprensión del progreso de su enfermedad y de los efectos secundarios de los medicamentos que les han prescrito, las mujeres embarazadas pueden tener una comprensión similar o superior que los obstetras sobre algunos problemas del embarazo, y existe abundante literatura sobre la experticia indígena sobre la botánica, zoología, clima y otros aspectos del medio ambiente en el que viven sus comunidades.


Los proyectos de ciencia ciudadana también pueden enriquecer cognitivamente sus investigaciones integrando legos que recaben evidencia e información que las máquinas aún son incapaces de recopilar (aunque seguramente lo harán en el futuro, y quizá gracias a proyectos de ciencia ciudadana).

Por último, partiendo del hecho de que el conocimiento está socialmente distribuido, ha señalado las posibles ventajas en la toma de decisiones públicas de incluir conocimiento que se encuentra fuera de las fronteras de la comunidad científica.

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