El día de ayer fuimos invitados a un evento en que habría de presentarse el quincuagésimo primer libro del cronista de Lagos de Moreno, Ezequiel Hernández Lugo, a la vez que se le rendiría un merecido homenaje por su labor constante y decidida en aras del rescate de la historia de Lagos de Moreno y su gente. Fue un evento muy emotivo en que no solo se reconoció su trabajo de muchos años sino también, la importancia de la crónica por sí misma en la cultura de los pueblos.
Lagos de Moreno, es un lugar para sorprenderse, enclavado en los altos de Jalisco, el pueblo mágico, que en realidad se ha ido convirtiendo, a los ojos de todos y sin mayor aspaviento, en una floreciente ciudad, es un sitio del que en una simple mirada de trescientos sesenta grados, podría dar múltiples posibilidades para la creación artística. Quizá las altas paredes de cantera rosa de los edificios del primer cuadro, o las brillantes frondas de los árboles de su plaza principal o tal vez lo alineado de las baldosas que se entretejen en derredor de su parroquia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción ayuden a darle ese aire señorial que ha inspirado a tan grandes talentos.
Sin duda, también ha influido para que muchos sean los genios que se han producido en aquella tierra, el gran estímulo que en Lagos de Moreno se otorga a la cultura, lo que es visible si se admira tras la cerca de su escuela de artes, en la que reina desde el centro de su patio, un imponente árbol de magnolias. Dice su página de Facebook que al interior de sus paredes se imparten clases de diversos instrumentos musicales clásicos, pero también se dan talleres de cartografía cultural, así como artes plásticas.
Lagos tiene también, en medio de toda su arquitectura colonial, un antiguo convento de religiosas capuchinas que ahora es utilizado como casa de la cultura municipal, un edificio bellamente restaurado, en cuyo patio central se desarrollan eventos culturales, rodeados por salones que se usan como galerías para la exhibición del arte local. En esta ocasión tuvimos oportunidad de escuchar entre los ecos de sus diversas cúpulas de ladrillos color naranja, un bello repertorio de música clásica que engalanó con un brindis, el evento cultural en honor al Mtro. Ezequiel Hernández Lugo.
La presentación del libro “Francisco Guerrero Ramírez, el villista místico” tuvo lugar en el majestuoso teatro José Rosas Moreno, ubicado justo a espaldas de la parroquia de su pueblo, con un estilo neoclásico que recuerda al teatro Morelos de nuestra ciudad, indudablemente un recinto digno para albergar eventos culturales de calidad. Algo que llamó mucho mi atención, fueron los murales que habitan su cúpula; uno de sus personajes sostiene un libro con el título “los de abajo”, efectivamente, se trata de Mariano Azuela, el escritor que todos conocimos en preparatoria, precisamente por esa novela. Mucho en Lagos lo interpela, calles con su nombre, estatuas y el aire mismo que describe fantásticamente en las páginas de su novela.
La también conocido como “ la Atenas de Jalisco”, cuenta con muchos personajes célebres y muchos de ellos se dedicaron a las artes y la cultura, la página oficial del Ayuntamiento enlista más de una treintena de personalidades; no se incluye a Francisco Guerrero, pese a que el libro que se presentó lo describe como un poeta con gran incidencia en la vida cultural y política de su terruño, como a él, a muchos otros se les ha perdido en los anales de la historia por la ausencia de narrativa sobre sus personas.
Precisamente la crónica nos sirve para mantener vivo el recuerdo, a través de su descripción y captura mediante las letras. Ezequiel Hernández lleva sobre sus espaldas la labor titánica de conservar vivo el recurso más importante que tiene su pueblo, su gente. En una de las escenas de la última temporada de Game of thrones, en la que podemos comprender el porqué del exterminio, que los hombres blancos están llevando a cabo sobre los vivos y en particular la razón de ser de la persecución encarnizada que hacen sobre Brad, el heredero de Winterfell en la serie (quien posee dones extraordinarios para saber todos los hechos presentes y pasados) nos percatamos de que esa es la única manera de erradicar a la humanidad por completo, combatir el conocimiento de lo que somos y lo que hemos sido, abolir nuestra historia.
Esa es otra de las moralejas que la cultura Disney nos ha legado en su película Coco, necesitamos recordar para trascender, para aprender de los pasos andados y no tener que regresar a aprehenderlos a fuerza de nuevos golpes. Necesitamos generar conciencia regional, hacer nuestra la cultura y dotarla de identidad, es menester narrar las vidas de nuestras personas, hacer microhistoria para entender el génesis de nuestro futuro y conocernos.
Desafortunadamente, apreciar esto, también nos hace poner en perspectiva las carencias de que adolecemos en otros municipios, distintos a las capitales en que ni la cultura en general, ni la crónica en particular, ocupan un lugar preponderante en la repartición de los presupuestos. Hace poco una pujante artista hidrocálida me escribió en una dedicatoria que, no hay “nada como el (h)arte para cambiar al mundo”, coincido plenamente en los dos sentidos en que bifurca su frase.
Agradecemos la generosidad de hacernos sentir en casa a toda la familia Hernández Lara y compartirnos su orgullo y alegría, en especial a nuestro amigo Sandor. ¡Larga vida al cronista de Lagos!