Judith Amador
Tras varios recorridos del especialista por buena parte del país en momentos permitidos por la pandemia, apreció un deterioro notable en la infraestructura museística y en zonas arqueológicas. Encuentra una explicación: “Me parece un asunto de falta de información, de no haber convocado a los asesores idóneos que explicaran la importancia del mantenimiento de la alta cultura en la construcción de la cultura de lo cotidiano”. De más de treinta años para acá se ha producido un vacío, dice, con proyectos de lucimiento alejados de un sentido nacional por parte de los diversos partidos políticos que nos han gobernado.
Estudioso de la historia de la arquitectura moderna y de la conservación del patrimonio cultural, el arquitecto y doctor en Historia del Arte Enrique X. de Anda aprovechó los meses de respiro que dio la pandemia, antes de la quinta ola, para revisitar algunos museos y zonas arqueológicas de nuestro país.
Su reporte podría decir “sin novedades al frente”.
Con pesadumbre, constató que el abandono, la falta de inversión, mantenimiento y actualización son sistemáticos, se repiten lo mismo en los grandes y más visitados sitios que en aquellos alejados de los centros turísticos. Y ve que no importa la ideología del régimen, hace años que la cultura no es prioridad.
Precisamente en uno de los emblemáticos espacios, el Museo Nacional de Antropología (MNA), el académico del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, investigador invitado en el Archivo Luis Barragán en Suiza, Premio Universidad Nacional 2015 y fundador de la asociación civil Arquitectura Moderna Estudio y Conservación, comparte con Proceso su percepción.
Se enfoca inicialmente en la infraestructura arquitectónica –no necesariamente los contenidos y el proyecto cultural–, donde encuentra dos bloques: los museos y las zonas arqueológicas, que le preocupan desde hace tiempo, “no precisamente a partir de la pandemia”. Dice:
“En los museos, tanto en los dependientes del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) como en los de Bellas Artes (INBA) hay un proceso de envejecimiento. Los edificios se están volviendo viejos, tienen el mínimo mantenimiento, prácticamente nomás los trapean, eventualmente cambian algún cristal, pero empezamos a encontrar ausencia de buena iluminación, problemas en los sanitarios, no hay la atención debida.
“Y en las zonas arqueológicas, particularmente en algunas, el problema son las invasiones de vendedores ambulantes. Creo que desde el punto de vista del mantenimiento nadie podría quejarse, tienen el pasto bien cortado, están limpias, la gente encargada hace el aseo, hace su tarea, el problema es el ambulantaje”.
Subraya que el tema del envejecimiento de los inmuebles no es nuevo, y aunque varios como el propio Museo Nacional de Antropología siguen siendo “el orgullo del Estado mexicano”, se debe recordar que tanto éste, como el Nacional del Virreinato y el Museo de Arte Moderno, son de la época del gobierno de Adolfo López Mateos, se inauguraron en 1964. El Museo Nacional de San Carlos se fundó el 12 de junio de 1968, y el Museo Nacional de Arte (Munal) abrió el 23 de julio de 1982, es decir, hace 40 años.
En opinión suya, hay aspectos como la operación de las instalaciones o la seguridad, con los cuales sí cumplen los museos en general, pero la modernización de las estructuras de los edificios y de los discursos museográficos se está volviendo un problema serio por el rezago. De hecho, al ingresar al MNA, lo primero que mostró fue una enorme grieta en el mármol de la fachada y escurrimientos de agua.
Al remontarse, identifica dos grandes momentos de creación de infraestructura en la época moderna: entre 1958 y 1964, con el poeta Jaime Torres Bodet al frente de la Secretaría de Educación Pública, y particularmente de 1963 a 1964, cuando junto con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y la anuencia y respaldo del presidente López Mateos, se hace el plan de museos.
Luego hay un salto de casi veinte años, hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari: Al frente de las decisiones como presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) estuvo Rafael Tovar y de Teresa, quien impulsó “la modernización de las escuelas de arte, se hizo el Centro Nacional de las Artes, se modernizaron y actualizaron los teatros de la Unidad Artística del Bosque, es decir, hubo una derrama de dinero muy fuerte, y se hicieron “proyectos de investigación en zonas arqueológicas importantes”.
Fueron los llamados catorce Proyectos Especiales de Arqueología, y recuerda el arquitecto, entre otras, las excavaciones en Palenque, Chiapas; Chichén Itzá, Yucatán; Xochicalco, Morelos; y Teotihuacán, Estado de México, “que quedó trunco, no se terminó lo que se había proyectado”.
De aquellos proyectos, salta a la etapa más reciente, donde se presenta un problema que no es de ideología. Dice que, más allá de si los gobiernos son de derecha o de izquierda, neoliberales o no o postneoliberales, la cultura es lo que menos les ocupa:
“Me parece un asunto de falta de información, de no haber convocado a los asesores idóneos que explicaran la importancia del mantenimiento de la alta cultura en la construcción de la cultura de lo cotidiano”.
Hace una pausa para distinguir que, desde su perspectiva, la cultura es lo que vamos construyendo en el día con día, y la alta cultura tiene que ver con manifestaciones artísticas, pero también históricas. Y añade:
“En gran medida, hemos venido construyendo una cultura de lo cotidiano con el contenido de los libros de texto gratuitos, y hasta ahí llegan muchas generaciones de niños y de jóvenes, porque después ya no tienen a la mano tantas posibilidades para desarrollar conceptos sobre la idea de nación, de país, de identidad y demás.
