Manuel Michelone
Leontxo García es uno de los periodistas especializados en ajedrez más notables. Con un nivel de Maestro FIDE, el español decidió dedicar la vida a seguir el mundo del tablero escaqueado desde a perspectiva periodística. Lo hace bien, con soltura y conocimiento. Es probablemente uno de los principales divulgadores con el que cuenta el juego ciencia y esto es de agradecerse.
Leontxo publica contínuamente las partidas más emocionantes que se juegan en el circuito internacional de ajedrez. Hoy, debido a la pandemia, incluso el periodista nos habla de encuentros rápidos en línea, en donde los mejores del mundo se juegan buenas cantidades de dinero, y en donde los aficionados pueden ver a estos ajedrecistas de elite cruzar espadas. Pues bien, hace poco Magnus Carlsen, el actual Campeón Mundial, inició su partida con 1. f3, una jugada catalogada desde hace mucho tiempo como muy mala. Leontxo, en algún otro artículo inicia con esta frase: “Lo de Carlsen jugando 1 f3 contra Duda en una partida rápida no me gusta, porque creo que roza la falta de respeto”.
¿Pero es así? ¿Qué regla violó Carlsen? Ninguna. Entonces, su rival, el GM polaco Duda, debe demostrar en la verdad del tablero, que la jugada del Campeón del Mundo fue mala o por decir lo menos, inferior. ¿Es esta jugada mostrar menosprecio por el rival? No lo sé. Yo lo que sí creo es que si la jugada en el tablero es legal, de acuerdo a las reglas, se vale jugarla. ¿Por qué asignarle un valor ético o moral a una jugada? Por ejemplo, el fallecido GM Miles le jugó a Karpov con negras, 1. … a6 (Campeonato Europeo 1980), e incluso, le ganó. Miles posteriormente explicaría que quiso sacar al excampeón mundial de una posible preparación y le funcionó. Pero si Miles no hubiese aclarado nada, ¿habría rozado la falta de respeto a una figura como la de Karpov? No lo creo, porque el británico no infringió las reglas del juego. Repito, asignarle un valor moral o ético a las jugadas me parece fuera de lugar.
Pensemos en algunos escenarios muy vistos en los torneos: un jugador está apurado de tiempo, en una posición ganada, pero el rival hace un movimiento malo pero que tiene la posibilidad de confundir a su rival. ¿Eso se vale? Lo que podamos decir sobre las razones por las cuales se hace una jugada están fuera de la interpretación. Si la jugada es legal, se vale. Si el que tiene la ventaja se desorienta y pierde, entonces el “recurso” apelado por el jugador que estaba perdido funciona y nadie puede reclamar nada. Quizás el primer jugador podría decirle a quien “injustamente” ganaría esa partida: “Estabas perdido, te tenías que haber rendido”… Pero no actúa así, porque el resultado final se da en la verdad del tablero. Todo lo demás me parece que no tiene sentido siquiera discutirlo.
Y hay casos curiosos. Si usted lector, lectora, juega partidas a un minuto por cráneo en Internet, habrá visto a jugadores que, estando perdidos pero con más tiempo que el contrario, de pronto hacen absurdos sacrificios inesperados que le quitan los preciados segundos y en muchas ocasiones el que debía ganar pierde por tiempo. Y cuando preguntamos por este tipo de acciones quien estaba perdido (pero ganó), dirá: “soy muy astuto”. Pero si dicho jugador está del otro lado del tablero comentará para sí mismo: “qué ruin es mi contrario usando estos sacrificios para que pierda por tiempo”.
La discusión puede llevarse a un extremo. ¿Cometer un error en una partida es una falta de respeto al rival? Bueno, es que no se comete un error a propósito. Eso es cierto, sin embargo en muchas ocasiones se hacen jugadas, no necesariamente las mejores, porque el ajedrez tiene un elemento psicológico y por ende, no es un juego de robots.
Pero para ejemplicar situaciones curiosas, veamos lo que pasó en el torneo de Wijk aan Zee, de 1970, en una partida entre Platonov contra Cortlever, en donde el jugador de las blancas está ganado. Pero comete un feo error y la jugada que hace permite una simple táctica del contrario y entonces quien gana es el negro. Pero Cortlever –a la jugada del blanco– inmediatamente ofreció el empate, el cual fue aceptado por Platonov.
Dice Tim Krabbé, quien narra el suceso: “Pensamos que la reacción deportiva de Cortlever merece respeto y admiración”, escribió Barry Withius en el boletín del torneo. Pero, dice Krabbé “yo personalmente desprecio este tipo de caballerosidad”, y agrega: “Está en el espíritu de todos los deportes sacar ventajas de las debilidades de su oponente si está dentro de las reglas. El deporte es duro, es cruel. El deporte es realmente sobre sacar ventajas de los errores, haciendo que el rival se vea patético –y no sobre excelencia moral. No veo porqué tiene que ser diferente en ajedrez.” Y concluye: “Cortlever debió haber sido expulsado del torneo”.
Terminaría con la frase del gran Emmanuel Lasker, Campeón Mundial por 27 años: “En el tablero de ajedrez, las mentiras y la hipocresía no sobreviven mucho. La combinación creativa pone al descubierto la presunción de una mentira; el hecho despiadado, que culmina en un jaque mate, contradice al hipócrita.” Vamos, la única verdad está en el tablero.