Una serie de manifestaciones estudiantiles parecen ir sucediéndose y ampliándose por todo el país y, paralelamente, todos opinan y quieren dar a conocer su visión sobre este nuevo fenómeno que hoy atrae la atención de los comentaristas, medios de comunicación e incluso de las campañas y los partidos políticos. Yo no quiero ser menos y, por lo tanto, quisiera, sobre la marcha, hacer algunas reflexiones, haciendo una especie de juego de palabras que reflejan mucho de lo que puedo llegar a entrever de las mismas.
Cada cierto tiempo, como un viento fresco, aparecen en el contexto mundial, y de cada uno de los países, movimientos de los estudiantes, de la conciencia crítica y revolucionaria –si me permiten usar este término en el sentido de cambio sobre sí mismo- de las sociedades que requieren una renovación.
Estoy convencido de que lo que sucede en el México electoral de 2012 con estas movilizaciones de estudiantes surgió espontáneamente e, incluso, sin una finalidad de reclamo concreto y específico; tal vez, como se ha llegado a decir en un momento, como un juego ingenuo de a ver qué sucede; sin embargo, hay que tenerlo en cuenta, seguirlo con cuidado y entenderlo a cabalidad, en sus objetivos, orientaciones , manifestaciones e incluso -por qué no decirlo-, en los sesgos que va tomando.
Me llama poderosamente la atención que las marchas toman un cariz de tres tipos, de forma general; son contra, anti y, creo que en menor medida, pro. Se dan básicamente y de manera mayoritaria contra la manipulación de los medios –muy concretamente una televisora y algunos periódicos que los jóvenes consideran que sesgan la información y los llevan incluso a pensar que les quieren imponer una elección. Aunque no creo que estos jóvenes tan críticos y preparados se dejen manipular y por eso estoy convencido que, en el fondo, hay otras inquietudes y situaciones de enojo, frustración y desencanto ante las que se rebelan con justa razón.
Son anti al candidato que va arriba en las encuestas; lo de menos es el nombre, e incluso, me atrevo a asegurar que el partido, a pesar de que no tengo tampoco ninguna duda de que una parte de ellos está contra el candidato y el partido que lo postula. No obstante, también es cierto que las actitudes erróneas y más fruto de la exasperación momentánea, o la incapacidad de algunos equipos de campaña, que de la comprensión de lo que son y quieren los jóvenes, así como la búsqueda de la aceptación de los malos entendidos, puede hacer que este grupo anti candidato ganador crezca y se vuelva más agresivo de lo que debiera. Los estudiantes son jóvenes con inquietudes que entienden, pero no olvidan.
Hay también, desde luego, aunque algunos parezcan que tengan demasiada cautela para reconocerlo, por miedo o simple estrategia, una porción pro en las marchas. Estamos en época electoral; los candidatos, dos de los tres principales partidos políticos, van muy abajo en las encuestas y tienen que buscar la estrategia y los errores tácticos del grupo de mayor agrado del electorado para disminuir la distancia; y esto se observa como algo objetivo e incluso necesario para ello. Montarse en este tipo de movimientos, ni es extraordinario ni poco frecuente. La cuestión es si esta estrategia les ayudará en su cometido o no. Un escenario es sin duda que no impactará mucho en el cambio de la tendencia de la votación porque es muy probable que la mayoría de los manifestantes no fueran a votar por el candidato que lleva ventaja y, como en ese segmento de la población se ubica el mayor grado de abstencionismo, el efecto sería bastante bajo. Otro caso sería si esto se contagia a las familias e incide en la elección racional de las familias de los muchachos. En cualquier situación, lo que sería preocupante es el costo final -en cuanto a la división social o el grado de violencia- que pueden desatar y que ya se ha empezado a notar en algunas actuaciones. Esto, sin duda, sería algo imperdonable para quienes lo fomentan como estrategia electoral coyuntural y que nosotros recordaremos.
En cualquiera de las formas anteriores en que se interpreten las marchas, los cuestionamientos centrales que habría que hacerse son, en primer lugar, qué respuesta habría que darle a estos jóvenes críticos de los medios y las formas electorales y qué hace cada partido político frente a ello; dos ya parecen estar reaccionando, mientras que los otros dos prefieren mantenerse callados, aunque en el fondo están montándose en ellos. El límite para esto será el final del periodo electoral, porque a partir de ahí se tendrán que dar acciones concretas para solucionar estas inquietudes, que ahora se manifiestan, y resanar heridas de una juventud universitaria resentida y desconfiada de cualquiera que sea el resultado.
De momento, e independientemente del tiempo que pueda durar esta movilización, y el impacto que tenga en las encuestas, hay que seguir analizando su esencia y lo que se encuentra en el fondo de la misma, pensando que siempre es positivo que los jóvenes se movilicen, se expresen y luchen por cambiar algo que, de lo contrario, permanecería inmóvil. Bienvenida la movilización, pero también la racionalidad y la propuesta para hacerle frente; de lo contrario, habremos perdido la oportunidad de interesarlos por el país, la política, pero sobre todo por el futuro.