Hace seis años, Juan formó parte de las estadísticas de migración de la entidad. En aquel entonces, después de haber ido a varios estados de la Unión Americana, el profesor de inglés por la Universidad de Pachuca terminó trabajando como cocinero en un hotel de Hawai.
A un año y dos meses de haber regresado a Aguascalientes, es su esposa Carol la que vive las consecuencias de la migración, ya que habla muy poco español, pero eso no le ha impedido emprender un negocio que por ahora sólo atienden ella y su esposo: un restaurante de comida china que llamaron “My Faith”.
Carol nació en Filipinas, pero desde pequeña vivió en Hawai. Al igual que su padre, que formó parte del cuerpo médico militar, ella estudió enfermería, profesión que ejerció durante 15 años en hospitales de la paradisíaca isla.
La barrera del idioma, que habla con un acento al que los mexicanos estamos poco acostumbrados a escuchar, le ha impedido desempeñarse en esa área. Ahora vive en México. A esto hay que añadirle que en Aguascalientes no hay todavía tanta presencia de norteamericanos o extranjeros de procedencia anglosajona que puedan demandar sus servicios.
Aunque ha pensado en buscar un empleo como profesora de inglés o de baile hawaiano, en este momento prefiere sacar adelante su negocio porque es de los pocos trabajos que puede realizar en equipo con su marido, en el que ha aplicado lo que aprendió de sus experiencias anteriores y sobre todo porque, agrega Juan, ya no tiene tanto miedo de quedarse sola o salir a comprar lo que se requiere porque las personas le hablan en español.
Y es que ella dice que en un inicio necesitaba que Juan estuviera cerca en todo momento para que pudiera atender a los clientes que llegaban o que llamaban por teléfono a su negocio; sin embargo, pronto se dio cuenta que la mayoría de los aguascalentenses tiene un dominio del inglés que le permite a ella mantener una conversación agradable y entender lo que ellos le están pidiendo.
Carol llegó a nuestro estado rompiendo el esquema tradicional del hawaiano, pues platica que usualmente los oriundos permanecen trabajando ahí porque hay muchas oportunidades de empleo; incluso sabe que si hubiera decidido quedarse o quisiera regresar en este momento, con las referencias y la experiencia que tiene –también trabajó como cocinera, lavandera y guía de turistas- fácilmente podría emplearse allá.
Situación muy distinta sería para Juan regresar a Hawai, ahora que como en todos lados se han endurecido las medidas migratorias, por lo que aún contando con papeles, le sería muy difícil encontrar un trabajo de manera legal.
Aunque las condiciones de su migración fueron muy distintas a las de la mayoría de los paisanos, ha tenido que enfrentar dificultades similares, con la ventaja de que cuenta con la ayuda de Juan, que es bilingüe, y de que ha encontrado personas que la han recibido bien.
No deja de preocuparle que no hablar español puede implicar perder uno o muchos clientes y es por ello que se ha propuesto aprender más que las palabras que escucha de su pareja. En apoyo, él procura hablarle más frecuentemente en español y ella dice que está dispuesto a pagarle un curso de español para que no le sea tan difícil.
Su esposo asegura que ella no se quiere ir de Aguascalientes, lo que ella confirma, al tiempo que comenta que lo que más le gusta –aparte de las carnitas-, es que aquí la gente es muy trabajadora.
Lo que para ella es de admirarse, para el gobierno debería ser un llamado de atención, pues afirma que mientras un hawaiano puede vivir con un empleo, aquí una persona incluso tiene dos y que mientras allá el estado le procura atención inmediata cuando tiene un accidente de trabajo, aquí sólo es cuestión de “ir al seguro” (cuando se cuenta con él) y regresar a trabajar.