Quienes nos dedicamos a la educación superior debemos entender que la universidad como la conocemos cada día está desapareciendo para convertirse en una nueva manera de formar a los estudiantes. En este nuevo modelo debemos desarrollar nuevas habilidades; la tecnología debe estar siempre en el proceso, y el docente pasará de ser trasmisor unidireccional a un mentor que acompaña el proceso de los estudiantes hacia la construcción de sus propios planes de vida.
La universidad del siglo XXI debe formar innovadores, disruptores, emprendedores y alumnos hacia una cultura maker. Debe aceptar una formación sostenible (economía – sociedad – medio ambiente), además de generar las herramientas para que los estudiantes se conecten con las causas que los lleven a la construcción de un mundo mejor, menos desigual y con oportunidades más parejas para todos.
La Universidad de este siglo debe ser abierta a los diferentes grupos sociales; debe migrar a currículos abiertos e interconectados entre profesiones, entendiendo que el conocimiento se construye de manera colaborativa. Debe ser libre para que el alumno decida la modalidad en la cual estudiar. Esta nueva universidad pasará de currículums rígidos a un conocimiento transversal que evolucione a la velocidad del mundo actual.
Según el informe -Más Allá de los Límites (Nuevas formas de reinventar la educación superior)- emitido por la UNESCO este año, se señala una interesante lista de aspectos por los que la educación superior debe evolucionar en los próximos años:
- El cambio climático y la pérdida de la biodiversidad. “A pesar de las advertencias recurrentes, y de la mayor concientización desde la década de 1980, los esfuerzos por aplicar políticas ecológicas, reducir el consumo de energía y utilizar fuentes de energía renovables, han sido insuficientes”. Las universidades en el mundo deben garantizar una formación obligatoria transversal encaminada a la sostenibilidad.
- La persistencia de los conflictos armados. Debemos entender que el mundo es más inseguro que la década anterior. Los conflictos armados entre países, y al interior de ellos, la violencia por desigualdad, la intrafamiliar, se convertirán en un reto enorme para las universidades, pues el mundo está perdiendo la capacidad de resolver sus conflictos de manera pacífica.
- La desigualdad de ingresos es un gran reto para las sociedades humanas. Mientras mantengamos las tremendas desigualdades entre pobreza y riqueza, el mundo entero seguirá en conflicto. Necesitamos lograr que las universidades se conviertan en el motor para cambiar el paradigma de “acumulación de dinero a costo de todo”.
- El declive de la democracia. “Según el Índice de Democracia calculado por la Economist Intelligence Unit (EIU) la proporción de población que vive en democracias plenas ha disminuido del 12.3% en 2010 al 6.4% en 2021. Esto significa menos libertad académica, menos pensamiento independiente, menos autonomía institucional, y menos tolerancia a la investigación social”.
Ante este panorama complejo, la UNESCO señala 6 principios obligatorios para la educación superior del siglo XXI, estos son: Inclusión, equidad y pluralismo; libertad académica y participación de todas las partes interesadas; indagación, pensamiento crítico y creatividad; integridad y ética; compromiso con la sostenibilidad y responsabilidad social; y excelencia a través de la cooperación en lugar de la competencia.
Retos enormes para una educación superior en México que aún no ha entendido el valor y la gran responsabilidad que tiene para convertirse en el motor y soporte de la economía y la sociedad. Mucho que hacer; seguramente las universidades que lo entiendan sobrevivirán, y quienes no, terminarán desapareciendo ante su incapacidad de evolucionar.