Como siempre hace, el presidente Andrés Manuel López Obrador, en busca del aplauso fácil, habla para sus seguidores, en la conferencia matutina declaró: “Vamos a pasar de la fase de austeridad republicana a una fase superior de pobreza franciscana”, y anunció una reunión con su gabinete para implementar medidas de austeridad adicionales. Considerar como fase superior de un gobierno convertirlo en una orden mendicante es negarse a la responsabilidad que tiene con la sociedad.
La renuncia a la riqueza de Francisco de Asís para imitar el ejemplo de Jesucristo, en modo alguno significa que promovió que todos abrazaran la pobreza, su trabajo consistió en la renuncia personal a todo tipo de posesión de propiedades o bienes, para vivir de la caridad y dedicarse a la expansión del evangelio. Reducir el ejercicio de gobierno a reducir los viajes al extranjero de los funcionarios públicos, no comprar vehículos nuevos, intentar evitar que alguien gane más que el presidente y no cubrir las vacantes en la administración federal -que son las medidas anunciadas por López Obrador- es una mentira más para encubrir la incapacidad de la administración de la Cuarta Transformación.
Nadie en su sano juicio puede demandar a un gobierno que asuma una “pobreza franciscana”, porque a los funcionarios de gobierno se les elige para administrar los ingresos del país de la manera más eficiente, para erradicar la desigualdad y disminuir las brechas entre todos los sectores de la población.
Nadie en su sano juicio puede desear que, desde el gobierno, se decrete la pobreza para igualar a toda la población, quien festeje la “pobreza franciscana” en la administración bajo la idea de que primero se debe actuar a favor de los pobres confunde la obligación del Estado con los menos favorecidos, con un intento de homogeneizar las carencias.
No importa de qué manera se elija definir Bienestar, no puede significar que para alcanzar ese estado se reduzcan al mínimo las condiciones de satisfacción personal, comodidad y confort, cualquier política pública destinada a igualarnos en las carencias es un atentado contra la población, en todos los sentidos; nadie puede estar en contra de que un gobierno vea primero por los pobres, eso no está a discusión, porque implica que las acciones de gobierno están principalmente dirigidas a generar las condiciones para que los menos favorecidos sean auxiliados, por el Estado, para evitar las adversidades sistémicas que han sufrido durante generaciones, eso no puede estar a discusión, lo que sí se debe discutir son las formas en que los gobiernos reparten los recursos de todos para beneficiar a unos cuantos, insisto, el objetivo debería ser erradicar la desigualdad.
La “fase superior” que propone López Obrador es una política gubernamental que sólo intenta encubrir la incapacidad de la burocracia para establecer políticas públicas que favorezcan a todos, privilegiando a los sectores más vulnerables, es una carta blanca para seguir administrando los recursos de manera irresponsable, todo con tal de darle gusto al presidente.
Coda. Las ordenes franciscanas que abrazan la pobreza, viven de la limosna para realizar su tarea, algo así como vender cachitos de lotería a los empresarios para conseguir el dinero que el Gobierno Federal no sabe administrar.
@aldan