Entrevista a Eduardo Sacheri sobre El funcionamiento general del mundo
El fútbol puede ser un elemento que conforma la identidad de muchas personas. Al igual que las memorias colectivas sobre la transformación política de una nación. Memoria y fútbol son dos de las líneas narrativas que se conjugan en El funcionamiento general del mundo, la más reciente novela del escritor argentino Eduardo Sacheri (Castelar, 1967), publicada por la editorial Alfaguara. Sin embargo, esta novela es mucho más que el recuerdo del gran triunfo de Federico Benítez en la escuela secundaria, cuando su equipo el de los “otros” ganaron el torneo interno de la Escuela Nacional. Es la novela sobre la nostalgia y sobre la construcción de la identidad. Pero también es la novela sobre el encuentro de un padre hombre divorciado con sus dos hijos adolescentes. El funcionamiento general del mundo es también una novela sobre la necesidad del diálogo y de la comprensión del otro, de los otros. Benítez emprenderá un viaje hasta la profundidad de la Patagonia en auto, acompañado por sus hijos, después perder un vuelo a las cataratas Iguazú. Un viaje para despedir a quien fuera su maestra (y directora técnica) en la secundaria: Martha Muzopappa, acompañado de Candela y Joel, dos adolescentes que prácticamente no saben nada de su padre.
Sacheri nos regala una novela que es una road movie, un viaje lleno de nostalgia y de alegría, un viaje de descubrimiento. Pero El Funcionamiento general del mundo, también es el retrato de una época de transformaciones profundas de Argentina, pues la historia se desarrolla en el año de 1983, el año de la caída de la última dictadura militar, que gobernó al país, y que fue responsable de numerosas violaciones a los derechos humanos, con cientos de presos políticos, exiliados y desaparecidos. En la novela de Sacheri se conjugan la nostalgia y el testimonio de la transformación de una sociedad, mientras los lectores somos testigos de la transformación de la relación entre un padre y sus hijos. Benítez se mostrará ante sus hijos como un hombre amoroso y complejo al mismo tiempo. Un hombre con miedos y tristezas que no han sanado del todo.
Eduardo Sacheri es autor de libros como la novela La pregunta de sus ojos, publicada en 2005 y llevada al cine por el director Juan José Campanella. También es autor de Ser feliz era esto, La noche de la usina, con la que se hizo acreedor del XIX Premio Alfaguara de novela. Conversamos con el autor sobre El funcionamiento general del mundo, quien nos comentó que la novela surge a partir de que estuvo revisando diferentes momentos de la historia argentina reciente: “pero revisándolo desde la perspectiva de pequeños personajes en sus vidas cotidianas, no en la gran política, sino en la pequeñez de nuestras vidas, y me parecía que el año de 1983, es un año bisagra para mi país porque es justo cuando la dictadura militar inicia su retirada y la democracia se abre paso, lento y gradualmente, era un año particularmente fértil como para situarme, sobre todo de la perspectiva de los adolescentes, porque me parecía que si en cualquier momento histórico los adolescentes se encuentran como interpelando al poder, interpelando a la autoridad, desafiando de algún modo, lo dado, ese año era particularmente interesante, porque ese mundo adulto con el que nos enfrentábamos los adolescentes, estaba en franca descomposición precisamente por el deterioro de la dictadura militar. Me parecía interesante y además me resultaba muy autobiográfico, porque yo tenía 15 años en ese año, y era una manera indirecta de visitar mi propia adolescencia.”
Javier Moro Hernández (JMH): Uno de los temas de la novela es la adolescencia, pero también el fútbol, como un espacio de identidad para Federico y sus amigos, su grupo de “los otros de tercero”. Es muy interesante que este grupo de amigos encontrarán en el fútbol el espacio de identidad para para conformarse frente a su comunidad, frente a su escuela.