“Nos encontramos, desde la terminación del sexenio del presidente Salinas, con un vacío. Desde ahí viene el asunto de los recortes, de las escasas asignaciones presupuestales. Y con los tres partidos que han gobernado el país durante esta época ha sido exactamente lo mismo. Lo que han hecho, como un pretexto, es tomar la construcción de grandes edificios, edificios monumentales para actividades artísticas, para su lucimiento”.
Ahí están como ejemplo, menciona, la Biblioteca Vasconcelos de Fox; la Ciudad de los Libros en la Biblioteca de México (él considera la Estela de Luz como un tema coyuntural) durante el gobierno de Calderón, y ahora con Andrés Manuel López Obrador el Proyecto Chapultepec:
“Son proyectos de lucimiento, a lo cuales se ponen todos los recursos con la idea de pasar a la historia. Pero están divorciados de los proyectos nacionales de alta cultura de mediano y largo plazo, que tienen que ver con la educación, la preservación, la circulación de información, la investigación. Eso no se da, desafortunadamente lo desvincularon, lo hicieron a un lado, ha sido poco importante”.
Anclaje en el pasado
Esos antecedentes han dejado a nuestro país en una posición muy vulnerable y desdibujada a nivel internacional, porque mientras en otros países, al margen de ideologías, se ha avanzado en la protección del patrimonio museístico, aquí la planta arquitectónica avanza en su envejecimiento, y avizora una situación calamitosa, porque no se está revirtiendo, sino depositándose los recursos en un único proyecto que es Chapultepec.
Baste ver las designaciones de los actuales funcionarios responsables de cultura, “es muy doloroso”, dice al recordar la figura de Torres Bodet, o del mismo Tovar y de Teresa, quien “pudo ser muy cuestionado en su momento, pero convenció a los presidentes de invertir en la creación de infraestructura, no sólo montar exposiciones, sino invertir en la educación elemental”.
En contraparte con lo que sucede aquí, menciona sitios como la Isla de los Museos en Berlín, Alemania, o el Mall de Washington, Estados Unidos, donde se concentran varios museos y desde hace más de diez años tienen un proyecto de actualización. Cierran un recinto o zona, lo van trabajando, lo liberan y avanzan con otro. Aquí no hay proyectos a largo plazo.
El MNA es para él “una joya” y muchos elementos lo siguen distinguiendo de varios museos en el mundo, no sólo desde el punto de vista arquitectónico sino en toda su concepción museográfica. Todo lo planteado por su creador Pedro Ramírez Vázquez y un equipo en el cual participaron Alfonso Caso, Ignacio Bernal e Íker Larrauri, entre otros, “se adelantó muchísimo a su tiempo, inclusive al Museo del Louvre”, particularmente en la manera de circularlo, porque los visitantes pueden iniciar y terminar donde así lo deseen.
“Eso se inventó aquí y ahí nos quedamos, ¿qué otra cosa podemos hacer o innovar?, si hay un divorcio con los arquitectos, en este sexenio están defenestrados, considerados por quienes dirigen este país como un grupo de asaltantes”.
Otra característica es destacar la estructura plástica de la colección arqueológica, “la belleza del arte prehispánico”. El problema es que ahora se olvidaron de esa idea original, y si se entra a la Sala Mexica, aunque “está muy bien arreglada, es un amontonadero de piezas, ya no la idea del espacio para colocarlas y seleccionarlas estratégicamente”.
De las zonas arqueológicas habla con el mismo pesar. Recuerda Teotihuacán desde que tenía 7 años, y la última vez que fue se encontró con que el circuito de automóviles adyacente a la parte monumental (no la protegida porque están fuera La Ventilla, Plaza Jaguares y Tetitla) es prácticamente una cantina.
Y no se trata de ser puritano, dice, pero la oferta es el pulque y otras bebidas. Vio también “con una mezcla de coraje y tristeza” que alrededor del mismo circuito se rentan cuatrimotos, seguramente autorizadas por el municipio, y cuestiona si tal vez por el propio INAH. La visita se ha “acorrientado”, ya no es recorrer la zona prehispánica, sino ir a tomar cheladas, andar en cuatrimoto, comer barbacoa y regresarse.
Menciona otros sitios arqueológicos como Paquimé, Chihuahua, cuyo museo sufrió filtraciones de agua hace dos años, que dañaron no sólo las instalaciones eléctricas sino incluso algunas colecciones. Asimismo, en Palenque “la gran ciudad del clásico maya, la gran ciudad de Pakal, tienen invasión de vendedores, están en la Plaza de las Cruces, en el Palacio, ¿quién les permitió entrar?, ¿quién les permite seguir adentro?”.
Se le comenta, de otra parte, que trabajadores de Teotihuacán han denunciado el recorte del 85% de su presupuesto:
“Imagínese si con Chichén Itzá es de las que más turismo reciben, cómo estarán otras zonas arqueológicas menos accesibles. ¡Es una tragedia nacional! Claro, en las estadísticas no impacta, no impacta en el PIB (Producto Interno Bruto) que una zona arqueológica esté abandonada, no impacta en los índices nacionales de crecimiento que Teotihuacán tenga cuatrimotos. Me dirán ¿cuál es el problema? El problema es que ahí vivió una cultura hace 2,000 años, y esa cultura armó un escalón para construir la civilización, ¡de ahí venimos!”.