El sábado pasado, en la gira del presidente López Obrador por el estado de Sinaloa, justo en el ámbito de lo que se conoce como el “Triángulo Dorado”, zona de contacto geográfico entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, en el trayecto que atravesaba el municipio de Badiraguato, el camión que trasladaba a los reporteros de los medios nacionales que cubrían las actividades presidenciales, fue interceptado por un retén a cargo de civiles fuertemente armados en ese tramo de carretera que lleva de Badiraguato a Guadalupe y Calvo, quienes cuestionaron a los comunicadores hacia dónde se dirigían, sí llevaban armas, sí sus cámaras estaban apagadas. Al informar a los interrogadores que se dirigían a cubrir las actividades del presidente en Guadalupe y Calvo, los dejaron pasar. Los reporteros lograron algunas imágenes de los hombres armados y de parte del interrogatorio y lograron filtrarlo a la opinión pública prácticamente en el momento en que estaba sucediendo.
Al ser interrogado el presidente López sobre el hecho de que grupos armados contralaban algunas partes del territorio nacional por sobre las autoridades civiles y militares, el mandatario minimizó el hecho luego de responder que estaba al tanto de lo sucedido, y que “no pasó nada, afortunadamente.” La insistencia de los comunicadores provocó que el jefe del Ejecutivo abundara con su clásico estilo: “Todo se debió a una confusión”, y que “sus adversarios políticos crean suposiciones de que el país está bajo el dominio del crimen organizado.” ¿Los grupos delictivos dominan el territorio?, le preguntaron. “Eso lo dicen los conservadores, es lo que ellos dicen, pero no les crean, porque si les creen pueden tener problemas, me refiero a que les produzca confusión”, dijo el presidente. Enseguida, AMLO con su conocida habilidad pateó el asunto y habló de Jalisco, de Felipe Calderón y García Luna. Burdamente, pero se zafó.
Todo este evento, nos llama la atención por varias razones. Por una parte, se da en el marco de la fuerte discusión en torno a la asistencia o no del presidente a la Cumbre de las Américas a celebrarse en Los Ángeles, California, del 6 al 10 de junio venideros, y a la cual ha dejado en una situación de indefinición, ya que condicionó la misma (su asistencia) a la invitación general de todos los jefes de gobierno de Latinoamérica y el Caribe, incluyendo a Cuba, Venezuela y Nicaragua, a cuyos gobiernos, el anfitrión Joe Biden, no reconoce como democráticamente electos ya que ello contraviene a la Carta Democrática Interamericana. Pero aquí, López se refugia en su filosofía de que “no me vengan con que la ley es la ley”, así sea del orden internacional. Asimismo, la visita al Triángulo Dorado es netamente provocadora a los grupos políticos de opinión norteamericanos, ya sean demócratas o republicanos, al pretender demostrar una falsa “autonomía” en las decisiones del gobierno de la 4t que encabeza.
Aquí se deriva una segunda razón en la atención del evento comentado. Detener el paso de los medios de comunicación por elementos del grupo del Cartel de Sinaloa, tierra del “Señor Guzmán Loera”, y además minimizarlo y justificarlo a través de piruetas discursivas presidenciales en la casa del “Señor”, sólo muestran su docilidad y cuidado a un entendimiento con este poderoso grupo. La ratificación de este acuerdo con esta gira a sólo unos días de las elecciones en cinco estados por lo menos resulta sospechosa por la oportunidad con que se da. Ya en las elecciones del 2021, este mismo acuerdo dio claras muestras de su efectividad y, penosamente, los resultados que ha arrojado para las poblaciones de los estados infectados afectados: Morelos, Michoacán, Colima, Nayarit, Zacatecas, Sinaloa, Guerrero, principalmente, acusan el incremento de la inseguridad pública, las muertes violentas, las masacres, y el respeto a la seguridad de los derechos humanos de los integrantes de las bandas delincuenciales, ya que, en palabras del López Obrador, “también son seres humanos”.
Es clara la pérdida de gobernabilidad de gran parte del territorio nacional por las autoridades legítimamente establecidas en manos de diversos grupos del crimen organizado, mismos que están haciendo solamente su labor como tales, buscando mayor influencia y control de las actividades que les interesan para alcanzar sus fines. El que está siendo omiso en el cumplimiento de sus funciones y facultades legales es el Estado mexicano, sobre todo aquellas instancias federales, el Ejército, la Marina y la Guardia Nacional, quienes se refugian en la estrategia presidencial de “abrazos no balazos”, en la idea de que está siendo efectiva en su aplicación. Sin embargo, para abundar en los datos del fracaso presidencial en materia de seguridad, tenemos que el 24 de mayo de 2022 se registró el segundo día más violento de la presente administración federal al alcanzar la cifra de 118 muertes violentas en todo el territorio nacional. Según la propia Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Seguridad Pública, organismos del gobierno federal, entre diciembre de 2018 y abril de 2022 se han contabilizado en el país 118,732 homicidios, aún así el presidente López Obrador, afirma que la estrategia va bien, y que al final de su administración, dará “buenas cuentas”. ¿A estas alturas, nos podemos preguntar sí eso es posible?
El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene en su imaginario transformador que su gobierno va bien, está consciente que el tiempo ya no le da, que debe centrar sus esfuerzos y trabajos en garantizar, a toda costa, la continuidad de su “proyecto”. Adelantó al interior de su movimiento el proceso sucesorio, desatando todos los demonios que lo habitan de entre los personajes y grupos interesados en ganar la carrera. Las elecciones del 5 de junio son una estación más de este ejercicio, los deja moverse sin el menor pudor. Secretarios de Estado federales, gobernadores morenistas, líderes de facciones, todos andan sueltos descaradamente, en pos del propósito político de su jefe absoluto.
Así, la celebración de la Cumbre de Badiraguato y la continuidad de la 4t se entrecruzan en el interés presidencial. ¿La Cumbre de las Américas? ¿Para qué?