Eduardo Sacheri (ES): Siento que lo que nos ofrecen los deportes, los juegos en general, es precisamente ser un refugio o un camino alternativo para llegar a lugares que deseamos, pero frente a los que encontramos obstáculos en los caminos más tradicionales. En el fondo yo creo que los objetivos de los seres humanos son bastante parecidos: Queremos ser apreciados, valorados, respetados, queridos. Pero muchas veces esos caminos están cerrados, y creo que los juegos nos permiten encontrar alternativas o ilusionarnos al menos con esas alternativas. No sé si Federico y sus amigos si salen campeones de ese primer torneo de fútbol, lograrán lo que sueñan, pero yo creo a veces es suficiente ponerte en movimiento, no que tus sueños se cumplan, sino que tu sueño exista, que tu sueño parezca factible. Eso ya termina siendo una alternativa.
JMH: Mencionaste la caída del régimen militar, y creo que eso se nota en este proceso de descomposición que se vive en el Colegio Nacional. En este proceso en donde estos alumnos mayores asumen y toman poder, pero que es un poder opresivo, violento. Justo el fútbol y el torneo les da la posibilidad a los más pequeños a rebelarse contra ese poder, a tomar otro lugar, otro espacio.
ES: Justamente mis recuerdos de esos tiempos tienen que ver con lo traumático que fue el pasaje, con lo gradual, con lo contradictorio que fue el pasaje a la democracia y con lo cargadas que estaban las acciones de las personas, de los adultos, pero también nosotros los jóvenes, lo cargado que estaban de acciones autoritarias, despóticas. Yo creo que una sociedad no se gradúa de democrática en un día, por más que haya elecciones y por más que institucionalmente las cosas cambian, porque la cabeza de las personas cambia más lentamente. Me interesaba reproducir en un colegio la continuidad de esas acciones violentas, despóticas, hasta salvajes en un punto en la forma de vinculación de unos con otros.
JMH; Me voy a detener todavía en el pasado porque me pensaba que esto se refleja también en la casa de Federico, en su abuelo, que es un personaje despótico, violento, que quiere que trabaje y aporte dinero a la casa y que no estudié.
ES: Como te digo mis recuerdos de adolescencia, aunque no necesariamente en mi vida o en mis recuerdos personales, ya mi vida era bastante más agradable que la de Federico, pero uno sí veía ese tipo de situaciones todo el tiempo a su alrededor y me parecía que valía la pena relatar, detenerme en esos minúsculos despotismos ejercidos a todos los niveles: el hogareño, el familiar, el escolar, el de los medios de comunicación, el de la vía pública o el de la gran política.
JMH: La novela imbrica este pasado con el presente, que se desarrolla en el viaje que realiza Federico con sus hijos en unas vacaciones en las que parece que todo va a salir mal. Federico tiene una relación complicada con sus hijos, está divorciado recientemente y le cuesta mucho trabajo hablar. El viaje les permite este encuentro y este cambio en la relación entre ellos.
ES: Lo otro que quería trabajar era este otro costado de cómo a veces tenemos diferentes maneras de lidiar con el pasado, o no lidiar, porque a veces también el silencio y la clausura son una opción, son una decisión. Planteo a Federico como un personaje que prefiere el silencio, que prefiere no sólo ignorar ese pasado, sino que sus seres más queridos lo ignoren también. Pero el viaje lo obliga a hablar, no creo que Federico lo deseé o lo planeé, pero a veces la desesperación nos obliga. Federico está viajando con dos adolescentes enojados en un auto a lo largo de 3.000 kilómetros en el frío de la Patagonia y algo tiene que decir, no puedo seguir en silencio. Más allá de que pueda ser terapéutico y liberador para los tres ese contacto, es casi obligado por las circunstancias.
JMH: Otro de los temas que planteas en la novela son los cambios generacionales: Federico viaja con sus dos hijos adolescentes, que tienen otra visión del mundo, porque también el mundo ha cambiado, y tienen sus propias opiniones, en ocasiones contundentes de lo que es el mundo. Hay que lidiar con ellos y decirles que el mundo nunca es tan blanco y negro cómo podemos pensar cuando somo jóvenes.
ES: A veces me parece que es muy sencillo lidiar con los problemas de comunicación, por ejemplo, con un entorno dictatorial, como como podía ser el de el de esos adultos de 1983, pero el riesgo de no poder comunicarte existe siempre, aún en un entorno democrático, y aún en un entorno que aspira a la tolerancia, al diálogo, a la aceptación de los diversos cómo es el nuestro. Yo creo que los seres humanos, por nuestra naturaleza vivimos sometidos a tensiones, que son humanas y lo seguirán siendo. Porque a veces me da la sensación cuando converso con mis hijos o cuando converso con mis alumnos de colegios secundarios, de que cada generación tiende a entenderse como punto de llegada, tiende a asumirse como el punto máximo de la evolución humana, y aquí se queda y este es el final, y esto es lo natural, es cómo decir; “Finalmente hemos encontrado”, pero finalmente no hay nada, lo cual no significa despreciar los avances, pero creo que esos avances siempre hay que pensarlos y seguirlos pensando y seguir argumentando en su favor y seguir poniendo lo que todavía es mejorable, porque vivimos cometiendo errores, aún en nuestros aciertos, nuestros aciertos están plagados de errores, porque los movimientos humanos no se detienen en el lugar en el que deberían, las inercias te mueves. Por eso me gustaba que Federico tuviera cosas para criticar en la otra dirección, y no solo hacia el mundo de sus adultos, sino hacia este otro mundo de los jóvenes, que también les queda lejos, aunque sea en otra dirección.
JMH: Por supuesto el viaje es otro de los elementos de la novela, el viaje de reconocimiento a otra parte de Argentina, como lo es la Patagonia. Ese recorrido por ese espacio vital es muy importante.
ES: Me gustó hacer como un viaje paralelo, porque cuando recordamos también viajamos hacia otro tiempo, y a veces si empezamos a recordar diferente es como si fuéramos a un lugar distinto. El pasado no es inmóvil, no es fijo, y me gustó acompañarlo con esto de que, así como se adentran en un pasado desconocido, se adentran en un paisaje desconocido, sobre el que tenían información falsa, porque Federico pensaba que no llovía y Candela pensaba que iba a haber lagos y montañas hermosos a cada kilómetro y se encuentran con una estepa ventosa y nevada que no es lo que pensaron. Cuando viajamos en el tiempo vivimos encontrando paisajes que no esperábamos.
JMH: También quería preguntarte por supuesto por la profesora, Muzzopapa, porque me parece que hablando de comunicación es la única persona en la escuela, en ese momento, que está dispuesta a hablarle a este grupo de chicos, si de fútbol, pero también de la vida y transmitirles conocimiento vital.
ES: Me atrevo a agregar, escucharlos. A veces hay un estereotipo de buen docente que tiene que ver con decir algo importante, y me parece bien, pero en mi experiencia es súper importante escuchar también. Probablemente para Muzzopapa ese torneo de fútbol sea tan tonto como para Eugenia la chica que está con ellos en ese grupo, pero ella entiende que para ellos es importante, y a partir de eso, me parece que en general en la escuela y fuera de la escuela, que uno como profesor tenga idea de que le están diciendo al momento de construir lo que a su vez uno va a contestar.
JMH: Hablando de ese ambiente opresivo, que vivían en la escuela, también se da mucho a partir del autoritarismo y la falta de escucha, que es finalmente el ambiente en el que estábamos en 1983 en muchas partes del mundo, pero en Argentina en particular.
ES: Sí, absolutamente. Yo creo que si bien América Latina sigue teniendo un montón de deudas con sus propias sociedades, muy fuertes, y un montón de sueños incumplidos y de derechos no alcanzados, creo también que algo hemos mejorado o digamos es una base de que la mayoría de nuestros países tengan regímenes de gobierno electivos y democráticos y que podamos expresarnos más allá de discusiones, peleas, y en las redes sociales que los mensajes se cruzan, y el odio, que no lo niego, pero comparado con ese silencio bochornoso de otros tiempos, creo que es preferible esto.